domingo, 27 de febrero de 2011

¡DESFILEN YA, COÑO!




El inefable.
Aunque cada vez con menor  intensidad emocional, siempre estaremos celebrando el  aniversario de aquel famoso golpe de estado que  intentó Tejero, cuando llegue el  23 de febrero, y así, hasta llegar al ripio irreverente,  pasado ya, y bien pasado, el susto. En alguna de esas celebraciones es posible que hasta nos cuenten lo  que estamos hartos de saber y todos jugamos a ignorar.

Pero, dejando  a la  historia cuidar de su atormentada y evasiva memoria, me atrevo a pedir una conmemoración de la  efeméride con un Día Nacional  del Cabreo, un día en el  que cada español se pueda dirigir a los medios de comunicación, o al  mismísimo Congreso, expresando su cabreo, la  urgencia que le provoca alguna situación pública, política, que no acaba de digerir. Dejemos por un día aflorar ese  guardia civil que, dicen,  todos los españoles llevamos dentro. Unos mandarán sentarse a unos, otros dejar de hacer el chorizo a otros... y yo :  que desfilen unos cuantos hacia la puerta de salida, por entender que ya pasó su oportunidad.

Empezando por el  Señor  Zapatero. Sí, váyase, devuelva a Sonsoles a las  tierras altas leonesas y haga feliz, al menos, a una española, ya que poco pudo con los otros cuarenta y tantos millones (por no hacer sangre ahora con su promesa de aliar a todas las civilizaciones del planeta, en astral conjunción que vocearon sus vestales). Su proyecto de refundación lingüística de la realidad ha fracasado. No bastaba con afirmarlo para que se articulara España, anunciar los brotes verdes no revitalizó el estragado arbusto  de la  economía patria, las  palabras altisonantes no fueron escuchadas ni en Europa, Moratinos no pasó de Ceuta en su panarabismo, las señoras no se pusieron a parir por los incentivos fiscales, ni llegó la reclamada laicidad de la  educación, la violencia contra las mujeres aumenta con ministerio y sin él... Y los demás avances sociales de los que blasona, se extendieron a la  vez por todo occidente, los abandera la izquierda y los implanta la  derecha, sin mayor problema, del Guadalquivir al Elba.

Zapatero solo tiene un plan: aguantar y trasladar a los españoles, en primera persona, los datos que, con mayor o menor  fiablilidad, le adelanta el  FMI: que para el  2013 España estará creciendo otra vez por encima de la media europea. Si quiere le doy otro dato, igualmente decisivo en la  determinación del voto para las próximas elecciones: en 2111, todos  calvos... o no, visto que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.

Vestida por su enemigo.
Que se vaya también la  Chacón, por muy preparada que esté España para tener una presidenta, que ese no es el tema. La versión femenina de Zapatero, en su sinuosidad, situacionismo, feminismo de salón (de belleza), buenismo universal, vacieddad en el  discurso  y ciega determinación en la práctica, sería una puntilla demasiado cruel.

Todos estábamos dispuestos a creer en ella. Hasta que,  ya casada, empezó a escuchar los  cantos de sirena que sonaban, quizá en el propio  lecho nupcial... Y salió corriendo a la peluquería en una búsqueda de imagen sin fin, que la  tiene de tienda en tienda, buscando nuevas maneras de romper cualquier protocolo. Porque España está preparada para eso. Y para más, pero no conviene confundir lo posible  y lo conveniente.

Dicho sea de paso, todas estas señoras de la política en España. podrían estudiar un poco a Dilma Roussef, en lugar de hacerse tanto la mascarilla. Vestida por su sastra de siempre en Porto Alegre (igual  pudiera haber sido de Lagartera) y con una solución capilar que no requiere más mantenimiento que la ducha diaria, Dilma impacta por lo que es:  una extraordinaria trabajadora, dedicada a la  alta misión que  le  encomedaron las urnas. Porque ¿de dónde sacan tiempo nuestras políticas para tanto cambiar de trapo? No, no era la imagen, era el contenido, por mucho que Pepe Blanco siga empeñado en convertirse en el anuncio correcto del  político que soñó el filósofo Inerarity,  solo pasándose por la  esteticién cada dos por  tres.

Formales...
Pero,  sobre todo, y muy especialmente:  váya se señor Camps, porque eso sí que ya no hay quién lo aguante. ¡Qué talle, qué calva, qué  verbo; y sí, qué  trajes! Pero a este ¿de dónde lo sacaron? Ese cruce  del seminario tardío con la  temprana modernidad, ha generado monstruos en España, de todos los colores y tendencias, es  verdad.

Y no  confundir  el diagnóstico con el aplicable al  joven de los Costa, por muy valencianos que sean ambos: lo  de éste es un problema  de identidades cruzadas, que su hermano mayor podría arreglar con un  simple par de tortas. Si hubo o no  delito corresponde a la Justicia determinar, pero, más que por los trajes, yo buscaría  por las  fajas:  ¿quién les proveía, y en qué cantidades, esas prendas semiíntimas que les permiten aparecer en el Congreso Valenciano  como tubos de uralita?

...y de sport
La política tiene razones que el sentido común desconoce, pero la incoherencia verbal de Camps:  ese seminarista "amiguito del alma", junto al posmoderno, y crudo, "te quiero  un huevo", dirigidos a la misma persona, no  podía traer nada bueno. Intelectualmente, se entiende.

Y por terminar ese día de cabreo circunscrito al ámbito  de la política, añado solo  dos peticiones más, invocando la misma razón para aconsejar su marcha, la  estética:  Rajoy y Rouco, basta, por favor.

sábado, 26 de febrero de 2011

"Información, espacio, control"

Tomo el  título prestado de la  brillante exposición que Muntadas ha presentado hoy en Sao Paulo. Es una exposición bien grande, con cinco  trabajos del  artista, que abarcan un arco vital tan significativo en su obra como el  que va de 1989 a la actualidad. On subjectivity y On Translation ya los conocía, de Estadios había oído hablar y me ha asombrado Alphaville ,  un  trabajo  tan sutil como torrencial sobre ese barrio de Sao Paulo, que agrupa un sinfin de promociones inmobiliarias bajo el signo y fórmula del condominio. Lo que da lugar a la extraordinaria reflexión del autor sobre la seguridad, el  orden y el  poder.

La exposición se muestra en las salas de la Estación Pinacoteca, bellísima extensión de la Pinacoteca del  Estado de Sao Paulo, una institución bastante ejemplar, para donde está (www.pinacoteca.org.br). Que, a su vez, presenta en estos mismos momentos Teoria, bella reflexión formal de Ignasio Aballi. Son dos proyectos muy diferentes: el  de Aballi creado especialmente para el espacio que lo alberga; el de Muntadas, la justa culminación de una trayectoria de más de quince años  en los que  ha trabajado por aquí, mezclando, con saber y arte, su cuestionamiento de los medios de comunicación con las claves de una sociedad compleja como la  brasileña. Los dos, eso sí, los financia nuestra Sociedad Estatal de Accíón Cultural. No es barato lo de Aballi, pero lo de Muntadas deja a cualquier calculadora echando humo.

