domingo, 20 de marzo de 2011

Lío en Río.

El que se ha armado Obama, don Barack, en su visita a la capital  carioca. Y es que Brasil no  es para principiantes...

Vino  don Barack convencido, como  siempre, de que también entre los impresionantes morros de Río de Janeiro, acechaba la  historia; esta vez, para establecer una nueva americanidad que, basada en la igualdad entre países, la  proximidad y la buena voluntad, proporcione algún descanso a los planificadores económmicos USA, frente a los  resolutivos chinos que, sin molestarse en aprender samba, ni en hablar tontamente de  fútbol, ni en traerse a sus mujeres y niños de paseo, acaban con  el zurrón lleno.

Brasil puede con todo y cuando uno se rinde a esa evidencia y se deja  llevar, comienza a disfrutar. Por ejemplo, del  susto que se han llevado los americanos, con este viaje de su  presidente. Para empezar, eran los presidentes brasileños los que, conseguidas las credenciales, corrían a hacer cola en la  Casa Blanca para pedir audiencia. No así Dilma, que desde el principio y sin los mohines seudoizquierdosos de su antecesor, ni complejo  de ninguna clase, incluyó a Obama en su plan de márketing, y ¡vaya si le  ha sacado  partido a la visita! Obama venía como Shakira:  a llenar estadios, hacer caridad y repartir sonrisas. Pero Dilma le  tenía preparada una agenda de trabajo  sin concesiones,  falsas complacencias, ni gestos inútiles.

Para  empezar,  la almendra del viaje ha sido  el  paso por Brasilia, como no podía ser de otra manera, pero los americanos  intentaban evitar. Y ahí Niemeyer, y la  configuración que  dio al palacio de Planalto, impide cualquier frivolidad. Por la  rampa de acceso hasta la presidenta, solo circulan los que vienen a trabajar, así que Michele y las niñas, tan monas, se tuvieron que esperar a que la señora Dilma se dignara dirigirles un par de sonrisas, bien gauchas (Dilma Roussef es de Puerto Alegre), como diciendo: y a estas ¿a qué las traes? No se ha vuelto a saber de doña Michelle que, desilusionada, prácticamente ni se ha cambiado de vestido en todo el viaje.

Don Barack venía a hacer una oferta de cazabombarderos que Dilma no podría rechazar, pero la ha rechazado. No afloja, tampoco,  el americano: Dan Restrepo (su asesor de cintura americana para abajo, o sea, del  Canal de Panamá  a la Tierra del Fuego) todavía  anda retorciendo la sintaxis para explicar que, en ese caso, no  hay apoyo a Brasil en su ambición de formar parte del Consejo de  Seguridad de la  ONU, aunque resulte obvio que de todo se pueda hablar, y también que lo que hoy no es, mañana puede ser.

La señora Roussef ha sido  aceptada por los brasileños con cotas de popularidad iguales s las de Lula en sus primeros tres meses. Y lo consigue sin dar  tres cuartos al pregonero: no sube los  intereses para luchar contra la inflación, pero reduce la  inversión pública para desesperación de su  partido, y aunque aumenta el salario mínimo, no la hace en la cantidad que pedían los sindicatos. Así que a Lula solo le  queda el  recurso  al pataleo: no ha querido  ir a comer con este señór tan simpático, a pesar de que Dilma invitó a todos los expresidentes. En esa línea, también ha prohibido al Secretario de Movimientos Sociales de su partido, Wanderley Silva, que montara ninguna manifa a Obama con estridencias maoistas y sandeces nacionalistas varias. Todos quietos, que ella controla y en ella confían ya los brasileños. Así que sus actuaciones resultan contundentes y convincentes.

Y si  los americanos quieren parte del iguazú petrolífero descubierto frente a Río, precisamente, pues ya pueden ir olvidándose de su subvencionado athanol de maiz y comprando el  brasileño de caña. Con la misma firmeza ha respondido Obama, desde luego, pero eso ya se esperaba. Agenda de  trabajo, además, con final anticlimático, porque no se ha querido dar rueda de prensa conjunta; que a doña Dilma, en el fondo, lo de Libia tampoco le gusta, aunque se haya abstenido en la votación del Consejo de Seguridad. Y Lula  comiéndose las uñas en su pueblo.

La  sombra de Dilma no será alargada, pero como ensanchada sí que lo es , desde luego, llega a Río. Donde manda Sergio Cabral,  gran amigo y colaborador de Lula y que, como buen lehendakari, se había montado  una orgía de representatividad internacional... que la sombra de Dilma no  ha dejado brillar. Obama quería anunciar una nueva era para las américas en la plaza de Río, nada menos, ante tropecientos mil  brasileños enfervorizados, que el gobernador Cabral  parecía dispuesto a agenciar. Pues de eso nada: al teatro, en una recepción bastante cursi, llena de actrices y actores (aunque no he visto a Willy Toledo reivindicando nada: ¿cuestión de seguridad, de agenda?) Antes de eso, la visita a la  favela Ciudad de Dios también ha sido bastante sosa y, sobre todo,  breve. Así que el encuentro de Obama con el pueblo brasileño tendrá que esperar, sin que el pueblo brasileño haya dado muestra alguna de impaciencia. La agenda cultural  que proponían los americanos ha quuedado oscurecida por la mucho más económica de Dilma.

