En uno de esos cualesquiera viajes de avión, me pongo a ojear distraídamente un revista (la brasileña Veja, para ser precisos). Y encuentro en ella un editorial de los que sacuden cualquier siesta. En él se venía a exponer, sin anestesia ninguna, la siguiente teoría. Los regímenes comunistas mantuvieron a sus ciudadanos tras el telón de acero, además de con otras acciones u omisiones igualmente reprobables, no permitiéndoles acceder a los pasaportes y visados necesarios que les darían a conocer el mundo exterior y, previsiblemente, a compararlo con el que les había tocado vivir. Eso lo entendía el autor como un factor de represión política por ignorancia, que, en Brasil, las clases dominantes no tienen ni que molestarse en aplicar. No, la educación, según Veja, es tan mala que el brasileño no sale, no sabe cómo, no alcanza el nivel de curiosidad que lleva a otros pueblos a mezclarse con el resto del mundo y formar parte de las democracias más avanzadas. Lo que se interpreta como una situación políticamente represiva y socialmente frustrante, además de las carencias competititvas que pudieran comprometer el futuro brasileño, frente a otras potencias igualmente emergentes.
Algún atisbo de semejante situación había tenido yo en mi vida cotidiana, pero como también se encuentra lo contrario, pues ya no sabe uno a qué atenerse. La realidad es que en este espectacular despegue económmico del gigante sudamericcano, nada da a entender que el acceso mayoritario de la población a mejores niveles de renta vaya a producirse vía educación. O sea, que no se producirá.
Para esclarecer el asunto, nada como acudir a PISA el informe, no la ciudad, que tantos disgustos ocasiona también a nuestro líder en España. Es verdad que parece conveniente una cierta melancolía para alcanzar los primeros puestos en la clasificación por países, y sus niveles educativos, que elabora ese informe. Es verdad que en Finlandia o Corea todo parece invitar al estudio. Pero esta alegria brasilera que sitúa al país en el puesto 53º, sobre un total de 65 examinados, parece también excesiva en los tiempos que corren. Indonesios, mexicanos o turcos, todos ellos con rentas per cápita por debajo de la brasileña, les superan ampliamente en todas las variables medidas.
Por muy extranjero que uno sea, no es normal que la apertura de una cuenta en un banco brasileño pueda demorar tres meses. ...de continuas discusiones, conversaciones y contrastes de documentación y pareceres con un amplio espectro de empleados, a cual más sorprendido por eso mismo, porque a un extranjero se le ocurra abrir una cuenta precisamente en esa sucursal. ¿Para qué querrá un extranjero una cuenta corriente?
Y es que los jóvenes brasileños obtienen sus peores resultados en los índices relacionados con la adquisición y uso de la información. La falta de cintura y flexibiliddad en negociaciones de todo tipo tiene algo que ver con eso. La incapacidad para argumentar, incorporando las aportaciones del interlocutor al debate, es lo que convierte cualquier conversación en un número indefinido de monólogos. La sinuosidad de la duda, el arte de la rectificación, la sutileza de la fuga, la victoria de la síntesis, es inútil buscarlas en el horizonte intelectual brasileño presente, y no parece que vayan a surgir en el futuro, al menos inmediato.
Además, conviene añadir que esos son los resultados del informe PISA, pero que hay un 20% de adolescentes brasileños que ya no forman parte de esa estadística, porque ingresaron en la todavía más desalentadora del abandono escolar, ahí por los quince años, más o menos. Esta es la demostración de que la pobreza no es una situación personal, sino social, porque analizada desde el punto de vista educativo, estamos ante la más formidable pescadilla mordiéndose la cola más gorda que pueda imaginarse: la desigualdad de oportunidades ocasiona y es generada por la desigualdad en el acceso a la educación. Por eso la reacción más generalizada fue la indiferencia, cuando el Ministerio presentó hace poco su Plan Nacional de Educación, repitiendo los mismos objetivos que el presentado hace diez años, que había sido perpetrado, prácticamente, por los mismos senadores que ahora vuelven a la carga sin molestarse en hacer referencia alguna a los objetivos no conseguidos por el Plan anterior.
No negaré que el mismo informe comentado aquí, suscitó en la prensa nacional bastante alborozo y hasta algunas alaracas oficiales: constataba que no se había retrocedido. Quizá por eso los sueldos de los profesores siguen siendo menos de la mitad que los de otros profesionales igualmente cualificados, las aulas siguen estando masificadas, las horas diarias lectivas siguen siendo entre 3 y 4, los días sin clase son también sin cuento... Y así seguirán las cosas, al menos hasta que se tomen las medidas imprescindibles para que Brasil no siga invirtiendo, por alumno de enseñanza media, un quinto de lo que invierten los demás países de la OCDE.
Por todo ello no se puede menos que convenir con los sectores más dinámicos de la sociedad brasileña, que critican abiertamente el conformismo de la administración en materia de objetivos educativos, en que hay en marcha un mecanismo perverso, que crea fuerza de trabajo sin cualificar para labores que serán pagadas con sueldos de miseria, mientras las élites, que lo mantendrán en funcionamiento, se educan en el exterior. Y esto es un défict de democracia y una falta de solidaridad peligrosa. Porque el país avanza a marchas forzadas hacia una situación en la que la preparación de sus cuadros profesionales se revela un arrma estratégica imprescindible parara competir con China, Rusia o India, por hablar solo de los nuevos tigres de la escena internacional.
Es posible que en Europa no se haya sabido reaccionar con la celeridad debida ante el fenómeno de la inmigración y los nuevos parámetros y valoraciones que aporta al fenómeno de la educación. En España todavía dudamos en algunos aspectos, vacilamos en otros y hasta parecemos desentendernos de la enseñanza pública, dejándola por imposible. Hacemos mal. Por crítico que sea el momento solo cabe apoyarla persiguiendo una igualdad de oportunidades siempre utópica, pero a la que, en determinados momentos de nuestra historia última, hemos sido capaces de aproximarnos en un esfuerzo que tenemos que sostener.
Y de todos modos, otra cuestión es cuánto resulta razonable preocuparse por estas cuestiones, porque el carnaval ya está a la vuelta de la esquina y como nos pongamos a examinar a los finlandeses de eso...
Fotografías de: Rosa Gauditano, Rogerio Reis y Milton Guran.
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