El diario El País, en cumplimiento de su ya irrenunciable e histórica misión, ha ofrecido estos días, con su proverbial imparcialidad, otra equilibrada visión de las dos Españas. Es verdad que en este envite le va mucho a su empresa editora, además. Así que, quizá a falta de material noticiable y opinable de entidad en la parca realidad mundial de estas dos semanas últimas, ha abierto sus páginas a una de esas cuestiones que, de verdad, vertebran la cultura de la aldea global y absorben el interés de los líderes mundiales: el Instituto Cervantes, ¿defiende la lengua española mejor ahora que antes o antes que ahora?
Rompen el fuego quienes denuncian "la debilidad actual del español" ( http://www.elpais.com/articulo/opinion/debilidad/actual/espanol/elpepiopi/20110303elpepiopi_5/Tes) y lo hacen con timbales y trompetas históricos, alistando entre sus huestes, nada menos que a Felipe Gonnzález, quien, según estos señores, habría creado el Instituto Cervantes, "para defender la lengua española en el mundo". Estos, que cuando dejan de estar integrados se vuelven apocalípticos, ¿quién, o qué, creerán que ataca a la lengua española? Porque no lo aclaran, aunque insisten mucho en eso, en que "hay que defenderla".
Las patatas a la importancia, sabio plato con el que que las madres de la posguerra española trascendían la humildad del tubérculo, convirtiéndolo en plato principal, mediante la mágica trasmutación operada por la salsa verde, reflejan mejor que nada, los delirios de grandeza de quienes, cuando las tenían , no supieron mostrar tanto respeto, menos aun eficacia, en el desempeño de sus responsabilidades. Lamentan la deriva de la lengua española en la Unión Europea, su falta de peso en la oficina de patentes, la muerte de Manolete y el 5-0 del Barcelona al Madrid: "es el resultado de una política preocupada solo por la aritmética de Parlamentos..."
Lo chusco es que los movimientos que de forma difusa, parcial y bastante desinformada, denuncian en la Unión Europea, se produjeron, en sus fases decisivas, con el primer Zapatero que colocó a todos ellos en diferentes niveles del Cervantes, todos ellos bajo, y les puedo asegurar que estaban muy "bajo", la simpar égida del poeta que se laureaba a sí mismo. No se oyó ninguna voz con estos ecos en aquellos tiempos. Claro, entonces estaban plugged, y ahora se han quedado unplugged, y ya sabemos cómo suena todo de diferente en una u otra condición.
Esa labor de defensa del idioma, sagrada misión a la que, aparentemente, ya no pueden renunciar, les lleva a ataques preventivos contra todo lo que se mueve en el exterior: el Ministerio de Asuntos Exteriores, la AECID (sobre la que tampoco parecen muy bien informados), los diplomáticos , cuya ausencia en actos culturales les produce "sonrojo" (a mi, personalmente, lo que me sonroja es su presencia, pero ya sabemos que hay gente pa tó). Vamos, que tras intentar el asalto al palacio de invierno de las competencias diplomáticas, y fracasar estrepitosamente en el intento, ahora "están verdes": unos clásicos, estos ex-.
A los fogones del Cervantes ya hay un nuevo equipo que se aplica a rebozar las nuevas patatas a la importancia. Y también tienen algo que decir, no faltaba más, mientras sigan plugged... :http://www.elpais.com/articulo/opinion/vitalidad/actual/espanol/elpepiopi/20110317elpepiopi_5/Tes. Estos, en cambio, piensan que "nuestra lengua vive su mejor momento histórico". Y yo me pierdo, porque no alcanzo a discernir los parámetros por los que se rige la bondad o carencias del momento histórico (otra bonita noción para destripar...) que viven las lenguas. Mucho menos cual sea la incidencia del Instituto Cervantes en esos vaivenes. Patatas a la importancia de que se alimentan quiénes siguen afirmando, sin sonrojarse, que el español avanza en USA gracias al impulso que recibe desde la calle Barquillo, de Madrid. Solo un punto de pausa y reflexión: ¿porqué, en el más evidente mercado potencial para el español, como son los Estados Unidos, solo hay dos Institutos Cervantes y medio? A partir de respuestas así se construirían estrategias más eficaces, francamente, que las surgidas de tanta palabrería.
A cualquier argentino, más aún a cualquiera de los "hijos de Sánchez" en los territorios del norte, las patatas a la importancia pueden resultarles esomagantes, si compartimos con ellos la razón, secreta hasta ahora (al menos yo no la conocía), de la existencia del Cervantes. Se dice desde la nueva ortodoxia de la casa que "el Instituto Cervantes existe para hacer frente a los retos que este gran patrimonio cultural y político que es el español tiene por delante". Este donado hablador, tras diez años de trabajo en la trinchera, seguía ateniéndose a sus Estatutos Fundacionales para entender que "El Instituto Cervantes es la institución pública creada por España en 1991 para la promoción y la enseñanza de la lengua española y para la difusión de la cultura española e hispanoamericana", y asumiendo con denuedo el imponente reto de mejorar cada día en el cumplimiento de esos objetivos. Pero ya se ve lo lejos que anda el donado hablador de las cocinas.
Oigan, el Instituto Cervantes es una benemérita institución que, si la sagacidad de Felipe González no hubiese creado, tendríamos que estar dando vueltas a cómo la poníamos en marcha. En ella trabajan cientos de personas que encienden las luces de sus instalaciones todas las mañanas, en los cinco continentes, para poner en marcha una excelente maquinaria de enseñanza de la lengua y difusión de la cultura en español, lengua bastante universal, sí.
Los trabajadores: profesores, administradores, gestores culturales, auxiliares, bibliotecarios..., españoles y de otros 56 países más (por lo menos), garantizan la continuidad de los objetivos y tareas asignadas, procurando hacerlos compatibles con las ilusiones y obsesiones de los "paracaidistas" que las elecciones al Parlamento de la nación española, les deparan cada cuatro añós, más o menos, en los puestos de designación directa. Por cierto, rutina jamás discutida por aquel adalid de "las buenas prácticas", que la poesía recuperó, con consecuencias imprevisibles para su futuro, -el de ambos...-.
Su labor es técnica,de resultados quizá irregulares, puntualmente discutibles, de enorme calidad en algunos desempeños, con logros demostrables en campos de su competencia, como la enseñanza de segundas lenguas, y éxitos en la divulgación cultural que desafían la lógica de los presupuestos con que se consiguen. Los trabajadores de la casa, en los cinco continentes, no van con yelmo, escudo ni adarga a sus despachos y aulas; solo con la vocación de ocuparse en lo que, a muchos de ellos, les gusta: la preparaciónn de las clases, la elaboración de planes que ayuden a la venta de las mismas, que luego hay que impartir, también promocionar y administrar. Entre otros oficios y tareas que ayudan a crear contexto: las bibliotecas que prestan servicios a quienes los solicitan, la divulgación cultural que señala la presencia de cada Instituto en su ciudad. Todo eso hace del Instituto Cervantes algo más que una academia de lenguas. Entidad, en todo caso, de la que se hallaría mucho más próximo que de las labores impuestas por la espada y la cruz, que tantos parecen añorar.
Así que parafaseando a los clásicos y en particular al primero de todos en nuestra lengua, al Cid,( curioso mercenario aquel, por cierto), terminaré diciendo del Instituto Cervantes lo mismo que el juglar, de Don Rodrigo: ¡qué buen caballero cuando tiene buen señor!
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