Y no sé  si con tanto cambio e imprevisto, Obama habrá tenido que rehacer su dicurso en el famoso  Air Force One, de camino a Río, pero le  ha salido  bien flaco, como dicen los  brasileños. Dedicar tanto espacio a la manida canción de Jorge Bem, con sus bendiciones divinas y bellezas naturales, ya huele. Y muy forzado el paralelismo entre los estados unidos de América y de Brasil. Hasta Colón, sin nombrarlo, se ha remontado el prócer y, desde entonces, todo no  ha sido otra cosa sino un asombroso y sostenido esfuerzo hacia la libertad de los pueblos americanos. Con ligeros contratiempos dictatoriales, pero aquí está Brasil para dar ejemplo a los árabes sobre cómo se libra uno de sátrapas indeseables, sin morir en el intento. Y ¡cómo ha celebrado don Barack la concesión a Río de las olimpiadas! Sobre todo, no ha ocultado, porque aspira a que sean los americanos los que organicenn el tinglado. Pero ahí sí le  aseguro yo, señor Obama, que ha metido su bien torneada pierna:  no es Brasil un país al que se pueda venir a enseñar nada.

Mientras, Dilma pasaba el  domingo en Brasilia, con su madre, la tía y la hija, con las que vive,  haciéndose todas las uñas para no tener que pensar en esas futesas durante la  semana, y de paso, comentando la poca gracia de esa Michelle , que a qué habrá venido.

Patatas a la importancia.

El diario El País, en cumplimiento de su ya irrenunciable e histórica misión, ha ofrecido  estos días, con su proverbial imparcialidad,  otra equilibrada visión de las dos Españas.  Es verdad que en este envite le  va mucho  a su empresa editora, además. Así que, quizá a falta de material noticiable  y  opinable de entidad en la  parca realidad  mundial  de estas dos semanas últimas, ha abierto  sus  páginas a una de esas cuestiones que, de verdad, vertebran la cultura de la  aldea global y absorben el interés de los líderes mundiales: el Instituto Cervantes, ¿defiende la lengua española mejor ahora que antes o antes que ahora?

Rompen el  fuego quienes denuncian "la debilidad actual del  español" ( http://www.elpais.com/articulo/opinion/debilidad/actual/espanol/elpepiopi/20110303elpepiopi_5/Tes) y  lo  hacen con timbales y trompetas históricos, alistando entre sus huestes, nada menos que a Felipe Gonnzález, quien, según  estos señores, habría  creado el Instituto Cervantes, "para defender la lengua española en el  mundo".  Estos, que cuando dejan de estar integrados se vuelven apocalípticos, ¿quién, o qué, creerán que ataca a la lengua española? Porque no  lo aclaran, aunque insisten mucho en eso, en que  "hay que defenderla".

Las patatas a la importancia, sabio plato  con el que que las madres de la posguerra española  trascendían la  humildad  del tubérculo, convirtiéndolo en plato principal, mediante la mágica trasmutación operada por la salsa verde, reflejan mejor que nada, los delirios de grandeza de quienes, cuando  las  tenían , no supieron  mostrar tanto  respeto, menos aun eficacia, en el desempeño de sus responsabilidades. Lamentan la  deriva de la lengua española en la Unión Europea, su  falta de peso en la oficina  de patentes, la  muerte de Manolete y el 5-0 del Barcelona al Madrid: "es el resultado  de una política preocupada solo  por la aritmética de Parlamentos..."

Lo chusco es que los movimientos que de forma difusa, parcial y bastante desinformada, denuncian en la Unión Europea, se produjeron, en sus fases decisivas,  con el primer Zapatero que colocó a todos ellos en diferentes niveles del Cervantes, todos ellos  bajo, y les puedo asegurar que estaban muy "bajo", la simpar égida del poeta  que se  laureaba a sí mismo. No se oyó ninguna voz con estos ecos en aquellos tiempos. Claro, entonces estaban plugged, y ahora se han quedado unplugged,  y ya sabemos cómo suena todo de diferente en una u otra condición.

Esa labor de defensa del idioma, sagrada misión a la  que, aparentemente, ya  no  pueden renunciar, les lleva a ataques  preventivos contra todo  lo que se mueve en el  exterior: el Ministerio de Asuntos Exteriores, la  AECID (sobre la que tampoco  parecen muy bien informados), los diplomáticos ,  cuya ausencia en actos culturales les produce "sonrojo" (a mi, personalmente, lo  que me sonroja es su presencia, pero  ya sabemos que hay gente pa tó). Vamos, que tras intentar el asalto al palacio de invierno de las competencias diplomáticas,  y fracasar estrepitosamente en el  intento, ahora "están verdes": unos clásicos, estos ex-.

A los fogones del  Cervantes ya hay un nuevo equipo que se aplica  a rebozar las  nuevas patatas a la  importancia. Y  también  tienen algo que decir, no faltaba más, mientras sigan plugged... :http://www.elpais.com/articulo/opinion/vitalidad/actual/espanol/elpepiopi/20110317elpepiopi_5/Tes. Estos, en cambio, piensan que "nuestra lengua vive su mejor momento histórico". Y yo me pierdo, porque no alcanzo  a discernir  los parámetros por los que se rige la bondad o carencias del momento  histórico (otra bonita noción para destripar...) que viven  las  lenguas. Mucho  menos cual sea la  incidencia del Instituto Cervantes en esos vaivenes. Patatas a  la  importancia  de que se alimentan quiénes siguen afirmando,  sin sonrojarse, que el  español  avanza  en  USA gracias al impulso  que recibe desde la calle  Barquillo, de Madrid. Solo  un punto de pausa y reflexión: ¿porqué, en el más evidente mercado potencial para el  español,  como son los Estados Unidos, solo hay dos Institutos Cervantes y medio? A partir de respuestas así se construirían estrategias más eficaces, francamente,  que las  surgidas de tanta palabrería.

