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¿Xavi Sancho? |
Amarrado al duro banco de cualquier galerada prisesca debería quedar, por tiempo indefinido , un tal Xavi Sancho que, sin muestras de pudor ni arrepentimiento alguno, firma la impagable pieza "Catedráticos de la 'modernez'" (totalmente sic ), en el diario de referencia, de fecha 08/02/2011 (no me queda paciencia para buscar el link).
Como los malos escritores son los más fieles portavoces de las miserias de una época (léase si no cualquier cosita de Pérez Reverte, por no andar indagando mucho); así este periodista, becario o consolidado, senior o junior, estrella o estrellado (que en todos esos niveles encajaría con soltura nuestro comunicador), refleja lo peor de una información cultural tan deficiente en nuestro país, que es incapaz de generar un debate público, vocaciones, correcciones a la oficialidad, orientaciones al sector privado... nada. Una crítica cultural de vuelo gallináceo, que solo alcanza a escarbar en la biblia neoyorquina para encontrar las migajas de gracia de quien nunca la tuvo, porque de las muchas cualidades que animan todos los días las páginas del Times, la gracia tontona y enrrollada como guiño a la tribu tontona y enrrollada, no es la principal ni mucho menos.
¿Porqué ocuparse de algo tan intrascendente? Como diría Cristiano Ronaldo, luz y espejo de la juventud, porque hay niños y necesitan ejemplos. Y porque ya está bien de que todo valga. El autor del artículo que comentamos toma la benemérita publicación n+1 (lo que ya le otorga un aire de enterao que parece hacerlo feliz) como referencia para llenar las líneas que le han pedido. Y, a través de ella, plantea los estudios que se están realizando sobre "la realidad de los modernos". Lo que parece ser increíblemente polémico: "... se editó un libro que trata sobre el asunto, What was the hipster", y, por favor, apunten todo esto para sustancia de sus conversaciones presentes y futuras, " eso no hizo sino extender la polémica de convertir en objeto de estudio la realidad de los modernos, once años atrás asociados por inercia con las subculturas juveniles, hoy ya casi convertidos en una casta cuyos orígenes parecen hallarse en el triunfo del neoliberalismo".
Tomen aire y ayúdenme a entender algo. Once años atrás comenzábamos el 2.000 y yo estaba en la lejana y oriental Manila; solo así resulta explicable que no me enterara de que, al ser moderno, formaba parte de la subcultura juvenil (a mi edad). Pero he preguntado a quienes permanecieron en Occidente y tampoco tienen noticia de esa extraña trasmutación que llevó a los modernos a transformarse en subcultura juvenil, momentos antes de convertirse en "casi" casta, gracias al triunfo del neoliberaliismo. Solo ahora consigo entender la trayectoria profesional y vital de Rodrigo Rato.
Aparte ese hallazgo, que, la verdad, ya intuía, he sabido que "una de la peculiaridades del libro" radica en ser "la transcripción del evento que precede a una serie de ensayos más o menos sesudos sobre el tema: desde las pugnas entre judíos ortodoxos y modernos en Brooklyn por la implantación de carriles bici hasta el diluido papel de la mujer en este universo".
Hay, efectivamente, un libro de pormedio. Y los lectores habituales de El País seguramente han adivinado que ese libro está próximo a publicarse en traducción al español (esperemos que no perpetrada por el propio Xavi). De hecho, es la portavoz de la editorial, Ana Pareja, la que da la puntilla al neonato afirmando que "puede llevarte a analizar con seriedad algo que a primera vista es absolutamente frívolo". O sea, la modernidad, ¿frívola?, pero ¿qué editorial es esa? Se lo digo: Alpha Decay (de verdad, sic).
A mi lo único que se me ocurre para explicar este disparate es que Ana y Xavi sean novios. Solo así entendería que un diario de prestigio se prestara a operaciones publicitarias tan soeces y, si me aseguran que lo suyo va en serio, hasta lo aceptaría.Que ambos formaran parte de un comando literario de Muchachada Nui también tendría su lógica, aunque seguiría sin tener gracia.
No siendo así, no puedo sino lamentar la deriva de ese periódico con el que todos aprendimos tanto y que tan caro nos lo está cobrando. Asumiendo que haya otros de los que ni hablemos, El País ha entrado en la patética -y vana- ilusión de continuar captando la atención de las sucesivas generaciones de españoles, para la cultura más cosmopolita. De ahí la audacia sin fin de Xavi, los melancólicos esfuerzos por imitar a Rolling Stone del otrora gran Manrique, o los pedos de monja de Boyero. Dejando a Juan Cruz pastorear la tercera edad que aún se mantiene fiel. Porque muchos nos estamos yendo, es verdad que al fútbol, pero nos estamos yendo. Y los jóvenes hace ya mucho que pasaron.
El clientelismo, la autopromoción, el amiguismo, la falta de pensamiento y objetivos, la pérdida de identidad... están creando un periodismo cultural sin sentido, en el que nadie cree, tras descubrir una y otra vez que solo encierra promociones de "los nuestros", o consignas "de los de arriba". La obsesión de trasponer al mundo de la cultura los usos y prácticas, que convierten en populares objetos o servicios de cualquier otra índole, no está ampliando su público, solo enajena a los que decidimos permanecer en ella pase lo que pase. Tanta exposición aplaudida por decreto, tanta película encumbrada por dinero, las instituciones culturales con bula para derrochar porque hay críticos en nómina, los libros que solo duran el tiempo de la promoción, los escritores con pasaporte de salvapatrias...y otros engaños a los ojos y a los corazones del siglo (con las inteligencias no pueden) están llevando a una profunda indiferencia por la cultura, casi tan olímpica como la que empezamos a sentir por la política. En España siguen demasiado enredadas.
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