Y el próximo jueves, el  Instituto Cervantes de la ciudad abre su exposición, Colección Fundación Coca-cola: 10 años de fotografía española , aunque también incluye vídeo. Santiago Sierra, Lara Almárcegui, Chema Alvargonzález... muy bonita exposición. Aquí es una colecciónn privada la  que se exhibe en un espacio público y no se puede disimular la generosiddad con que la Fundación Coca-Cola ha afrontado el  proyecto. Es bueno confesar que yo mismo lo he estado  desarrollando, por lo que pueda venir a partir de ahora.

Pues no acaba ahí la cosa. Porque ese mismo Instituto Cervantes (www.spcervantes2011.info ) presenta, junto con la  Fundación Arquitectura Viva, de Córdoba, a Antonio Cruz y a Paulo Mendes da Rocha, en un diálogo  cruzado entre la Universidad de Sao Paulo y  el propio Instituto Cervantes. Y  para que nada quede sin reseñar, también se presenta en la siempre  chocante capital brasileña, Millessimes , una muestra gastronómica con los primeros cucharas de nuestro panorama gastronómico.

Si el diario El País se hubiera enterado de todo esto, pueden imaginar los titulares. "Sao Paulo, abierta de piernas a la  penetraciónn del  arte español" (EP3); "Sao Paulo se rinde al arte español" (en el  diario); y "El esplendor y hondura del conceptualismo  español se exhiben en Sao Paulo" (Babelia). Felizmente, su último  becario salió de Brasil sin caer a la cuenta de ello. Y es que, para detectar "El (lento) avance del español en Brasil", le bastó dar una vuelta por un par de ciudades del litoral, sin considerar que la  grande Sao Paulo, con sus 30 millones de habitantes y centro económico y financiero de Latinoamérica, signifique gran cosa en el contexto brasileño. Así le quedó la pieza, publicada hace un par de días...

A lo que voy, que a ver si aflojamos con ese nacionalismo tontorrón que convierte cualquier acción de empresarios, futbolistas, artistas o cocineros, en heroicas conquistas e inigualables hazañas, siempre en la porfía de rendiciones incondicionales y éxitos sin precedentes. Que Muntadas, Aballi y todos los demás, no llegaron a dominar espacios expositivos tan importantes tras la prueba de ADN que los revelara como legítimos descendientes del imperio. La universalidad del lenguaje que logran nuestros artistas (los que la logran), se forja en la  tradición y, también, en el cosmopolitismo de su visión, en la ambición de sus preocupaciones y en su conexión con la  inquietud que recorre el planeta. La universalidad del idioma que nos une, también se alcanza por la misma vía: la conexión de tantos millones de hispanohablantes en una variedad de intereses que  va de los económicos a los culturales, políticos y sociales.

Reclamar el cese de un nacionalismo de suplemento dominical, no es incompatible con una llamada de atención sobre la importancia del control de la información, en el espacio de referencia,  que  hay que ejercer para alcanzar una mejor difusión de nuestras acciones y de las manifestaciones de nuestros artistas. Porque si los empleados de una institución española de cualquier ciudad del mundo, se enteran de lo que hace otra institución española en la misma ciudad, por la invitación de la instancia que acoge a ambas, pues no alcanzaremos nunca la optimización de la inversión que estamos obligados a ofrecer al contribuyente, ni la promoción que debemos a nuestros creadores.

La confluencia de acciones y acontecimientos descrita en Sao Paulo, para esta semana, no obedece a ningún plan predeterminado por todas esas instituciones que se dedican a la  promoción de la cultura española: ha ocurrido. Las posibilidades de rentabilizar la riqueza de imagen desalojada por acciones tan brillantes, no se le ocultarían a un francés, pero nosotros, mejor cada uno a lo suyo, y si a alguien se le ocurre plantear una coordinación que atraiga hacia los proyectos públicos la financiaciónn privada, pues a por él: ¿qué se habrá creído?, ¿qué pretenderá con eso?.

 

miércoles, 23 de febrero de 2011

¡Ya tenemos plan!

Sí, un plan de medidas de apoyo al  sector del  arte. Y, de verdad, como consigamos arreglarlo, ¿qué crisis se nos  resistirá? Con toda probabilidad, ninguna. Serán las demás  naciones las  que acudan a la nuestra en busca de ese bálsamo de Fierabrás que nos  ha de colocar a la  cabeza del mundo civilizado.

Como las grandes creaciones de la humanidad, el plan no tiene autor conocido, lo han urdido "diversas asociaciones", según recoge toda la prensa nacional, con el natural alborozo. Y  es que no  era  otra cosa lo que necesitábamos los españoles que un plan para salvar  el arte (a veces añaden,  y la  cultura). Vienen a ratificar, esas asociaciones, que en España se crea todo  lo que haga falta, pero,  como la administración no mueve un dedo, todo se queda en los almacenes de los  galeristas, y no están los  tiempos para dejar el buen paño en el  arca. Quieren que se exporte, que se promueva internacionalmente eso, la creatividad, el arte español,  que  si no  es  más  demandado es porque no es mejor conocido. Ni necesitamos preguntar por ahí cómo anda esa esquiva demanda; con potenciar la oferta, mediante el dinero público, es suficiente para obrar el milagro y empapelar Manhattan con cuadros y fotos de artistas españoles.

Esas "asociaciones" tan preocupadas por al  arte, mucho menos  por el destino y rendimiento del  dinero  de los contribuyentes, reclaman terminar ya con los  recortes a los presupuestos  de cultura que andan las administraciones asestando  a diestro  y sinniestro. Ya los fabricantes de coches abrieron camino y ¡mira que lo  intentan los apaleados promotores inmobiliarios! Los promotores culturales no iban a ser menos.

Quieren eso,  y un IVA cultural a  la medida,  aumentar las desgravaciones por inversiones o compras culturales, o sea, cuadros. Y se reclaman, con toda razón, de los cineastas que, con ceja o sin ella, han conseguido la cuadratura del  círculo: que una vez creado  un producto, cultural, desde luego, no haya que molestarse ni en hacerlo llegar al público, no sea que en la distribución se pierda el dinero  ganado con la subvención. Y ya ven las inigualables  cotas de excelencia en las que raya nuestro cine.

Una ley de patrocinio a la  altura de los  tiempos es imprescindible,  lo del  IVA dudoso, pero  negociable. El aumento  de las  subvenciones, no. Durante los tiempos de bonanza ha habido  galerías, de trayectoria y estrategia ejemplares, que han creado  clientela, fomentado la necesidad en ella y, en suma, garantizado su futuro. Pero  no han sido menos, sino más, las que, amparadas en la bonanza económica, han vendido  sin escrúpulo obras cualesquiera a cualesquiera precios que algún incauto  pagaba. De ahí la decepción, y el cabreo, oiga, el cabreo, cuando uno descubre que por la superfoto de 7.000€ no  hay quién dé 1.000. Probablementte no  hay quién dé nada, y ese es el mercado del  arte que se ha fomentado con la mayor inconsciencia. Ahora que venga el estado a  recomponer haciendas y reputaciones.