 A cualquier  argentino, más  aún a cualquiera de los  "hijos de Sánchez" en los  territorios del norte, las patatas a la importancia   pueden resultarles esomagantes,  si compartimos con ellos la  razón, secreta  hasta ahora (al  menos yo no la  conocía), de  la  existencia del  Cervantes. Se dice desde la nueva ortodoxia de la casa que "el Instituto Cervantes existe para hacer frente a los  retos que este gran patrimonio cultural y  político que es el español tiene por delante".  Este donado hablador,  tras diez años  de trabajo en la trinchera,  seguía ateniéndose a sus Estatutos  Fundacionales para entender que "El Instituto Cervantes es la institución pública creada por España en 1991 para la promoción y la enseñanza de la lengua española y para la difusión de la cultura española e hispanoamericana", y asumiendo con denuedo el imponente reto de mejorar cada día en el cumplimiento  de esos objetivos.  Pero  ya se ve lo lejos que anda el  donado  hablador de las  cocinas.

Oigan, el Instituto Cervantes es una benemérita institución que, si la sagacidad de Felipe González no  hubiese creado, tendríamos que estar dando vueltas a cómo la poníamos en marcha.  En ella trabajan cientos de personas que encienden las luces de sus instalaciones todas las mañanas, en los  cinco continentes, para poner en marcha una excelente maquinaria de enseñanza de la lengua y difusión de la cultura en español, lengua bastante universal, sí.

Los trabajadores:  profesores, administradores, gestores culturales, auxiliares, bibliotecarios..., españoles y  de  otros 56 países más (por lo menos), garantizan la continuidad de los objetivos y tareas asignadas, procurando hacerlos compatibles con las ilusiones y obsesiones de los "paracaidistas"  que las elecciones al Parlamento  de la nación española, les deparan cada cuatro añós, más o menos, en los puestos  de designación directa. Por cierto, rutina jamás discutida por aquel adalid de "las buenas prácticas", que la poesía recuperó,  con  consecuencias imprevisibles para su futuro, -el de ambos...-.

Su labor es técnica,de resultados quizá  irregulares, puntualmente discutibles, de enorme calidad en algunos desempeños, con logros  demostrables en campos de su competencia, como la enseñanza de segundas lenguas, y éxitos en la divulgación cultural que desafían la lógica de los presupuestos  con que se consiguen. Los trabajadores de la  casa, en los  cinco continentes, no  van con yelmo, escudo ni  adarga a sus despachos y aulas; solo con la vocación de ocuparse en lo  que, a muchos de ellos,  les gusta:  la preparaciónn de las clases, la elaboración de planes que ayuden a la venta de las mismas, que luego hay que impartir, también promocionar y administrar. Entre otros oficios y tareas que ayudan a crear contexto: las bibliotecas que prestan servicios a quienes los  solicitan, la divulgación cultural que señala la  presencia de cada Instituto en su ciudad. Todo eso hace del Instituto Cervantes algo más que una academia de lenguas. Entidad, en todo caso, de la que se hallaría mucho más próximo que de las labores impuestas por la espada y la  cruz, que tantos  parecen añorar.

Así que parafaseando a los clásicos y en particular al primero  de todos en  nuestra lengua, al  Cid,( curioso mercenario aquel, por cierto), terminaré diciendo del Instituto  Cervantes lo  mismo  que el  juglar, de Don Rodrigo: ¡qué buen caballero cuando tiene  buen señor!  

sábado, 12 de marzo de 2011

Shikatu ga nai.


Espero no estar errando  mucho más  de lo razonable si con ese título resumo , ¡en japonés!, lo  que parece ser una actitud japonesamente asumida frente a los desastres: algo como, ¡qué le vamos a hacer!

Con esta proclividad que mostramos los  españoles a erigirnos en protagonistas de todo  lo  que ocurre (si  son desgracias, casi mejor), pronto aparecerá en algún medio el  previsible "todos somos japoneses". Yo no, vaya por delante. Ni aunque me empeñara alcanzaría diez minutos de japonesidad; ni estando dispuesto, que ya sería estar, a cambiarlos por una úlcera de estómago. Porque ver al Fujiyama arrancarse por bulerías y mantener impasible el ademán, no es cosa que esté a mi alcance. Y no deja de ser admirable el estoicismo con el que millones de japoneses son capaces de contemplar la tragedia de sus compatriotas; sobre todo porque, lejos de inhibir la  acción, esa serenidad parece precipitarla, ordenarla y hacerla más eficaz.

Un terremoto de las proporciones del ocurrido estos días sobrepasa  límites geográficos,  fronteras políticas,  cimientos culturales y hasta las convicciones personales, colocándonos, inexcusablemente, ante la  fuerza de lo inevitable. Y, no está  de más señalar, retransmitido en directpo por todas las televisiones del mundo. Así que terremoto a todas horas, si el  anuncio de la dimisión de Zapatero no coge el relevo de la actualidad en las próximos días. Por cierto, igual  no era mal momento, este en el que la luna se acerca más que nunca a la tierra... ¿no, Leyre: cómo  van las conjunciones astrales?

Las imágenes que nos sirven todas las cadenas conectan de manera espectacular, tal vez obscena, desde luego dramática, con las que el  cine nos provee continuamente. Yukio Mishima definía la  belleza como "un caballo desbocado" y  no  es posible hurtarse a la sobrecogedora belleza de las olas de diez metros, lanzadas a 800 kilómetros por hora, ni a la de la ruina que deja  su paso en las ciudades costeras. Hasta la negra columna de humo que surge de la central nuclear y las fieras torres de fuego, se yerguen ante nosotros con una siniestra y amenazadora belleza. Como los  barcos por la  calzada, en insólita conversación con los coches y hasta con los aviones, los montones de automóviles calcinados, que ni Demian Hisrst ordenaría  tan artísticamente; las escenas que Ridley Scott ni soñó,  las espirales land-art  que Robert Smithson nunca logró hacer tan dinámicas, la tensión transmitida que James Cameron nunca fue  capaz  de originar...

