lunes, 14 de febrero de 2011

Goteras en el paraíso (y dos, prometido): la educación.

En uno  de esos cualesquiera viajes de avión, me pongo a ojear distraídamente un revista (la brasileña Veja,  para ser precisos). Y encuentro en ella un editorial  de los que sacuden cualquier siesta. En él se venía a exponer, sin anestesia ninguna, la siguiente teoría. Los regímenes comunistas mantuvieron a sus ciudadanos tras el  telón de acero, además de con otras acciones u omisiones igualmente reprobables, no  permitiéndoles acceder a  los  pasaportes y visados necesarios que les darían a conocer el mundo  exterior y, previsiblemente, a compararlo con el que les  había tocado vivir. Eso lo entendía el autor como un factor de represión política por ignorancia, que, en Brasil, las clases dominantes no tienen ni que molestarse en aplicar. No, la educación, según Veja, es tan mala que el  brasileño no sale, no sabe cómo, no alcanza el  nivel  de curiosidad que lleva a otros pueblos a mezclarse con  el  resto del mundo y formar parte de las democracias más  avanzadas.  Lo  que se interpreta como una situación políticamente represiva y socialmente frustrante, además de las  carencias competititvas que pudieran comprometer el  futuro brasileño, frente a otras potencias igualmente emergentes.

Algún atisbo de semejante situación había  tenido  yo  en mi vida cotidiana,  pero como también se encuentra lo contrario, pues  ya no sabe uno a qué atenerse. La realidad es que en este espectacular despegue económmico  del  gigante sudamericcano, nada da a entender que el acceso  mayoritario de la  población a mejores niveles de renta vaya a producirse vía educación. O  sea, que no  se producirá.

Para esclarecer el  asunto, nada como  acudir a PISA el  informe, no la ciudad, que tantos disgustos ocasiona también a nuestro líder en España. Es verdad que parece conveniente una cierta melancolía para alcanzar los primeros puestos en la  clasificación por países, y  sus niveles educativos,  que elabora ese informe. Es verdad que en Finlandia o  Corea todo parece invitar al  estudio. Pero esta alegria brasilera que sitúa al país en el puesto 53º, sobre un total de 65 examinados, parece también excesiva en los tiempos que corren. Indonesios, mexicanos o  turcos,  todos  ellos  con rentas per  cápita por debajo de la brasileña,  les superan ampliamente en todas las variables medidas.

Por muy extranjero  que uno sea, no es normal que la apertura de una cuenta en un banco brasileño pueda demorar tres meses. ...de continuas discusiones, conversaciones y contrastes de documentación y pareceres con un amplio espectro  de empleados, a cual  más sorprendido por eso mismo, porque a un extranjero se le ocurra abrir una cuenta precisamente en esa sucursal. ¿Para qué querrá un extranjero una cuenta corriente?

Y es que los jóvenes brasileños obtienen sus peores resultados en los índices relacionados con  la  adquisición y uso de la información. La falta de cintura y flexibiliddad en negociaciones de todo tipo tiene algo que ver con eso. La incapacidad para argumentar, incorporando las aportaciones del  interlocutor al debate, es lo que  convierte cualquier conversación en un número  indefinido de monólogos. La  sinuosidad de  la duda, el  arte de la  rectificación, la sutileza de la  fuga, la  victoria de la  síntesis, es inútil  buscarlas en el horizonte intelectual brasileño presente, y no parece que vayan a surgir en el futuro, al menos inmediato.

Además, conviene añadir  que esos son los resultados del  informe PISA, pero que hay un 20% de adolescentes brasileños que ya no  forman parte de esa estadística, porque ingresaron  en la todavía más  desalentadora del  abandono escolar, ahí por los quince años, más  o  menos. Esta es la demostración de que la pobreza no  es una situación personal, sino social, porque analizada desde el punto  de vista educativo, estamos ante la más formidable pescadilla mordiéndose la cola más gorda que pueda imaginarse: la desigualdad de oportunidades ocasiona y es generada por la desigualdad en el  acceso a la educación. Por eso  la reacción más generalizada fue la  indiferencia, cuando el  Ministerio  presentó hace poco su Plan Nacional de Educación, repitiendo los mismos objetivos que el presentado hace diez años, que había sido  perpetrado,  prácticamente, por los mismos senadores que ahora vuelven a la carga sin molestarse en hacer referencia alguna a los  objetivos no conseguidos por el Plan anterior.

No negaré que el mismo informe comentado aquí,  suscitó en la prensa nacional  bastante alborozo  y  hasta algunas alaracas oficiales:  constataba que no se había retrocedido. Quizá por eso los  sueldos de los  profesores siguen siendo menos  de la  mitad que los de otros profesionales igualmente cualificados, las aulas siguen estando masificadas, las horas diarias lectivas siguen siendo entre 3 y 4, los días sin clase son también sin cuento... Y así seguirán las cosas, al  menos  hasta que se tomen las medidas imprescindibles para que Brasil no  siga invirtiendo, por alumno de enseñanza media, un quinto  de lo que invierten los demás países de la  OCDE.

Por todo ello no  se puede menos que convenir con los sectores más dinámicos de la sociedad brasileña, que  critican abiertamente el  conformismo de la administración en materia de objetivos  educativos, en que hay en marcha un mecanismo perverso,  que crea fuerza de trabajo sin cualificar para labores que serán pagadas con sueldos de miseria, mientras las élites, que lo mantendrán en funcionamiento, se educan en el exterior. Y esto es un défict de democracia y una falta de solidaridad peligrosa. Porque el país avanza a marchas forzadas hacia una situación en la que la  preparación de sus cuadros profesionales se revela un arrma estratégica imprescindible parara competir con China, Rusia o India, por hablar solo de los nuevos tigres de la escena internacional.

Es posible que en Europa no  se haya sabido  reaccionar con la celeridad debida ante el fenómeno de la inmigración y  los nuevos parámetros y valoraciones que aporta al fenómeno de la educación. En España todavía dudamos  en algunos aspectos,  vacilamos en otros y hasta parecemos desentendernos de la enseñanza pública, dejándola por imposible. Hacemos mal. Por crítico que sea el momento solo  cabe apoyarla persiguiendo  una igualdad de oportunidades siempre utópica, pero a la que,  en determinados momentos de nuestra historia última, hemos sido capaces de aproximarnos en un esfuerzo que tenemos que sostener.

Y de todos modos, otra cuestión es cuánto  resulta razonable preocuparse por estas cuestiones, porque el  carnaval  ya está  a la vuelta de la esquina y como nos pongamos a examinar a los   finlandeses de eso...

Fotografías de: Rosa Gauditano, Rogerio Reis y Milton Guran.

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