domingo, 27 de febrero de 2011

¡DESFILEN YA, COÑO!




El inefable.
Aunque cada vez con menor  intensidad emocional, siempre estaremos celebrando el  aniversario de aquel famoso golpe de estado que  intentó Tejero, cuando llegue el  23 de febrero, y así, hasta llegar al ripio irreverente,  pasado ya, y bien pasado, el susto. En alguna de esas celebraciones es posible que hasta nos cuenten lo  que estamos hartos de saber y todos jugamos a ignorar.

Pero, dejando  a la  historia cuidar de su atormentada y evasiva memoria, me atrevo a pedir una conmemoración de la  efeméride con un Día Nacional  del Cabreo, un día en el  que cada español se pueda dirigir a los medios de comunicación, o al  mismísimo Congreso, expresando su cabreo, la  urgencia que le provoca alguna situación pública, política, que no acaba de digerir. Dejemos por un día aflorar ese  guardia civil que, dicen,  todos los españoles llevamos dentro. Unos mandarán sentarse a unos, otros dejar de hacer el chorizo a otros... y yo :  que desfilen unos cuantos hacia la puerta de salida, por entender que ya pasó su oportunidad.

Empezando por el  Señor  Zapatero. Sí, váyase, devuelva a Sonsoles a las  tierras altas leonesas y haga feliz, al menos, a una española, ya que poco pudo con los otros cuarenta y tantos millones (por no hacer sangre ahora con su promesa de aliar a todas las civilizaciones del planeta, en astral conjunción que vocearon sus vestales). Su proyecto de refundación lingüística de la realidad ha fracasado. No bastaba con afirmarlo para que se articulara España, anunciar los brotes verdes no revitalizó el estragado arbusto  de la  economía patria, las  palabras altisonantes no fueron escuchadas ni en Europa, Moratinos no pasó de Ceuta en su panarabismo, las señoras no se pusieron a parir por los incentivos fiscales, ni llegó la reclamada laicidad de la  educación, la violencia contra las mujeres aumenta con ministerio y sin él... Y los demás avances sociales de los que blasona, se extendieron a la  vez por todo occidente, los abandera la izquierda y los implanta la  derecha, sin mayor problema, del Guadalquivir al Elba.

Zapatero solo tiene un plan: aguantar y trasladar a los españoles, en primera persona, los datos que, con mayor o menor  fiablilidad, le adelanta el  FMI: que para el  2013 España estará creciendo otra vez por encima de la media europea. Si quiere le doy otro dato, igualmente decisivo en la  determinación del voto para las próximas elecciones: en 2111, todos  calvos... o no, visto que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.

Vestida por su enemigo.
Que se vaya también la  Chacón, por muy preparada que esté España para tener una presidenta, que ese no es el tema. La versión femenina de Zapatero, en su sinuosidad, situacionismo, feminismo de salón (de belleza), buenismo universal, vacieddad en el  discurso  y ciega determinación en la práctica, sería una puntilla demasiado cruel.

Todos estábamos dispuestos a creer en ella. Hasta que,  ya casada, empezó a escuchar los  cantos de sirena que sonaban, quizá en el propio  lecho nupcial... Y salió corriendo a la peluquería en una búsqueda de imagen sin fin, que la  tiene de tienda en tienda, buscando nuevas maneras de romper cualquier protocolo. Porque España está preparada para eso. Y para más, pero no conviene confundir lo posible  y lo conveniente.

Dicho sea de paso, todas estas señoras de la política en España. podrían estudiar un poco a Dilma Roussef, en lugar de hacerse tanto la mascarilla. Vestida por su sastra de siempre en Porto Alegre (igual  pudiera haber sido de Lagartera) y con una solución capilar que no requiere más mantenimiento que la ducha diaria, Dilma impacta por lo que es:  una extraordinaria trabajadora, dedicada a la  alta misión que  le  encomedaron las urnas. Porque ¿de dónde sacan tiempo nuestras políticas para tanto cambiar de trapo? No, no era la imagen, era el contenido, por mucho que Pepe Blanco siga empeñado en convertirse en el anuncio correcto del  político que soñó el filósofo Inerarity,  solo pasándose por la  esteticién cada dos por  tres.

Formales...
Pero,  sobre todo, y muy especialmente:  váya se señor Camps, porque eso sí que ya no hay quién lo aguante. ¡Qué talle, qué calva, qué  verbo; y sí, qué  trajes! Pero a este ¿de dónde lo sacaron? Ese cruce  del seminario tardío con la  temprana modernidad, ha generado monstruos en España, de todos los colores y tendencias, es  verdad.

Y no  confundir  el diagnóstico con el aplicable al  joven de los Costa, por muy valencianos que sean ambos: lo  de éste es un problema  de identidades cruzadas, que su hermano mayor podría arreglar con un  simple par de tortas. Si hubo o no  delito corresponde a la Justicia determinar, pero, más que por los trajes, yo buscaría  por las  fajas:  ¿quién les proveía, y en qué cantidades, esas prendas semiíntimas que les permiten aparecer en el Congreso Valenciano  como tubos de uralita?

...y de sport
La política tiene razones que el sentido común desconoce, pero la incoherencia verbal de Camps:  ese seminarista "amiguito del alma", junto al posmoderno, y crudo, "te quiero  un huevo", dirigidos a la misma persona, no  podía traer nada bueno. Intelectualmente, se entiende.

Y por terminar ese día de cabreo circunscrito al ámbito  de la política, añado solo  dos peticiones más, invocando la misma razón para aconsejar su marcha, la  estética:  Rajoy y Rouco, basta, por favor.

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