¿No  han  aprovechado  bastante el oportunismo, dicen que político; la garrulería,  admiten que generalizada, de nuestros concejales, diputados, consejeros  y otras especies igualmente depredadoras que pueblan el ecosistema cultura? No: porque no les pagan. Tanto  centro de arte, tanto museo  en cada pueblo... las galerías viajaban en camión del  uno al otro confín patrio y colocaban la mercancía; el director de turno, apoyado por el  consejero del ramo, que ya pagará. Y que no paga:  pues a por el moroso, pero midamos  bien lo  que sale de las  arcas públicas, que ya sabemos cuanto  cuesta llenarlas.

Lógicamente, ninguna de estas "asociaciones" que tanto urgen a la sociedad a velar por  sus intereses, piensa someterse a plebiscito popular alguno, ni en Murcia (donde ganarían de calle, a la vista de la  insaciable sed de arte que asuela la huerta).Tampoco parece que vayan a integrase en alguna candidatura con particular atención a la cosa cultural. Ni nada por el  estilo. No, sin contrastar con los ciudadanos, ellos van directamente a la  cabeza y quieren que sean los políticos los que les saquen las  castañas del  fuego (quizá porque detectan en ellos una cierta poroclividad al espectáculo muy en sintonía con el  arte actual).

Y  no deja de haber una cierta presunción en esa manera de erigirse en portavoces sociales, para reclamar que se les desvíen más fondos. Y además con "buenas prácticas": o sea, quítate tú pa ponerme yo. Porque al medrar llaman, ahora, "buenas prácticas", amigo Malraux. Y así reaccionan los que ya tienen sillón, preguntados al  respecto del plan: "tendría que ver el contenido", "no sé", "lo estudiaré", "algo  habrá qué hacer..." y otras opiniones contundentes que van desgranando por donde pasan Borja Villell o José Guirao o Consuelo Císcar que, como mujer, tiene las cosas mucho más claras: a ella que le den más dinero y ya está.

Poco  creible, pero  enternecedora, la llamada final de esas "asocioaciones" a la  reforma educativa:  los quieren tiernos; y  me imagino  yo  a  pandis enteras por las galerías, como por la calle Fuencarral,  desordenándolo todo y eligiendo  grabados  para quiénes pasaron la selectividad con buena nota, de lo cultos que serán ,  y lo bien educados  en el  apoyo a las  artes que estarán.

Pues no  crean que nada de esto  cayó en saco roto. Antes incluso de lo que ellos mismos  imaginaron, ya ha surgido en Washingtong la primera iniciativa de apoyo a las artes y la cultura españolas por parte de la  Embaja en la capital USA: Spanish Arts & Culture. Por si había pocas instituciones españolas compitiendo entre sí por no se sabe qué, ahora llega la embajada y abre plan. Ya veía yo  una esperanzadora  concentración de materia gris a orillas del Potomac: la Infanta Cristina, vive allá (con los hijos ya criados y mucho tiempo libre), y también fue de Consejero Cultural de la Embajada, Guillermo Corral, que no es cualquier cosa este apóstol de las industrias culturales, de las que, con todo, no nos  transmitió otra noticia que su pretendida articulación desde una dirección general hecha a su medida por aquel señor Molina, el poeta.

Pues ya tenemos plan, varios, y  pónganse de acuerdo, porque gastar se gasta, demasiado. Otra cosa es que alguien establezca objetivos para ese gasto, mucho menos estrategias acordes y, ¡por favor!, que somos cultos, no me hablen de evaluación de resultados. 

domingo, 20 de febrero de 2011

Febrero en Madrid

¿Arco o Cibeles?
¿Cibeles o Arco?
Siempre fue el mes que más me gustó del  año en la capital. Los  cielos esos de Velázquez ocurren (a veces, y no solo, pero también...) ahora, los membrillos fríos de Antonio López también se pueden buscar ahora. Pero lo  mejor sigue siendo, sin duda, las ganas de echarse a la  calle que siempre caracterizan al madrileño, que no  aguanta más, desde las ya lejanas navidades, sin merodear por terrazas, calles y plazas.

Y por Arco, otro de los regalos de febrerillo, el  loco. Arco: ese rompeolas de opiniones sobre arte, en el  que todos tenemos derecho a dejar nuestra impronta; los quince minutos de celebridad al  año para cualquier enterao que se precie y quiera discutir con un galerista (nada menos); la impagable sensación de compartir, y hasta controlar (en tremendo monopoly),  las claves del  mercado del arte. Pero el  grande, el verdadero, el regalo  que Arco hace a las masas, y estas raramente saben corresponder, es el  ascenso en la escala social. Y un día cualquiera de febrero, sin saber muy bien porqué, se encuentra uno dentro  de una burbuja, un poco claustrofóbica tal vez, pero ¿a quién le  importa?, una burbuja nada especulativa, sino de las de verdad, creada por algún eximio artista para alguna generosa marca de cualquier bebida cara; y tú ahí, rozándote, si se tercia, con la  baronesa Thysen, generosa en todo, y también en las formas y contornos que la delimitan. Porque a la que no rozas ni de broma es a Leticia, qué flaca esta esa chica, por dios.

Yo  mismo: empecé pagándome la entrada, por ir, porque todo el mundo iba;  y  tardé años en enterarme de que, además, había gente que compraba cuadros,  o  fotos,  o  cualquier otra cosa. Ahí me puse como fundamentalista: ¿qué hacía yo, que no  tenía la  mínima intención de comprar nada, en una feria? También puedo estar interesado en los viajes y no me paso  tres días recogiendo folletos en Fitur, por no  hablar de Iberjoya, donde seguro que exponen unas cosas estupendas.

Craso error: estuve a punto de frenar, y desde luego comprometí seriamente, mi ascenso social. Y muy poco después ya no pagaba la entrada, visitaba la  feria rodeado  de magantes, me emborrachaba gratis y, sí, también: incluso llegué  a ligar. Ya en la etapa final  de mi exitosa fusión con el  arte contemporáneo, ni siquiera necesitaba ir al  recinto ferial  para disfrutar de él y hacer todas esas cosas: me bastaba con hartarme de copas en el  Cock: Y eso sí que es arte.

Lo que  después de treinta años no  ha conseguido  Arco es que las galeristas rejuvenezcan, que los  artistas se arreglen un poco, que los coleccionistas adelgacen. Porque al lado, y a la vez, se celebra la pasarela Cibeles, y no hay color. Así que, en cuanto termine la  conjura de los periodistas y Leticia se/nos confiese que le apetece mucho más la movida del  pabellón de al  lado, Arco se va a quedar solo con sus compradores y nos  vamos a ir yendo  todos hacia Cibeles, aunque no den tanto de beber.

Muy importante la conjura mediática: allá se van los becarios a  sentar reales tres días, sin parar de comentar. Así que si  tienes la  santa prudencia de quedarte en casa leyendo los periódicos, pudieras llegar a cultivar la  impresión de que el  futuro del  arte y la  cultura contemporáneos, se juega precisamente en ese pabellón del Ifema de Madrid, mientras tú te repantingas en tu casa. Los medios chequean la salud del  "sistema arte" por ti, le aplican cataplasmas,  comentan el efecto de las mismas, se le dan electroshocks; todo para mantener a no se sabe quién informado de no se sabe qué. Cualquiera  comenta los solo-projects, como si no se dedicara a otra cosa, o  se desilusiona con los projects-rooms, se abomina de lo electrónico, o se echan a faltar las performances. Y  los pobres galeristas que no saben qué salida dar al género.