Ya hubiese querido  Mishima abrir en canal, con la espada que rasgó su vientre, las carreteras, puertos y ciudades del imperio . Como en sus delirios filosóficos, la acción pura, desencadenada por  la naturaleza, ha logrado  penetrar cuestiones eternas del Japón y de la humanidad toda. Él noveló, y hasta trató de vivir,  la fatalidad de lo sublime; el  terremoto  sobrepasa ampliamente los planteamientos de aquel  tardo-samurai  poniendo de manifiesto lo sublime de la fatalidad.

Las próximas semanas, meses y, desgraciadamente, años, viviremos, otra vez, las lecciones que Japón impartirá al  mundo. Algunas de las cuales no son nada desdeñables. Caerán en excesos  regulatorios (tipo, no dejar entrar perros rastreadores de otros países, o impedir la distribución de agua o  analgésicos no  japoneses) pero el coraje, la unidad y la comunidad de destino que mostraron tras la  Segunda Guerra Mundial, o en otras catástrofes naturales anteriores, y hasta en la caída de su economía en los años 90, volverán a brillar con el sol naciente.

A eso llaman, en inglés, resilience: la capacidad que tienen los materiales de recuperar su condición original tras el estrés inducido por algún agente externo. O sea, lo bien que recupera su forma original el  sillón, después de nuestra siesta. Y eso no se lo  niegan a Japón ni los chinos. Aunque para todo hay formas y, admirando la japonesa, no la  comparto ni aspiro a ella. Podrían alcanzar la misma recuperación del estado  original de forma más, me atrevería a decir, natural. No sé, quejándose alguna vez,  que tiene que tener unas somatizaciones muy malas para la salud,  esa cosa de no  alterar el  gesto aunque ¡te esté cayendo un edificio  encima!, o  un jefe, o la  ruina, o la bolsa de Tokio, o, como ahora, todo ello al mismo tiempo.

Aunque tampoco hemos de olvidar la diferente frecuencia de onda entre ser humano  y naturaleza, según la  cultura en que  sintonicen. Oriente y Occidente otra vez, que mira que somos raros todos. Aunque distintamente equipados para afrontarlo, ninguno de nosotros, de las antípodas a Ponferrada, se sustrae a la experiencia del sufrimiento. Y eso nos conmueve, aunque ocurra en Japón. La  pregunta no creo que sea ociosa: siendo el  terremoto, como la muerte, inevitable ¿cómo es que no  estamos mejor  preparados para hacer frente al dolor que causa?

Hay conferencias internacionales e investigaciones sobre todas las  calamidades posibles: sobre el  hambre, la proliferación nuclear, la devastación de la  capa de ozono... Pero  no  hay ninguna conferencia internacional sobre el sufrimiento, que procure avances en el  control de la  desazón que  causa a la  humanidad su relación con la  naturaleza, porque no es otra la fuente de nuestros sinsabores. Toda nuestra construcción cultural, con sus fundamentos en la antigua Grecia y sus últimos florecimientos en la moderna, no es capaz de mitigar el dolor y, menos aun, dar sentido a esa relación. Pero todo  va por barrios.

San Agustín consideró a la  naturaleza  fuera de la  Redención,  por tanto dentro del pecado, lugar del mal. Desafiar la ortodoxia establecida por los Santos Padres en este punto  esencial de la concepción del mundo, era panteismo, una cosa muy fea. Así que, en el ámbito occidental, ampliamente dominado  por el  cristianismo, la  alienación del  hombre respecto a la  naturaleza se fue completando  inexorablemente. La naturaleza, en su ferocidad incontrolada es lo opuesto a la razón. La misisón del buen cristiano es dominarla, sujetarla a razón y explotarla en consecuencia.  No formamos parte de la  naturaleza: lo humano es la  razón.

No es la misma concepción del universo la que anima a los japoneses evidentemente y, quizá, alguna ventaja nos llevan en ese terreno, si  ventaja es fundirse con el entorno y sentirse parte de un proceso irreversible que lleva a todo ser vivo a salir del estado de crisis que supone la vida y completarse en la perfección de la muerte. Sorprende en este contexto, la poca capacidad dela ciencia para explicar nada que sea importante. Lo que no quita para que lo que explica sea imprescindible.

Pero no se trata de abundar en un  ecologismo apocalíptico, en realidad, al servicio de lo que parece combatir. Se trata de alcanzar una cosmologia abarcadora, capaz de expllicar nuestros avances y el miedo insuperable a su consecuencias,  la mejora en las  condciones de vida sobre el planeta y la amenaza constante de su fragilidad, la imposibilidad de excluír el azar y la casualidad de las previsiones más fiables, al menos hoy por hoy. Entender que la mudanza es la única condición estable de nuestro entorno y el azar tan activo como la causalidad.

martes, 8 de marzo de 2011

Estrellas y estrellados.

Es sabido que  los tiempos de crisis  generan liderazgos  dudosos,  estrellatos tóxicos y doctrinas para echarse a temblar.  Pero aunque esté en la  teoría, no  veo la razón de aceptar esa situción, asumiendo al enemigo en casa, como si no se pudiera apagar la (mala) televisión y retomar la vida (propia) de cada uno. La de cada uno, vértigo que, hoy, ya empieza a parecer insuperable en amplios sectores de  población y, muy principalmente, en las clases medias.

