La gran nación musulmana se pone en marcha, y la confusión de Occidente sobre el sentido, dirección, duración y alcance de esa marcha, es solo tan obnubilante como lo viene siendo desde el año 711 de nuestra era.
Como desde el primer Romancero, los comentaristas se dividen entre los promotores del moro caballero, los que vilipendian al traidor, los exégetas de una civilización sin par en sofisticación y hondura filosófica, o los que la tildan de bárbara e incomprensible. Todo eso circula por los medios de comunicación, con una precipitación que va a dar la razón a los que aseguran que Internet acabó con la lectura.
A mi me encanta Goytisolo ("No creas lo que ven tus ojos..." en El País de uno de estos días) y la estupenda comparación que establece entre el mundo musulmán actual, con sus alegres jeques
dilapidando petrodólares sin tasa, y los sanguíneos cristianos viejos de nuestra España barroca, gastando sin medida ni remedio los frutos que también venían de las entrañas de la tierra, sin mucha elaboración posterior. Para eso estaban los ingleses, o los americanos, ahora.
Goytisolo me corregirá si yerro (y si quiere) pero la gran diferencia estriba en que nunca la cultura musulmana alumbró un Cervantes (no un "Instituto", que de poco le iba a servir, sino un Miguel), aunque sí erasmos, que tampoco vienen mal. Pero un Quijote, advirtiendo con su ejemplar idealismo de los peligros de tantos engaños a los ojos, vividos como realidades por las élites más inconscientes, se quiera o no se quiera, nos ha sido crucial. También a los ingleses, que lo reconocen más que nosotros.
Como los españoles del Cristianismo en otros tiempos, los musulmanes han abusado del Islam para justificar sus anacrónicas oligarquías, su ignorancia orgullosa, su desinterés por el progreso, en sociedades en las que la educación se vio sustituída por un adoctrinamiento insufrible y el pensamiento por una memorización de los textos sagrados, cuando menos mareante, cuando más, castrante. Yo todavía recuerdo por sus nombres a todos los hijos de Jacob.
Para conocer la situación que ha dado lugar al levantamiento de Egipto, no vale la pena perder el tiempo con los periódicos españoles. Leer "El Edificio Yakobian" es mucho más eficaz para acercarse a la frustración, la vergüenza y la humillación que supone ser joven, hoy, en un país musulmán. Vivir con los personajes de Al Aswany por unos días, es como compartir las calles y confidencias de los habitantes de Rabat, o de Argel, por solo hablar de las grandes capitales. Lo que pueden ser Fez, Tánger o Tetuan, ya forma parte de otra variable sociológica aún más cruel.
Esos jóvenes con ingresos en torno a los 300 € mensuales, los que trabajan, sin posibilidad alguna de comprar una casa, por tanto de casarse, y por ende de aproximarse a sus sueños de independencia y realización personal, en el amor o en la plenitud profesional; esos son los que están en la calle. Los que buscan su inclusión en la contemporaneidad, aún con estilismos tan alternativos (y complementarios) a los nuestros como los que muestran los jóvenes egipcios de estas fotos, tomadas en los años 30 del siglo anterior (y ejemplarmente conservadas por la Arab Image Foundation de Beirut). ¿O es que alguien se piensa que hay algún joven al que le guste vestir esas faldas, depués de ver a Beckam en calzoncillos? Por no hablar de ellas, convertidas en sacos hasta en la playa..., a la que, por otra parte, tampoco pueden dejar de ir, porque los tiempos son los que son, y la clase media, por precaria que sea, obliga.
Quienes hasta hace un mes nada sabían de todo eso, a pesar de estarse dedicando a los nobles oficios de informar y opinar, se echan las manos a la cabeza y convienen ahora en que la culpa es de Europa, por llevar décadas mirando para otro lado y no querer ver los efectos de las dictaduras mediterráneas. Lo que no nos ayuda mucho a explicarnos nada, porque bien podría el señor Sarkozy haber mantenido su apoyo a Ben Alí un par de años más. O la Merkel esperar a una honrrosa jubilación de Mubarak. (Por cierto, Trinidad Jiménez, también andaba en este negociado ¿no?) . Pero está ocurriendo, lo estamos viendo, ahora.
¿Quién es El Shaheed? ¿Quién se esconde tras la identidad de ese agitador egipcio sin tono religioso ni, aparentemente, ideológico? ¿Quién está convocando a los egipcios? ¿El Baradei se ha metido fraile en secreto, y es el nuevo ayatolah, todavía en la sombra? Un activista consigue sacar de sus casas a cientos de miles de egipcios, que vuelven a confiar en la acción directa, no declara su gracia y promete reintegrarse en su trabajo apenas vuelva la calma... ¿será Obama?
Aún va a tener razón Zapatero, en este su iluminado final, y la alianza de civilizaciones va a ser la única solución; al menos la solución que ESTÁ en marcha. El imparable avance de China en África, el más controlable que experimentan sus posiciones en América Latina, la pujanza de otros países emergentes, con cuentas que saldar con el antiguo imperialismo Occidental, hacen del bloque musulmán el único prospecto y/o cliente seguro, para ese Occidente que tiene que seguir vendiendo e influyendo políticamente para seguir haciéndolo, uniéndose a quién, en realidad, nunca estuvo tan lejos.
Se nos avisó que el mundo cambiaría después de la invasión de Irak, que sería otro tras el 11 de septiembre, que daría un vuelco con la crisis... ¿Cómo dificultar el acceso de China a las fuentes de energía, si no extendiendo el modelo democrático liberal a la nación musulmana? Mal año para los dictadores, este del Conejo que con tanta facilidad salta y se esconde, huye y reaparece, y empieza ya.
O, ¿para qué creíamos que estaba Obama en la Casa Blanca?, ¿para promocionar Marbella? No se piensa mucho en una oscura ciudad holandesa, que tiene un bonito hotel, de nombre Bildelberg, en el que se formó un club... ¿recuerdan?, que hace poco se reunió en Sitges (que ya es ir de camuflaje...). Qué, cómo y desde dónde se gobiernan nuestras democracias imperfectas es algo que, llegados a este punto, habría que preguntar a Pilar Urbano, lo que tampoco sé si nos iba a llevar muy lejos.
PD: dedicado con cariño a Hayat Ben Saydi, bellìsima argelina, que siempre será ella.
No hay comentarios:
Publicar un comentario