Todos los años lo  mismo: comenzamos con malas expectativas, la  crisis causa temor; para tres días después respirar aliviados, celebrando que el  arte goza de buena salud y las ventas no  se han visto afectadas por esa crisis tan ordinaria que aquí no tiene fuero, hasta ahí podíamos llegar: ¡le  van a decir a la baronesa que su colección vale ochocientos mil millones menos!. Y sí, respiramos aliviados como si nos correspondiera algún porcentaje de esas ventas por ser contribuyentes, o por cualquier otra audaz pirueta fiscal de Zapatero, ¿porqué no?, el  arte es de todos ¿no?. Aunque el resto del año haya que continuar denunciando que no se vende un colín... y vuelta a empezar. Mientras, las cifras de Iberjoya duermen el sueño de los justos, como  las de las ferias de maquinaria agrícola, o cualquier otro de los bienes que inciden de verdad en nuestra vida diaria; mucho más que el  arte, para el  caso.

Pero nos gusta Arco, nos pone, cómo nos pone decir eso de "yo solo compro lo  que me gusta, no pienso en la inversión". Con esa filosofía de vida, Arco  ha sembrado de espantos los adosados  y áticos de medio Madrid, pero, sin duda, también ha hecho feliz a mucha gente. Y si pusieran a un director más alegre pues todavía haría feliz a más, quién sabe si, quizá,  hasta a los  galeristas.

jueves, 17 de febrero de 2011

De ratones y hombres.

No siempre ha sido  así, pero,  ahora, ser europeo es   garantía de alcanzar un desarrollo humano/ista  razonable y sostenible, en el  que cuerpo y mente puedan aunar  estrategias y objetivos en pro de una vida cada vez mejor. En general, en Europa  los  estados no se vuelven contra sus ciudadanos y hasta, más bien, se la cogen con papel de fumar a la  hora de exigirles sus obligaciones. Que suelen ser fiscales para la  gran mayoría, y también penales, civiles, o hasta militares, según, ya , las tendencias y comportamientos de cada uno.

No  es así, por unas razones u otras, en grandes territorios de la América portugués, anglo  o hispano parlante. Y no es así, en absoluto, en Cuba, la perla caribeña que con la misma  facilidad con que se abre de piernas a los extraños, cierra sus entrañas a los  propios; ocasionando tanto  dolor, que bastaría para que algún tribunal, de algúna organización, de algún mundo, privara a su  gobierno de la patria potestad sobre el pueblo. Porque ya está bien de que los ratones tiranicen a los hombres.

Hay  lugares, como Cuba, en los que la mera existencia, el hecho  de nacer, te coloca frente al  estado. Eres homosexual y te conviertes en un enemigo, parece que personal,de Fidel Castro. Con lo que  ya eres reo  de todo  tipo de represión, sí, penal, civil  y  militar. Ha sido detenido  un grupo de homos que han  dado, encima, en asociarse, y, ya son ganas, adscribirse al  nombre de Reynaldo Arenas. Pues la asociación entera está en la  cárcel (no deben pasar de seis o siete miembros, pero son la asocicaión entera, con algún admirador  que se encontraba en el  lugar equivocado cuando los ratones patrullaban) . Detenidos el  pasado lunes, de momento  no se sabe dónde se encuentran, tampoco de qué se les acusa, ni, muucho menos,  cómo se les auxilia,  nada.

Eso es un dato, solo, de los muchos que aparecen en  las páginas de los diarios europeos dando cuenta de hechos similares, y peores, por todo el  mundo. Tras los datos hay vidas, planes, proyectos, que se vienen abajo  por la arbitrariedad de un raton gris que  se decidió a armarla, y  cercenó el  futuro de hombres que, de entrada, y aunque ese fuera su único valor, han tenido la sensatez de reclamar sus derechos... de hombre, ese mundo  tan ajeno al  de los  ratones.

España se estremece ante cualquier represión política o  merma de la  libertad de expresión. Y si  algún partido de fútbol excesivo, o cualquier otra circunstancia, distrajera nuestra atención; si, Lenin no lo quiera, se nos pasara algo por alto, ahí estará  Willy Toledo manifestándose para denunciar la culpabilidad  de nuestra siesta burguesa. Y la  cosa va por barrios, otras veces es el PP el  que se empeña en organizar la cabalgata de los reyes magos en La Habana, para que se hable de valores, supongo. El caso es ese, que con la política la  gente se moviliza fácil. Que se pateen maricones ya no  importa tanto. Porque en el fondo, como se decía en tiempos de Franco, algo habrán hecho.

A nadie extraña (bueno, esto no es exacto: hay a quién ha extrañado, sí) que el poder salga en tromba por los fueros de un ciclista en cuya sangre se han encontrado sustancias dopantes. Parece labor propia de jefes de gobierno y oposición, esa de velar por la cantidad, calidad o  efectos de las drogas que se embaulan sus ciudadanos. Pero ¿quién es el  guapo que sale a defender a los homosexuales de los  atropellos de que puedan ser objeto? Y menos, salvo alusiones demasiado genéricas, en un contexto internacional en el que tan de moda está defender cualquier otro derecho humano que no sea "ese". Vamos, ni la Trini, que  tan mona se pone para acudir a bodas de sus amigos galeristas (por lo menos...), tiene nada qué decir de lo  que ocurra en Cuba a este respecto.

El cinismo  de los ratones es de sobra conocido, no tienen mayor inconveniente en exponer  la juventud de Cuba a las frustraciones de tantos  europeos que allá deponen sus miserias, sobre los  cuerpos dorados de los caribeños, siempre que dejen, claro está, las ansiadas divisas. En los  hoteles internacionales, los cubanos se muestran todo lo respetuosos con los derechos humanos, que cabe esperar de quien comercia con su juventud. Pero cuando se apagan las luces y se va el público, si algún hombre se atreve a serlo desafiando la condición de los ratones, bueno, hay medios para reducirlo.


Así que  cada vez  que veo una de esas películas de veranos y azoteas  habaneros, calenturas y salsa, con las que lo más tonto del cine español se adorna de multiculturalismo, siento ese mismo cinismo tras la mistificación pseudopropagandística cuyos  únicos  beneficiarios son, desde luego, los ratones. ¿Cómo  se puede trabajar con ningún valor simbólico, de esos que maneja el arte, e ignorar que solo  acceden a Internet los  ratones? ¿Ve, mientras ruedan,  el señor Zambrano (u otros), a  los hombres que duermen en los parques de La Habana, esperando que abra la Embajada Americana para conseguir veinte minutos de conexión?, por supuesto a unas velocidades que no  permiten ni gestionar el correo.

Nadie en la izquierda europea puede tirar la primera piedra en la  consideración que Fidel  Castro ha disfrutado del Guadalquivir a los Urales. Pero  gloria al  que tire la última y, mientras tanto, sea la que sea, es hora de que los medios de comunicaciónn dejen de reir las  gracias de un Castro fantasmal,  cuando sale a animar al  pueblo egipcio a la  revuelta o a pontificar sobre cualquier cosa, ahora que parece que recupera la forma y ya alcanza los 45 minutos de discurso sin tener que recurrir a clembuterol de ninguna clase, que se sepa.