Tiempo tendrán los que no la vivieron, de analizar nuestra crisis. Como  no  estaré para discutirlo en el momento, adelanto  ya algunas tesis que iluminen a las generaciones futuras (quién sabe si, quizá, también a las presentes) y  anime a sus líderes a un ejercicio más responsable de la autoridad. Porque ¿qué fue antes?, ¿la crisis económica o la otra, la de valores? Quizá la vanidad del  esfuerzo por llegar adónde no teníamos ninguna necesidad de ir,  nos dejó tan atontados que la crisis económica se nos coló por causa de la otra, por no saber qué  hacer con nuestras vidas, con nuestro tiempo libre, nuestros afectos, amores y horrores.

Algo  de lo  que nos  pasa nos mereceremos, después de haber encumbrado  a Mario Conde, a Torrente,  a  Raúl, Belén Esteban, el Dioni, a Jiménez Losantos, a Umbral, a Pérez Reverte, a Paquirrín, al novio de su madre, a la ex de su padre, a los giles y ruizmateos, a Carmen Machi  y sus abominables creaciones, a Esperanza Aguirre y a Mouriño, cuyos destinos la presidenta ha unido hasta la muerte (¿con el consentimiento del  portugués?)... En fin,  tantos líderes de opinión que nos fueron imponiendo, unos, soltar los botones de la manga de las chaquetas (a los que utilizan chaquetas con esa particularidad); otros, la necesidad de enriquecerse aunque sea sin escrúpulos; quiénes, la  procacidad  en el  lenguaje como marca de caráccter; o las  camisas inexplicables, las barrigas indecentes,  el tartufismo  santurrón y delincuente. En general, si nos fijamos, una insoportable tendencia al  cabreo, el exabrupto y la ordinariez de esta España nuestra, a la que solo le hacía falta la llegada del padre Maciel, para acabar de confundir a las gentes de bien, que, justo es decirlo, mostraron un arrojo en la confusión más propio de otras causas, ¿verdad, señora Botella?.

Parece como si el  arte de vivir, eso  que El País ya denomina, sin pudor, "estilos de vida" y  hasta de vez en cuando  se atreve a llamar life style, se hubiera reducido a convertirnos en la imagen de alguna de las estrellas del momento. La que sintamos más próxima. Pero de soñar esa imagen también pueden resultar pesadillas: compárese, si no, a Sergio Ramos con Beckam. O a Ophrah con María Teresa Campos... Podríamos seguir.

Si alguien piensa que Carmen Lomana tiene algo que ver con la elegancia, quizá se haya sentido estremecido  por los deslices de Galliano. ¿Y éste, quién es? Ahora todo el mundo se preocupa  por sus opiniones, como si sus creaciones llevaran años ocupando nuestros armarios, pero Dior bien a gusto se lo ha quitado de encima.

Esto de la moda, por ejemplo,  ¿importa a alguien más que a las periodistas que se dedican a ella? Sin Meryl Streep, Anna Wintour nunca hubiera sido nada, y a su anonimato  ha vuelto. Si somos serios, ¿McQueen marcó  una época? Puedo entender que Jhon Lennon se sintiera más importante,  o  igual, que Jesucristo, pero  nunca creeré que Mel Gibson sea su representante en la tierra.

La  televisión se ha convertido en una especie de elcorteinglés proveedor, y sustentador, del individualismo democrático que nos  aconseja hacer, sin tregua posible, lo  que nos  venga en gana. Baja uno al metro y le asaltan simulacros de todas las comedias televisivas que aparecen en la parrilla. El mariquita que empìeza se colocó un flequillo Glee, la  devoradora de hombres hace lo que puede imitando a Eva Longoria, lo de las chicas aquellas de New York parece que ya va en declive, pero no los pavos que se disfrazan de mad man.  El gesto  seudohosco del  doctor House se nos  hace hasta más  fácil de imitar. Hay un ejército de adolescentes dispuestas a comenzar cualquier duelo de baile, solas o con sus amigas más íntimas, contra cualquiera que se haya interpuesto en el  camino de cualquier chico que les de igual, eso sí, con el  gesto fiero aprendido en los high schools americanos.

A esto  llegó y no  sabemos cómo pararlo. Pero, felizmente, también veo  extenderse una cierta nostalgia de nuestro yo, ese interior, inalienable,  independiente, que muchos padres no encuentran en sus hijos y que a muchos hijos les reconfortaría descubrir en sus padres. Porque en esta materia, la transmisiónn es fundamental. Y no miremos siempre a la escuela. ¿Se imaginan a cualquier profesor compitiendo con el life style de Sheen en su famosa serie?, ¿qué puede hacer una profesora frente a la gracia infinita de Carmen Machi?, ¿debe el jefe de estudios, adoptar el role model de Risto Meijide para ejercer alguna forma de autoridad?


Yo no  pienso "divertirme hasta morir", porque ya fui avisado por Neil Postman, y  hasta creo necesario  redoblar la  vigilancia ante esa función reguladora de la moral, y  de todos los  valores sociales pasados y presentes (no se pierdan las  trampas de series como "Cuéntame" ) que ejercen los medios de masas y, con ellos, la caterva de modelos, más o menos disparatados, que propone esta modernidad nuestra.  Modelar una generación es hoy  más fácil que nunca:  la indumentaria, y otros imprescindibles de nuestro consumo diario, la regulan las series de televisión, lo mismo que el comportamiento y hasta el  lenguaje. Esto último es lo  más desazonante porque, a veces, se traducen los diálogos tan mal,  que se unen a las aberraciones lingüísticas que cometen, sin motivo aparente, las series nacionales.  El resultado de todo esto es que nunca fue tan difícil como ahora ser rebeldes: ¡ayudémosles!

(Dejo para otro día las  series de vampiros y su recomposición de la moral sexual de nuestros jóvenes. Es algo terrible).


domingo, 6 de marzo de 2011

...é carnaval!

En lugares muy diversos del mundo es carnaval, en Brasil es otra cosa. Bueno, la misma, pero sin perder el  tiempo, que a lo que vengo, vengo.

