Sí, un plan de medidas de apoyo al sector del arte. Y, de verdad, como consigamos arreglarlo, ¿qué crisis se nos resistirá? Con toda probabilidad, ninguna. Serán las demás naciones las que acudan a la nuestra en busca de ese bálsamo de Fierabrás que nos ha de colocar a la cabeza del mundo civilizado.
Como las grandes creaciones de la humanidad, el plan no tiene autor conocido, lo han urdido "diversas asociaciones", según recoge toda la prensa nacional, con el natural alborozo. Y es que no era otra cosa lo que necesitábamos los españoles que un plan para salvar el arte (a veces añaden, y la cultura). Vienen a ratificar, esas asociaciones, que en España se crea todo lo que haga falta, pero, como la administración no mueve un dedo, todo se queda en los almacenes de los galeristas, y no están los tiempos para dejar el buen paño en el arca. Quieren que se exporte, que se promueva internacionalmente eso, la creatividad, el arte español, que si no es más demandado es porque no es mejor conocido. Ni necesitamos preguntar por ahí cómo anda esa esquiva demanda; con potenciar la oferta, mediante el dinero público, es suficiente para obrar el milagro y empapelar Manhattan con cuadros y fotos de artistas españoles.
Esas "asociaciones" tan preocupadas por al arte, mucho menos por el destino y rendimiento del dinero de los contribuyentes, reclaman terminar ya con los recortes a los presupuestos de cultura que andan las administraciones asestando a diestro y sinniestro. Ya los fabricantes de coches abrieron camino y ¡mira que lo intentan los apaleados promotores inmobiliarios! Los promotores culturales no iban a ser menos.
Quieren eso, y un IVA cultural a la medida, aumentar las desgravaciones por inversiones o compras culturales, o sea, cuadros. Y se reclaman, con toda razón, de los cineastas que, con ceja o sin ella, han conseguido la cuadratura del círculo: que una vez creado un producto, cultural, desde luego, no haya que molestarse ni en hacerlo llegar al público, no sea que en la distribución se pierda el dinero ganado con la subvención. Y ya ven las inigualables cotas de excelencia en las que raya nuestro cine.
Una ley de patrocinio a la altura de los tiempos es imprescindible, lo del IVA dudoso, pero negociable. El aumento de las subvenciones, no. Durante los tiempos de bonanza ha habido galerías, de trayectoria y estrategia ejemplares, que han creado clientela, fomentado la necesidad en ella y, en suma, garantizado su futuro. Pero no han sido menos, sino más, las que, amparadas en la bonanza económica, han vendido sin escrúpulo obras cualesquiera a cualesquiera precios que algún incauto pagaba. De ahí la decepción, y el cabreo, oiga, el cabreo, cuando uno descubre que por la superfoto de 7.000€ no hay quién dé 1.000. Probablementte no hay quién dé nada, y ese es el mercado del arte que se ha fomentado con la mayor inconsciencia. Ahora que venga el estado a recomponer haciendas y reputaciones.
¿No han aprovechado bastante el oportunismo, dicen que político; la garrulería, admiten que generalizada, de nuestros concejales, diputados, consejeros y otras especies igualmente depredadoras que pueblan el ecosistema cultura? No: porque no les pagan. Tanto centro de arte, tanto museo en cada pueblo... las galerías viajaban en camión del uno al otro confín patrio y colocaban la mercancía; el director de turno, apoyado por el consejero del ramo, que ya pagará. Y que no paga: pues a por el moroso, pero midamos bien lo que sale de las arcas públicas, que ya sabemos cuanto cuesta llenarlas.
Lógicamente, ninguna de estas "asociaciones" que tanto urgen a la sociedad a velar por sus intereses, piensa someterse a plebiscito popular alguno, ni en Murcia (donde ganarían de calle, a la vista de la insaciable sed de arte que asuela la huerta).Tampoco parece que vayan a integrase en alguna candidatura con particular atención a la cosa cultural. Ni nada por el estilo. No, sin contrastar con los ciudadanos, ellos van directamente a la cabeza y quieren que sean los políticos los que les saquen las castañas del fuego (quizá porque detectan en ellos una cierta poroclividad al espectáculo muy en sintonía con el arte actual).
Y no deja de haber una cierta presunción en esa manera de erigirse en portavoces sociales, para reclamar que se les desvíen más fondos. Y además con "buenas prácticas": o sea, quítate tú pa ponerme yo. Porque al medrar llaman, ahora, "buenas prácticas", amigo Malraux. Y así reaccionan los que ya tienen sillón, preguntados al respecto del plan: "tendría que ver el contenido", "no sé", "lo estudiaré", "algo habrá qué hacer..." y otras opiniones contundentes que van desgranando por donde pasan Borja Villell o José Guirao o Consuelo Císcar que, como mujer, tiene las cosas mucho más claras: a ella que le den más dinero y ya está.
Poco creible, pero enternecedora, la llamada final de esas "asocioaciones" a la reforma educativa: los quieren tiernos; y me imagino yo a pandis enteras por las galerías, como por la calle Fuencarral, desordenándolo todo y eligiendo grabados para quiénes pasaron la selectividad con buena nota, de lo cultos que serán , y lo bien educados en el apoyo a las artes que estarán.
Pues no crean que nada de esto cayó en saco roto. Antes incluso de lo que ellos mismos imaginaron, ya ha surgido en Washingtong la primera iniciativa de apoyo a las artes y la cultura españolas por parte de la Embaja en la capital USA: Spanish Arts & Culture. Por si había pocas instituciones españolas compitiendo entre sí por no se sabe qué, ahora llega la embajada y abre plan. Ya veía yo una esperanzadora concentración de materia gris a orillas del Potomac: la Infanta Cristina, vive allá (con los hijos ya criados y mucho tiempo libre), y también fue de Consejero Cultural de la Embajada, Guillermo Corral, que no es cualquier cosa este apóstol de las industrias culturales, de las que, con todo, no nos transmitió otra noticia que su pretendida articulación desde una dirección general hecha a su medida por aquel señor Molina, el poeta.
Pues ya tenemos plan, varios, y pónganse de acuerdo, porque gastar se gasta, demasiado. Otra cosa es que alguien establezca objetivos para ese gasto, mucho menos estrategias acordes y, ¡por favor!, que somos cultos, no me hablen de evaluación de resultados.
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