Quedan revoluciones pendientes y nuestra buena vida no puede hacer que las olvidemos. La represión de las ideas es terrible, pero no se conoce régimen, fórmula de gobierno o  jerarquización colectiva, en la que no  se ejerza de una u otra forma. Su represión por la violencia causa el natural impacto de las imágenes que vemos continuamente en la televisión: bahreiníes perforados por perdigones, iranís tiroteados, egipcios apaleados... Pero son fenómenos que cuentan con la repulsa mundial, de ahí, que sin menoscabar la enorme injusticia  de cualquier aplicación de la violencia, se establezca una lucha en la que se conocen los medios y los fines, y cada uno elige entre plegarse al poder dominante o combatirlo.

La  represion que se ejerce sobre los cuerpos es todavía más cruel:  el reprimido no tiene cómo escapar, ni de ella ni del cuerpo que la origina. Cuando en Stonewall, aquellos americanos, musculosos o no, comenzaron a devolver las bofetadas a la policía, comenzó un camino que estamos recorriendo con más dignidad y coraje del que los ratones nos atribuyen habitualmente. Es el  cuerpo el  lugar de la identidad  del  individuo, también el de su vinculación a la  sociedad; si se encarcela, tortura y hurta ese cuerpo, se está cercenando al individuo,  lo que no  da derecho a venir luego pidiendo  fondos de cooperación al  desarrollo: ¿a qué desarrollo?

lunes, 14 de febrero de 2011

Goteras en el paraíso (y dos, prometido): la educación.

En uno  de esos cualesquiera viajes de avión, me pongo a ojear distraídamente un revista (la brasileña Veja,  para ser precisos). Y encuentro en ella un editorial  de los que sacuden cualquier siesta. En él se venía a exponer, sin anestesia ninguna, la siguiente teoría. Los regímenes comunistas mantuvieron a sus ciudadanos tras el  telón de acero, además de con otras acciones u omisiones igualmente reprobables, no  permitiéndoles acceder a  los  pasaportes y visados necesarios que les darían a conocer el mundo  exterior y, previsiblemente, a compararlo con el que les  había tocado vivir. Eso lo entendía el autor como un factor de represión política por ignorancia, que, en Brasil, las clases dominantes no tienen ni que molestarse en aplicar. No, la educación, según Veja, es tan mala que el  brasileño no sale, no sabe cómo, no alcanza el  nivel  de curiosidad que lleva a otros pueblos a mezclarse con  el  resto del mundo y formar parte de las democracias más  avanzadas.  Lo  que se interpreta como una situación políticamente represiva y socialmente frustrante, además de las  carencias competititvas que pudieran comprometer el  futuro brasileño, frente a otras potencias igualmente emergentes.

Algún atisbo de semejante situación había  tenido  yo  en mi vida cotidiana,  pero como también se encuentra lo contrario, pues  ya no sabe uno a qué atenerse. La realidad es que en este espectacular despegue económmico  del  gigante sudamericcano, nada da a entender que el acceso  mayoritario de la  población a mejores niveles de renta vaya a producirse vía educación. O  sea, que no  se producirá.

Para esclarecer el  asunto, nada como  acudir a PISA el  informe, no la ciudad, que tantos disgustos ocasiona también a nuestro líder en España. Es verdad que parece conveniente una cierta melancolía para alcanzar los primeros puestos en la  clasificación por países, y  sus niveles educativos,  que elabora ese informe. Es verdad que en Finlandia o  Corea todo parece invitar al  estudio. Pero esta alegria brasilera que sitúa al país en el puesto 53º, sobre un total de 65 examinados, parece también excesiva en los tiempos que corren. Indonesios, mexicanos o  turcos,  todos  ellos  con rentas per  cápita por debajo de la brasileña,  les superan ampliamente en todas las variables medidas.

Por muy extranjero  que uno sea, no es normal que la apertura de una cuenta en un banco brasileño pueda demorar tres meses. ...de continuas discusiones, conversaciones y contrastes de documentación y pareceres con un amplio espectro  de empleados, a cual  más sorprendido por eso mismo, porque a un extranjero se le ocurra abrir una cuenta precisamente en esa sucursal. ¿Para qué querrá un extranjero una cuenta corriente?

Y es que los jóvenes brasileños obtienen sus peores resultados en los índices relacionados con  la  adquisición y uso de la información. La falta de cintura y flexibiliddad en negociaciones de todo tipo tiene algo que ver con eso. La incapacidad para argumentar, incorporando las aportaciones del  interlocutor al debate, es lo que  convierte cualquier conversación en un número  indefinido de monólogos. La  sinuosidad de  la duda, el  arte de la  rectificación, la sutileza de la  fuga, la  victoria de la  síntesis, es inútil  buscarlas en el horizonte intelectual brasileño presente, y no parece que vayan a surgir en el futuro, al menos inmediato.

Además, conviene añadir  que esos son los resultados del  informe PISA, pero que hay un 20% de adolescentes brasileños que ya no  forman parte de esa estadística, porque ingresaron  en la todavía más  desalentadora del  abandono escolar, ahí por los quince años, más  o  menos. Esta es la demostración de que la pobreza no  es una situación personal, sino social, porque analizada desde el punto  de vista educativo, estamos ante la más formidable pescadilla mordiéndose la cola más gorda que pueda imaginarse: la desigualdad de oportunidades ocasiona y es generada por la desigualdad en el  acceso a la educación. Por eso  la reacción más generalizada fue la  indiferencia, cuando el  Ministerio  presentó hace poco su Plan Nacional de Educación, repitiendo los mismos objetivos que el presentado hace diez años, que había sido  perpetrado,  prácticamente, por los mismos senadores que ahora vuelven a la carga sin molestarse en hacer referencia alguna a los  objetivos no conseguidos por el Plan anterior.

No negaré que el mismo informe comentado aquí,  suscitó en la prensa nacional  bastante alborozo  y  hasta algunas alaracas oficiales:  constataba que no se había retrocedido. Quizá por eso los  sueldos de los  profesores siguen siendo menos  de la  mitad que los de otros profesionales igualmente cualificados, las aulas siguen estando masificadas, las horas diarias lectivas siguen siendo entre 3 y 4, los días sin clase son también sin cuento... Y así seguirán las cosas, al  menos  hasta que se tomen las medidas imprescindibles para que Brasil no  siga invirtiendo, por alumno de enseñanza media, un quinto  de lo que invierten los demás países de la  OCDE.

Por todo ello no  se puede menos que convenir con los sectores más dinámicos de la sociedad brasileña, que  critican abiertamente el  conformismo de la administración en materia de objetivos  educativos, en que hay en marcha un mecanismo perverso,  que crea fuerza de trabajo sin cualificar para labores que serán pagadas con sueldos de miseria, mientras las élites, que lo mantendrán en funcionamiento, se educan en el exterior. Y esto es un défict de democracia y una falta de solidaridad peligrosa. Porque el país avanza a marchas forzadas hacia una situación en la que la  preparación de sus cuadros profesionales se revela un arrma estratégica imprescindible parara competir con China, Rusia o India, por hablar solo de los nuevos tigres de la escena internacional.