No hay una ciudad más hermosa en la tierra que Río de Janeiro, ni más sudamericana. Verdaderamente, Río concentra las esencias del imaginario atribuido a Sudamérica. Sus playas, los morros desafiantes, la vegetación excesiva surgiendo entre casas y coches, un cementerio aparece de repente, bellísimo, el  centro torrencial y desordenado, las cuestas sin piedad de Santa Teresa, palmeras y coqueros frente al mar, buganvillas desatadas, y esa dudosa simpatía de sus habitantes.

Encuentras uno de los blocos en  que se organizan los desfiles de carnaval, y el mundo se para. A cualquier hora del día o de la noche. No hay un plan de tráfico previo. Al menos el Ayuntamiento no lo hace público. Así que lo mismo puedes disfrutar de la música desenfrenada en un mar de caipiriña, que observar la alegria de los otros desde un  taxi, jurando en arameo mientras el taxímetro avanza implacable, también a ritmo de samba. Pero ¿qué necesidad hay de trasladarse a otro lugar cuando la música y el  baile inundan nuestro entorno? Así que a disfrutar. ¡Es carnaval!

Tengo al  turismo por una de las más terribles plagas que acosan a la humanidad, desde hace unos veinte años, aunque nadie quiera darse cuenta de ello.  También la  crisis nos empeñábamos en ignorarla, así que preparémonos. Y el  turismo en carnaval es  voyeur o, peor, exhibicionista, caro y, además, frustrante.

Invadir una ciudad en su fiesta mayor tiene algo de indecente. La colectividad se suelta el  pelo y es posible  que la  abuela fume, la mamá se tome una copa de más, el niño  haga streptease y el  padre, el  padre es capaz de vestirse de mujer. Y no  tenemos porqué ver todo eso, los que no pertenecemos al lugar. Igual  en Sanfermines, que en la Feria de Sevilla: quienes disfrutan son los lugareños, porque son los que saben qué es exactamente lo que están transgrediendo, y ese es el sentido último de la fiesta.

Objetivamente, Río en carnaval es difícilmente soportable, si no  eres carioca de nacimiento y profesión. O de Hamburgo, por oposición y contraste, que como no se enteran de nada, pues están tan a gusto creyéndose la mar de integrados. Los momentos de concentración en torno a la música impiden el movimiento, seis horas puede ser la media de tiempo invertida para ver un momento de samba de unos 30 minutos. Pasa el camionazo atronando la calle y te deja los tímpanos rotos, los pies molidos a pisotones, el cuerpo cubierto de sudor y una cierta sensación de ligereza, porque, probablemente, te habrán vaciado los bolsillos. Y si entiendes las letras de los sambas tradicionales, te vuelves a casa inmediatamente.

Nada diré de las delicias y asombros del sambódromo, porque ahi no me meten ni en cuba de caipiriña. Si las fallas no llenaron tus sanjosés, ni Disneyworld significó nada en tu juventud, el sambódromo te lo puedes saltar. En tonces ¿qué?, ¿qué es eso del  carnaval? Transgresión, lo es, sin duda. Pero, se plantea el europeo curioso, ¿qué es lo que queda por transgredir, en un Brasil, ya de por sí, predispuesto al exceso? Y ahí es donde hay que comenzar a desmontar prejuicios.

Los niveles de roce y comunión entre  los cuerpos de Río, nunca se dieron en  la  calle La Estafeta, doy fe de ello. Los de Pamplona, cualquiera lo sabe, no  somos así. Luego, hay un Brasil esencialmente conservador, ese que Europa desconoce, que se desmelena, sin medida ni remedio, en cuanto llega el  carnaval. Y la fusión de razas, esa tan admirada, en realidad se da, no solo, pero ahora. Es en estos días cuando los negros pastorean la  calle más que nunca, desbordan con sus caderas el control de los blancos y, como imaginan, los pocos ricos que han  quedado en la  ciudad se refugian en sus casas. Esto es de la clase  C para abajo. Los únicos médicos o  ingenieros que encuentra uno por la calle, saltando sin parar, eso sí, son los que vienen de Rotterdam.

Quizá la más exquisita celebración de la femineidad en su belleza, sensualidad, maternidad y demás facetas todas, ocurra en la Semana Santa sevillana. Lo digo para dar una idea, porque en Río es todo lo contrario. El carnaval  celebra al hombre. Ninguna fiesta es más de hombres que el  Carnaval brasileño, en el que hasta el  estereotipo de belleza femenino propuesto,  aparece condicionado por la ambigüedad que lo acerque al masculino. Es la S/Z de Roland Barthes, en un juego de papeles sexuales en el  que el protagonista es siempre el hombre, transgrediendo los límites de la corrección social que le obliga a asumir una rigidez que el  carnaval hace saltar en pedazos.

Sí, el carnaval es homo, pero no gay. Lo que requiere explicación. El gay que llega de Colonia dispuesto a vivir aventuras no acaba de encontrar lo que busca, que es, invariablemnente, lo que ya tiene en su fria tierra. Por lo que, en general, termina pagando lo que ni sabía que estaba comprando, a precios que nunca confesará de vuelta al trabajo.  Y es que  la  transgresión ocurre cuando menos se espera, es sutil y desenfadada, anónima y sin compromisos, surge al compás de la música, se ampara en el disfraz, se atrinchera en el alcohol, no busca ni procura satisfacciónn sexual, sino liberación social.

Como sé que la tesis, sin ser revolucionaria, causará cierta sorpresa, invoco en mi apoyo el número último de la brasileña revista Epoca, que trata el  tema extensamente, preguntándose porqué un carnaval tan así, da paso a un año de represión homosexual, que es el día a día brasileño.

