No siempre ha sido así, pero, ahora, ser europeo es garantía de alcanzar un desarrollo humano/ista razonable y sostenible, en el que cuerpo y mente puedan aunar estrategias y objetivos en pro de una vida cada vez mejor. En general, en Europa los estados no se vuelven contra sus ciudadanos y hasta, más bien, se la cogen con papel de fumar a la hora de exigirles sus obligaciones. Que suelen ser fiscales para la gran mayoría, y también penales, civiles, o hasta militares, según, ya , las tendencias y comportamientos de cada uno.
No es así, por unas razones u otras, en grandes territorios de la América portugués, anglo o hispano parlante. Y no es así, en absoluto, en Cuba, la perla caribeña que con la misma facilidad con que se abre de piernas a los extraños, cierra sus entrañas a los propios; ocasionando tanto dolor, que bastaría para que algún tribunal, de algúna organización, de algún mundo, privara a su gobierno de la patria potestad sobre el pueblo. Porque ya está bien de que los ratones tiranicen a los hombres.
Hay lugares, como Cuba, en los que la mera existencia, el hecho de nacer, te coloca frente al estado. Eres homosexual y te conviertes en un enemigo, parece que personal,de Fidel Castro. Con lo que ya eres reo de todo tipo de represión, sí, penal, civil y militar. Ha sido detenido un grupo de homos que han dado, encima, en asociarse, y, ya son ganas, adscribirse al nombre de Reynaldo Arenas. Pues la asociación entera está en la cárcel (no deben pasar de seis o siete miembros, pero son la asocicaión entera, con algún admirador que se encontraba en el lugar equivocado cuando los ratones patrullaban) . Detenidos el pasado lunes, de momento no se sabe dónde se encuentran, tampoco de qué se les acusa, ni, muucho menos, cómo se les auxilia, nada.
Eso es un dato, solo, de los muchos que aparecen en las páginas de los diarios europeos dando cuenta de hechos similares, y peores, por todo el mundo. Tras los datos hay vidas, planes, proyectos, que se vienen abajo por la arbitrariedad de un raton gris que se decidió a armarla, y cercenó el futuro de hombres que, de entrada, y aunque ese fuera su único valor, han tenido la sensatez de reclamar sus derechos... de hombre, ese mundo tan ajeno al de los ratones.
España se estremece ante cualquier represión política o merma de la libertad de expresión. Y si algún partido de fútbol excesivo, o cualquier otra circunstancia, distrajera nuestra atención; si, Lenin no lo quiera, se nos pasara algo por alto, ahí estará Willy Toledo manifestándose para denunciar la culpabilidad de nuestra siesta burguesa. Y la cosa va por barrios, otras veces es el PP el que se empeña en organizar la cabalgata de los reyes magos en La Habana, para que se hable de valores, supongo. El caso es ese, que con la política la gente se moviliza fácil. Que se pateen maricones ya no importa tanto. Porque en el fondo, como se decía en tiempos de Franco, algo habrán hecho.
A nadie extraña (bueno, esto no es exacto: hay a quién ha extrañado, sí) que el poder salga en tromba por los fueros de un ciclista en cuya sangre se han encontrado sustancias dopantes. Parece labor propia de jefes de gobierno y oposición, esa de velar por la cantidad, calidad o efectos de las drogas que se embaulan sus ciudadanos. Pero ¿quién es el guapo que sale a defender a los homosexuales de los atropellos de que puedan ser objeto? Y menos, salvo alusiones demasiado genéricas, en un contexto internacional en el que tan de moda está defender cualquier otro derecho humano que no sea "ese". Vamos, ni la Trini, que tan mona se pone para acudir a bodas de sus amigos galeristas (por lo menos...), tiene nada qué decir de lo que ocurra en Cuba a este respecto.
El cinismo de los ratones es de sobra conocido, no tienen mayor inconveniente en exponer la juventud de Cuba a las frustraciones de tantos europeos que allá deponen sus miserias, sobre los cuerpos dorados de los caribeños, siempre que dejen, claro está, las ansiadas divisas. En los hoteles internacionales, los cubanos se muestran todo lo respetuosos con los derechos humanos, que cabe esperar de quien comercia con su juventud. Pero cuando se apagan las luces y se va el público, si algún hombre se atreve a serlo desafiando la condición de los ratones, bueno, hay medios para reducirlo.
Así que cada vez que veo una de esas películas de veranos y azoteas habaneros, calenturas y salsa, con las que lo más tonto del cine español se adorna de multiculturalismo, siento ese mismo cinismo tras la mistificación pseudopropagandística cuyos únicos beneficiarios son, desde luego, los ratones. ¿Cómo se puede trabajar con ningún valor simbólico, de esos que maneja el arte, e ignorar que solo acceden a Internet los ratones? ¿Ve, mientras ruedan, el señor Zambrano (u otros), a los hombres que duermen en los parques de La Habana, esperando que abra la Embajada Americana para conseguir veinte minutos de conexión?, por supuesto a unas velocidades que no permiten ni gestionar el correo.
Nadie en la izquierda europea puede tirar la primera piedra en la consideración que Fidel Castro ha disfrutado del Guadalquivir a los Urales. Pero gloria al que tire la última y, mientras tanto, sea la que sea, es hora de que los medios de comunicaciónn dejen de reir las gracias de un Castro fantasmal, cuando sale a animar al pueblo egipcio a la revuelta o a pontificar sobre cualquier cosa, ahora que parece que recupera la forma y ya alcanza los 45 minutos de discurso sin tener que recurrir a clembuterol de ninguna clase, que se sepa.
Quedan revoluciones pendientes y nuestra buena vida no puede hacer que las olvidemos. La represión de las ideas es terrible, pero no se conoce régimen, fórmula de gobierno o jerarquización colectiva, en la que no se ejerza de una u otra forma. Su represión por la violencia causa el natural impacto de las imágenes que vemos continuamente en la televisión: bahreiníes perforados por perdigones, iranís tiroteados, egipcios apaleados... Pero son fenómenos que cuentan con la repulsa mundial, de ahí, que sin menoscabar la enorme injusticia de cualquier aplicación de la violencia, se establezca una lucha en la que se conocen los medios y los fines, y cada uno elige entre plegarse al poder dominante o combatirlo.
La represion que se ejerce sobre los cuerpos es todavía más cruel: el reprimido no tiene cómo escapar, ni de ella ni del cuerpo que la origina. Cuando en Stonewall, aquellos americanos, musculosos o no, comenzaron a devolver las bofetadas a la policía, comenzó un camino que estamos recorriendo con más dignidad y coraje del que los ratones nos atribuyen habitualmente. Es el cuerpo el lugar de la identidad del individuo, también el de su vinculación a la sociedad; si se encarcela, tortura y hurta ese cuerpo, se está cercenando al individuo, lo que no da derecho a venir luego pidiendo fondos de cooperación al desarrollo: ¿a qué desarrollo?
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