Es posible que en Europa no  se haya sabido  reaccionar con la celeridad debida ante el fenómeno de la inmigración y  los nuevos parámetros y valoraciones que aporta al fenómeno de la educación. En España todavía dudamos  en algunos aspectos,  vacilamos en otros y hasta parecemos desentendernos de la enseñanza pública, dejándola por imposible. Hacemos mal. Por crítico que sea el momento solo  cabe apoyarla persiguiendo  una igualdad de oportunidades siempre utópica, pero a la que,  en determinados momentos de nuestra historia última, hemos sido capaces de aproximarnos en un esfuerzo que tenemos que sostener.

Y de todos modos, otra cuestión es cuánto  resulta razonable preocuparse por estas cuestiones, porque el  carnaval  ya está  a la vuelta de la esquina y como nos pongamos a examinar a los   finlandeses de eso...

Fotografías de: Rosa Gauditano, Rogerio Reis y Milton Guran.

domingo, 13 de febrero de 2011

Goteras en el paraíso: la pobreza.

Si uno  ya tiene, de por sí, la  tendencia a andar subiendo a los palacios y bajando a las cabañas, Brasil puede ser la más  vertiginosa montaña rusa social del  planeta. En una misma velada te encuentras con los magnates que juran que sí, que llegó la hora de Brasil  porque, efectivamente, no  hay otro país igual en el mundo... en el  que  puedan forrarse como en el  suyo. Pero si  llegaste en taxi a esa atalaya social, el  conductor te puede haber relatado en el  camino cómo,  tras salir despedido por la  crisis norteamericana, regresó a  su Brasil natal  para disfrutar de los años del despegue que prometió The Economist. Pero ya ha tenido que volver a poner en marcha el periscopio para ver adónde le puede llevar el deseo de una vida más previsible,  que  aporte una cierta garantía al futuro de sus hijos, que también le preocupa,  lo  que no es  tan frecuente como ccreen  por el  gran sertón.

Dilma Roussef,  que no  sólo subió a palacios y bajó a cabañas, sino que también habita despachos tras frecuentar prisiones (transiciónes mucho más aleccionadoras, sin duda),  sabe de eso, e inauguró  su mandato comprometiéndose a erradicar la  miseria del paraíso brasilero.

Para alcanzar tan noble objetivo, lo  primero, claro, es reconocer su existencia, que la alegria natural  del señor Lula mantuvo bajo siete llaves, llegando a  hacer creer al propio  Zapatero que la  refundación verbal de la realidad bastaba para corregir la  terquedad de los números.

Según la CEPAL (organismo  de Naciones Unidas para el  estudio de la economía en la  zona) un tercio  de la  población de América Latina vive con menos de dos dólares por día. Brasil, excesivo  en todo, aporta a esa estadística 50 millones de personas. Una de las  principales economías del mundo no es capaz de ofrecer mejores condiciones de vida a su población. En las mismas Naciones Unidas, se fabrica el Índice de Desarrollo Humano, que no da muchas alegrias a este país, tan bendecido por dios como castigado  por los hombres y a la espera de que lo salven las mujeres. Brasil ocupa el  puesto 73, lejos de México (56) o de Perú (63). Para tranquiliddad de los irreductibles de  Zapatero, informamos  que España ocupa el  puesto 20, lo que no está mal; oiga: Nueva Zalanda ocupa el 3 y ¿quién se quiere ir con los kiwis?

En España nos encanta mesarnos los  cabellos y hacernos  las  víctimas ante conocidos y desconocidos, pero decidir quién es pobre y quién no, es una cuestión que trae de cabeza a  la inteligente y enérgica  señora Roussef. Ya no es solo cuestión de comer o no comer, también hay que considerar pobre a la  persona que no accede a unas condiciones dignas de higiene, de transporte, de acceso a la  educación, también al  disfrute de su tiempo libre, a quien no  dispone de un habitáculo decente, o  de ropas adecuadas. Así que el  concepto de pobreza no es privado, sino muy público. Ocupar un espacio  digno, con acceso  a servicios comunes que ayuden al  ciudadano en la  construcción de su dignidad personal, es labor del  estado, y la presidenta quiere saber cuanto antes cuanto  tiene que gastar en ese capítulo para cubrir las necesidades básicas de Brasil. Consciente de la resistencia que esa actitud va a provocar entre los poderes fácticos del país.

Porque las fortunas que jaleaban a Lula no  están dispuestas a consentir ninguna aventura fiscal seria,  de esas que terminan en una redistribución de la  renta. El país ya está bendecido por dios; al que él se la dio, que Dilma se la conserve. Y así es muy difícil seguir adelante. Unas 5.000 familias controlan la mitad de la  riqueza nacional. Tras una ligera investigación personal, sin ánimo ni rigor estadístico alguno,he comprobado que ninguna de esas familias  se manifiesta partidaria de repartir su renta ni siquiera con los  trabajadores  que la hacen posible. Ya con los  desheredados de la  tierra, ni se cuestiona. Porque, como en otros muchos sitios, si el objetivo es hacer dinero, el camino más corto, en Brasil,  no es  trabajar.

 A quienes éramos demasiado ignorantes para valorar en su justa medida los Pactos de la Moncloa, o a quiénes, estando  hartos de Zapatero, nos pasó por alto la importancia del logro  que supone solucionar el  problema de las pensiones, puedo adelantar en primicia, que la señóra Roussef no  duerme, pensando  en su  desafío: generar un diálogo  nacional capaz de establecer un pacto  político  que comprometa a todos los sectores de la sociedad brasileña en un nuevo impulso capaz de erradicar la pobreza.

Un país que tiene prácticamente garantizada la  paz, sin ningún problema de segregación territorial ni  conflictos con sus vecinos, de una cohesión cultural, en torno a su lengua, sin fisuras, tiene que ser capaz de promover la solidaridad que universalice servicios públicos de calidad. Para eso se requiere una inversión pública que extienda la red de alcantarillado y mejore la salud de tantas comunidades en las que el  dengue,  por ejemplo, ni es noticia; que mejore el  transporte público (en Sao Paulo, ir de "móstoles" al  "centro" puede tardar dos  horas ¡y costar el doble de lo que cobran los cercanías madrileños!); lo mismo en la educación, insistimos mucho en la salud y también en ese aglutinador social que es la cultura, con una misión histórica en este país, que puede romper moldes  en otros. Porque mienttras Europa debate sin descanso el ocioso tema de las industrias creativas, aquí se crean redes de producción y distribución musical que desafían cualquier procedimiento establecidoo  hasta la  fecha.

En el  siglo XIX la historia repetía en comedia lo  que había  sido tragedia. En el XXI ha cambiado algo, la historia se repite manteniendo  los  tonos, solo que  cobrando  un 10  o un 15% más . De aquellos españoles, que descubrían Prada como otra de las bellas  artes y accedían a ese nivel simbólico cobrando millonadas por tortillas de patata deconstruidas, o por sillas horrorosamente tapizadas, o por cualquier otra futesa; a estos brasileños, que se  afanan en las mismas bajas pasiones, con los precios ligeramentte más altos, no  han transcurrido los años siuficientes para extraer enseñanzas y aprendizajes. Solo se repiten los errores.