En fin, podemos hablar de Darcy Ribeyro y sus investigaciones de antropología social, para encontrar, en muchas de las tribus indígenas que todavía pueblan Brasil, esa feliz fusión precivilizatoria, en la que cuerpos iguales se cruzan buscando, solo, placer.

Así que, irredentos seguidores y fans de Marisol, no pongais rumbo a Río, porque no vais a entender nada.

domingo, 27 de febrero de 2011

¡DESFILEN YA, COÑO!




El inefable.
Aunque cada vez con menor  intensidad emocional, siempre estaremos celebrando el  aniversario de aquel famoso golpe de estado que  intentó Tejero, cuando llegue el  23 de febrero, y así, hasta llegar al ripio irreverente,  pasado ya, y bien pasado, el susto. En alguna de esas celebraciones es posible que hasta nos cuenten lo  que estamos hartos de saber y todos jugamos a ignorar.

Pero, dejando  a la  historia cuidar de su atormentada y evasiva memoria, me atrevo a pedir una conmemoración de la  efeméride con un Día Nacional  del Cabreo, un día en el  que cada español se pueda dirigir a los medios de comunicación, o al  mismísimo Congreso, expresando su cabreo, la  urgencia que le provoca alguna situación pública, política, que no acaba de digerir. Dejemos por un día aflorar ese  guardia civil que, dicen,  todos los españoles llevamos dentro. Unos mandarán sentarse a unos, otros dejar de hacer el chorizo a otros... y yo :  que desfilen unos cuantos hacia la puerta de salida, por entender que ya pasó su oportunidad.

Empezando por el  Señor  Zapatero. Sí, váyase, devuelva a Sonsoles a las  tierras altas leonesas y haga feliz, al menos, a una española, ya que poco pudo con los otros cuarenta y tantos millones (por no hacer sangre ahora con su promesa de aliar a todas las civilizaciones del planeta, en astral conjunción que vocearon sus vestales). Su proyecto de refundación lingüística de la realidad ha fracasado. No bastaba con afirmarlo para que se articulara España, anunciar los brotes verdes no revitalizó el estragado arbusto  de la  economía patria, las  palabras altisonantes no fueron escuchadas ni en Europa, Moratinos no pasó de Ceuta en su panarabismo, las señoras no se pusieron a parir por los incentivos fiscales, ni llegó la reclamada laicidad de la  educación, la violencia contra las mujeres aumenta con ministerio y sin él... Y los demás avances sociales de los que blasona, se extendieron a la  vez por todo occidente, los abandera la izquierda y los implanta la  derecha, sin mayor problema, del Guadalquivir al Elba.

Zapatero solo tiene un plan: aguantar y trasladar a los españoles, en primera persona, los datos que, con mayor o menor  fiablilidad, le adelanta el  FMI: que para el  2013 España estará creciendo otra vez por encima de la media europea. Si quiere le doy otro dato, igualmente decisivo en la  determinación del voto para las próximas elecciones: en 2111, todos  calvos... o no, visto que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.

Vestida por su enemigo.
Que se vaya también la  Chacón, por muy preparada que esté España para tener una presidenta, que ese no es el tema. La versión femenina de Zapatero, en su sinuosidad, situacionismo, feminismo de salón (de belleza), buenismo universal, vacieddad en el  discurso  y ciega determinación en la práctica, sería una puntilla demasiado cruel.

Todos estábamos dispuestos a creer en ella. Hasta que,  ya casada, empezó a escuchar los  cantos de sirena que sonaban, quizá en el propio  lecho nupcial... Y salió corriendo a la peluquería en una búsqueda de imagen sin fin, que la  tiene de tienda en tienda, buscando nuevas maneras de romper cualquier protocolo. Porque España está preparada para eso. Y para más, pero no conviene confundir lo posible  y lo conveniente.

Dicho sea de paso, todas estas señoras de la política en España. podrían estudiar un poco a Dilma Roussef, en lugar de hacerse tanto la mascarilla. Vestida por su sastra de siempre en Porto Alegre (igual  pudiera haber sido de Lagartera) y con una solución capilar que no requiere más mantenimiento que la ducha diaria, Dilma impacta por lo que es:  una extraordinaria trabajadora, dedicada a la  alta misión que  le  encomedaron las urnas. Porque ¿de dónde sacan tiempo nuestras políticas para tanto cambiar de trapo? No, no era la imagen, era el contenido, por mucho que Pepe Blanco siga empeñado en convertirse en el anuncio correcto del  político que soñó el filósofo Inerarity,  solo pasándose por la  esteticién cada dos por  tres.

Formales...
Pero,  sobre todo, y muy especialmente:  váya se señor Camps, porque eso sí que ya no hay quién lo aguante. ¡Qué talle, qué calva, qué  verbo; y sí, qué  trajes! Pero a este ¿de dónde lo sacaron? Ese cruce  del seminario tardío con la  temprana modernidad, ha generado monstruos en España, de todos los colores y tendencias, es  verdad.

Y no  confundir  el diagnóstico con el aplicable al  joven de los Costa, por muy valencianos que sean ambos: lo  de éste es un problema  de identidades cruzadas, que su hermano mayor podría arreglar con un  simple par de tortas. Si hubo o no  delito corresponde a la Justicia determinar, pero, más que por los trajes, yo buscaría  por las  fajas:  ¿quién les proveía, y en qué cantidades, esas prendas semiíntimas que les permiten aparecer en el Congreso Valenciano  como tubos de uralita?

...y de sport
La política tiene razones que el sentido común desconoce, pero la incoherencia verbal de Camps:  ese seminarista "amiguito del alma", junto al posmoderno, y crudo, "te quiero  un huevo", dirigidos a la misma persona, no  podía traer nada bueno. Intelectualmente, se entiende.