 Pero Europa tiene un suelo, bien que nos  revolcamos en él; en Brasil la  caída puede ser, ya lo fue antes, simplemente libre. Las circunstancias climáticas añaden amenazas, como vimos muy recientemente. La obsesión por el etanol desvía el maíz  de la alimentación a la producción de energía. La comida sube todos los días,  el descubrimiento  que las clases casi medias han hecho de los  valores energéticos  de la  carne, está  poniendo el picadillo a precio de solomillo de buey de Kobe.

Intentando escapar a la  demagogia fácil y al sermón social blando, una sociedad que genera estos extremos de bienvivir y desgracia, no es una sociedad exitosa. Puede ser una sociedad plenamente integrada con la  naturaleza que la rodea,  en  mimesis perfecta con ella y desarrollando sus principios filosóficos más extendidos, tipo "el que venga detrás que arree".  Pero  no  es la sociedad que, por humana, ha de estar impregnada de valores humanistas. Tan simple como intentar evitar la  explotación de los unos por los otros,  o al  menos paliar sus efectos. De verdad que el  mundo está  como para echarse de vez en cuando a la  calle y protestar,  y estoy convencido de que ni el matrimonio  gay ni la disolución de la familia española son fenómenos que estén  amenazando su continuidad.  A ver si dirijimos el foco hacia lo importante de una vez.

Imágenes de Claudia Jaguaribe, brillante fotógrafa y mujer brasileña.

jueves, 10 de febrero de 2011

"El País" (¿quién si no?) nos trae "la modernez"

¿Xavi Sancho?
Lleva el diario "El País" un par de lustros traduciendo de mala manera los modos y modismos del New York Times, al que, de haber tenido  que conformarme con ser Cebrián, yo también envidiaría. Que "traduzcan" los diseños y maquetaciones, los colorines del fin de semana, la alimentación,  impostada y retórica, del pensamiento para una estulta clase media a la americana, ignorante y consumista, presuntuosa y aburrida, hasta se comprende. Serán los mercados... Pero  cuando  ya se lían con las  traducciones de ideas, textos y hasta de palabras, el juego deja de ser inocente y se convierte en el  testimonio de nuestra ignorancia sobre lo  que en el mundo cultural ocurre, del seguidismo sin sentido de lo que se cree moda, de la  absoluta falta de reflexión en nuestros medios de comunicación, traspasada sin remedio a nuestros medios de creación.

Amarrado  al  duro  banco de cualquier galerada prisesca debería quedar, por tiempo indefinido , un tal Xavi Sancho que, sin muestras de pudor ni arrepentimiento alguno, firma la impagable pieza "Catedráticos de la 'modernez'" (totalmente sic ), en el  diario de referencia, de fecha 08/02/2011 (no  me queda paciencia para buscar el link).

Como los malos  escritores son los más fieles portavoces de las miserias de una época (léase si no cualquier cosita de Pérez Reverte, por no andar indagando mucho);  así este periodista, becario o consolidado, senior  o junior,  estrella o estrellado (que en todos  esos niveles encajaría con soltura nuestro comunicador), refleja lo peor de una información cultural  tan deficiente en nuestro país, que es incapaz de generar un debate público, vocaciones, correcciones a la oficialidad, orientaciones al sector privado...  nada. Una crítica cultural de vuelo gallináceo, que solo alcanza a escarbar en la  biblia neoyorquina  para encontrar las migajas de gracia de quien nunca la tuvo, porque de las muchas cualidades que animan todos los  días las páginas del Times, la  gracia tontona y enrrollada como guiño a la  tribu tontona y enrrollada, no es la principal ni mucho menos.

¿Porqué ocuparse de algo  tan intrascendente? Como diría  Cristiano Ronaldo, luz y espejo de la juventud, porque hay niños y necesitan ejemplos. Y porque ya está  bien de que todo valga. El autor del  artículo que comentamos toma la benemérita publicación n+1 (lo que ya le  otorga un aire de enterao que parece hacerlo  feliz) como referencia para llenar las líneas que le han pedido. Y, a través de ella, plantea los estudios que se están realizando sobre "la realidad de los modernos". Lo que parece ser increíblemente polémico:  "... se editó un libro que trata sobre el  asunto, What was the hipster", y,  por favor, apunten todo esto para sustancia de sus conversaciones presentes y futuras, " eso no  hizo sino extender la polémica de convertir en objeto de estudio la realidad de  los modernos,  once años atrás asociados por inercia con las subculturas juveniles,  hoy ya casi convertidos en una casta cuyos orígenes parecen hallarse en el triunfo del neoliberalismo".

Tomen aire y ayúdenme a entender algo. Once años atrás comenzábamos el 2.000 y yo  estaba en la lejana y oriental Manila; solo así resulta explicable  que no me enterara de que, al  ser moderno, formaba parte de la subcultura juvenil (a mi edad). Pero he preguntado a quienes permanecieron en Occidente y tampoco tienen noticia de esa extraña trasmutación que llevó a los modernos a transformarse en subcultura juvenil, momentos antes de convertirse en "casi" casta, gracias al  triunfo del neoliberaliismo. Solo  ahora consigo entender la trayectoria profesional y vital  de  Rodrigo Rato.

Aparte ese hallazgo, que, la verdad, ya intuía, he sabido que "una de la peculiaridades del libro" radica en ser "la transcripción del evento que precede a una serie de ensayos más o menos  sesudos sobre el  tema:  desde las pugnas entre judíos ortodoxos  y modernos en Brooklyn por la  implantación de  carriles bici hasta el diluido papel de la mujer en este universo".

Hay, efectivamente, un libro de pormedio. Y los lectores habituales de El País seguramente han adivinado que ese libro está próximo a publicarse en traducción al español (esperemos que no perpetrada por el  propio Xavi). De hecho, es la portavoz de la editorial, Ana Pareja, la  que  da la puntilla al neonato afirmando que "puede llevarte a analizar con seriedad algo que a primera vista es absolutamente frívolo". O sea, la modernidad, ¿frívola?, pero ¿qué editorial es esa? Se lo digo:  Alpha Decay (de verdad, sic).

A mi lo único  que se me ocurre para explicar este disparate es que Ana y Xavi sean novios. Solo así entendería que un diario de prestigio se prestara a operaciones publicitarias tan soeces y, si me aseguran que lo suyo  va en serio, hasta lo aceptaría.Que ambos formaran parte de un comando literario de Muchachada Nui también tendría su lógica, aunque seguiría sin tener gracia.

No  siendo así, no  puedo sino lamentar la deriva de ese periódico con el  que todos aprendimos tanto  y que tan caro nos lo está  cobrando. Asumiendo que haya otros de los que ni hablemos, El País ha entrado en la patética  -y vana- ilusión de  continuar captando la  atención de las sucesivas generaciones de españoles, para la  cultura más  cosmopolita. De ahí la audacia sin fin de Xavi, los melancólicos  esfuerzos por imitar a Rolling Stone del otrora  gran Manrique, o  los pedos de monja de Boyero. Dejando a Juan Cruz pastorear  la tercera edad que aún se mantiene fiel. Porque muchos nos estamos yendo, es verdad que al  fútbol, pero nos estamos  yendo. Y los  jóvenes hace ya mucho que pasaron.