Y por terminar ese día de cabreo circunscrito al ámbito  de la política, añado solo  dos peticiones más, invocando la misma razón para aconsejar su marcha, la  estética:  Rajoy y Rouco, basta, por favor.

sábado, 26 de febrero de 2011

"Información, espacio, control"

Tomo el  título prestado de la  brillante exposición que Muntadas ha presentado hoy en Sao Paulo. Es una exposición bien grande, con cinco  trabajos del  artista, que abarcan un arco vital tan significativo en su obra como el  que va de 1989 a la actualidad. On subjectivity y On Translation ya los conocía, de Estadios había oído hablar y me ha asombrado Alphaville ,  un  trabajo  tan sutil como torrencial sobre ese barrio de Sao Paulo, que agrupa un sinfin de promociones inmobiliarias bajo el signo y fórmula del condominio. Lo que da lugar a la extraordinaria reflexión del autor sobre la seguridad, el  orden y el  poder.

La exposición se muestra en las salas de la Estación Pinacoteca, bellísima extensión de la Pinacoteca del  Estado de Sao Paulo, una institución bastante ejemplar, para donde está (www.pinacoteca.org.br). Que, a su vez, presenta en estos mismos momentos Teoria, bella reflexión formal de Ignasio Aballi. Son dos proyectos muy diferentes: el  de Aballi creado especialmente para el espacio que lo alberga; el de Muntadas, la justa culminación de una trayectoria de más de quince años  en los que  ha trabajado por aquí, mezclando, con saber y arte, su cuestionamiento de los medios de comunicación con las claves de una sociedad compleja como la  brasileña. Los dos, eso sí, los financia nuestra Sociedad Estatal de Accíón Cultural. No es barato lo de Aballi, pero lo de Muntadas deja a cualquier calculadora echando humo.

Y el próximo jueves, el  Instituto Cervantes de la ciudad abre su exposición, Colección Fundación Coca-cola: 10 años de fotografía española , aunque también incluye vídeo. Santiago Sierra, Lara Almárcegui, Chema Alvargonzález... muy bonita exposición. Aquí es una colecciónn privada la  que se exhibe en un espacio público y no se puede disimular la generosiddad con que la Fundación Coca-Cola ha afrontado el  proyecto. Es bueno confesar que yo mismo lo he estado  desarrollando, por lo que pueda venir a partir de ahora.

Pues no acaba ahí la cosa. Porque ese mismo Instituto Cervantes (www.spcervantes2011.info ) presenta, junto con la  Fundación Arquitectura Viva, de Córdoba, a Antonio Cruz y a Paulo Mendes da Rocha, en un diálogo  cruzado entre la Universidad de Sao Paulo y  el propio Instituto Cervantes. Y  para que nada quede sin reseñar, también se presenta en la siempre  chocante capital brasileña, Millessimes , una muestra gastronómica con los primeros cucharas de nuestro panorama gastronómico.

Si el diario El País se hubiera enterado de todo esto, pueden imaginar los titulares. "Sao Paulo, abierta de piernas a la  penetraciónn del  arte español" (EP3); "Sao Paulo se rinde al arte español" (en el  diario); y "El esplendor y hondura del conceptualismo  español se exhiben en Sao Paulo" (Babelia). Felizmente, su último  becario salió de Brasil sin caer a la cuenta de ello. Y es que, para detectar "El (lento) avance del español en Brasil", le bastó dar una vuelta por un par de ciudades del litoral, sin considerar que la  grande Sao Paulo, con sus 30 millones de habitantes y centro económico y financiero de Latinoamérica, signifique gran cosa en el contexto brasileño. Así le quedó la pieza, publicada hace un par de días...

A lo que voy, que a ver si aflojamos con ese nacionalismo tontorrón que convierte cualquier acción de empresarios, futbolistas, artistas o cocineros, en heroicas conquistas e inigualables hazañas, siempre en la porfía de rendiciones incondicionales y éxitos sin precedentes. Que Muntadas, Aballi y todos los demás, no llegaron a dominar espacios expositivos tan importantes tras la prueba de ADN que los revelara como legítimos descendientes del imperio. La universalidad del lenguaje que logran nuestros artistas (los que la logran), se forja en la  tradición y, también, en el cosmopolitismo de su visión, en la ambición de sus preocupaciones y en su conexión con la  inquietud que recorre el planeta. La universalidad del idioma que nos une, también se alcanza por la misma vía: la conexión de tantos millones de hispanohablantes en una variedad de intereses que  va de los económicos a los culturales, políticos y sociales.

Reclamar el cese de un nacionalismo de suplemento dominical, no es incompatible con una llamada de atención sobre la importancia del control de la información, en el espacio de referencia,  que  hay que ejercer para alcanzar una mejor difusión de nuestras acciones y de las manifestaciones de nuestros artistas. Porque si los empleados de una institución española de cualquier ciudad del mundo, se enteran de lo que hace otra institución española en la misma ciudad, por la invitación de la instancia que acoge a ambas, pues no alcanzaremos nunca la optimización de la inversión que estamos obligados a ofrecer al contribuyente, ni la promoción que debemos a nuestros creadores.

La confluencia de acciones y acontecimientos descrita en Sao Paulo, para esta semana, no obedece a ningún plan predeterminado por todas esas instituciones que se dedican a la  promoción de la cultura española: ha ocurrido. Las posibilidades de rentabilizar la riqueza de imagen desalojada por acciones tan brillantes, no se le ocultarían a un francés, pero nosotros, mejor cada uno a lo suyo, y si a alguien se le ocurre plantear una coordinación que atraiga hacia los proyectos públicos la financiaciónn privada, pues a por él: ¿qué se habrá creído?, ¿qué pretenderá con eso?.