El  clientelismo, la autopromoción, el  amiguismo, la falta de pensamiento y objetivos, la pérdida de identidad... están creando un periodismo cultural sin sentido, en el que nadie cree, tras descubrir una y otra vez que solo encierra promociones de  "los nuestros", o consignas "de los de arriba". La obsesión de trasponer al mundo  de la cultura los usos y prácticas, que convierten en populares objetos o  servicios de cualquier otra índole, no está ampliando su público, solo   enajena a los  que decidimos permanecer en ella pase lo  que pase. Tanta exposición aplaudida por decreto, tanta película encumbrada por dinero, las instituciones culturales con bula para derrochar porque hay críticos en nómina, los  libros  que solo duran el  tiempo de la promoción, los escritores con pasaporte de salvapatrias...y otros engaños a los ojos y a los corazones del siglo (con las inteligencias no pueden) están llevando a una profunda indiferencia por la  cultura, casi tan olímpica como la que empezamos a sentir por la política. En España siguen demasiado enredadas.

lunes, 7 de febrero de 2011

A foggy day in London Town...

Artemisia Gentileschi

Andrés Serrano
...y según con  quien,  sería la  única forma de hacerme entrar en un museo, hoy día. Los museos, armarios de la  abuela del estado, en los que cabe de todo; o, peor, fondos de armario de los  hijos  desocupados del estado, en los que no cabe nada; esos huertos de los que en Murcia inauguran varios al  año.

Lo han adivinado:  los museos están en crisis. Como si alguien pudiera recordar un momento en el que no lo hayan estado. Yo llevo algunos años viviendo (de) sus crisis, más o menos cerca, y no  me parece  para tanto. Pero el  estado no cumple, regatea sus presupuestos; y las empresas, corporaciones o fundaciones, los  dejan a una  intemperie en la que no consiguen atraer a las masas que, hace poco, henchían de orgullo las cifras que sus directores gustaban de comunicar, con obsesiva machaconería. Ahora que la crisis de verdad, la ominosa, les ha comido las colas, no saben cómo explicar que necesitan dinero para cumplir su irrenunciable misión: seguir atrayendo a esas masas que, por otra parte, tampoco solucionan sus problemas. Y así hasta la próxima generación.

Arbitristas no faltan aportando soluciones de todo tipo. Entre los más  imaginativos, Alain de Botton, que ve la salvación de los museos en imitar a las  iglesias (¿a cuáles?, me pregunto yo, porque tampoco es que les sobre público, o ¿me estoy perdiendo algo?). Sí, los museos deberían asumir su destino natural, que no es otro que servir al  enrriquecimiento de nuestras almas y, en general, a nuestra mejora como personas.. Porque el  arte pierde sus más  profundos significados cuando se muestra al público con esa frigidez académica o, mucho peor, con esa sensualidad sin contenido. El  museo no está vinculando los objetos que exhibe a las necesidades de sus visitantes, por eso  dejamos de frecuentarlos. Y  la  BBC airea estas cosas con la mejor intención, digo yo.

Tampoco faltan estrategias para mejorar los balances de los museos. Algunas de las que adoptan los  europeos escandalizan a los americanos. El New York Times se sonrroja al informar sobre la publicidad   que  cubre la venerable pared del Musée D´Orsay, con una anuncio de Chanel. Pero el museo ya tiene su portavoz para defender ese  bonito frasco que, entre otras cosas, se mueve con el  viento (qué no inventarán...). Además, Amélie  Hardivillier muestra claramente la maginot de la grandeur: "...rechazamos la botella de cocacola", tranquiliza a sus clientes (a los de cocacola). ¿Será cosa de Carla Bruni, esta política cultural? Porque el hijo de Miterrand no le hacía ascos a nada...

Los (buenos) museos tienen muchas formas de financiarse. Siempre han alquilado obras a otros y lo seguirán haciendo. Parece que hacerlo en Dubai despierta lo peor de nuestra xenofobia cultural y altera la percepción del propio préstamo, por rentable que sea. Pero si tenemos que alquilar a Pep Guardiola a Qatar, no sé, a mi, ahora, me hace mucha más falta que La vieja friendo huevos, de la  que temporalmente me atrevería a prescindir, sin que Velázquez se vaya a remover en su tumba, creo.

Lo que me resulta mucho más difícil de aceptar son las nuevas tendencias de estos templos de la humanidad, en su voluntad de sorprender y servir a la sociedad moderna. Cuando yo vivía en Chicago, su Museo de Arte Contemporáneo dio en la sandez de celebrar los jueves una "noche de los solteros" (ejemplo que he visto cundir, con ligeras variantes, por todo el mundo). Yo, que en aquella época no lo estaba, me colaba por si pillaba algo. Y no lo recomiendo. Besar a alguien, que acabas de conocer, delante de un pollock te revuelve las tripas, y tu libido puede descender, hasta lo irrecuperable, si te encuentras con alguien que te gusta delante de una foto del, por otra parte, extraordinario Andres Serrano, por ejemplo. (Eso me pasó...)

Los (buenos) museos saben muy bien qué es lo que tienen que hacer. Los que conservan colecciones importantes para la comunidad, cuidar de ellas, aumentar la reflexión y el saber que generan y transmitir todo ello a la sociedad en las mejores condiciones posibles. Lo que no incluye necesariamente ni puertas de Iglesias (Cristina), ni proas de Nouvelle, ni alas de Calatrava,  ni tantas otras ornamentaciones y fantasías, con las que arquitectos sin mucho sentido ni escrúpulo, han desafiado al contenido  que parecían tratar de optimizar.

Desde la  reflexión, el museo inspira a las generaciones actuales y les permite avanzar a hombros de gigantes en el apasionante mundo de la  creatividad  y el sentido humanos. Para lo  que no  se necesita vender corbatas. Ni tampoco caer en la fascinación de las masas, a la  que han sucumbido todos los directores que ahora son algo y nunca fueron nada.

  La gente, al  fútbol, que para eso es tan entretenido; y el que tenga que ir al museo que encuentre en él lo que busca,  que para eso no  va a necesitar de millonarias campañas de márketing, de ruinosos estudios de público y patéticos planes de explotación.

Eso, los buenos; y los malos, que los cierren, que total...

domingo, 6 de febrero de 2011

¡Socorro: los valores...!

Todo el  mundo  intenta solucionar la crisis: esa, la grande, la que todo lo  abarca, la  que nos domina y corroe, la ominosa.  Sin embargo, antes de convertirse en la ominosa, la crisis era financiera, máximo económica. Ahora ya es crisis, irrenunciable, total, absoluta. Crisis. ¿Quién la arregla? La financiera los que andan en ello, siempre ganando y demostrando que, en realidad, una crisis no es más que el golpe de algunos para redistribuir la circulación de rentas, previsiblemente, a su favor.

La económica; eso, los economistas. Ahí ya hay lugar para más sabios, porque los economistas han dado en el embeleco de atraeer a su acervo los saberes de todas las áreas exploradas por el ser humano, así no hay quién les eche la culpa de nada. Y ahora va a resultar que la  crisis era una crisis de valores. Y siendo así, nada más natural  que exigir la  vuelta de los valores, o a los valores; distinción que no resulta baladí, porque afecta a quién sea el encargado de llevar y traer tan preciada mercancía.

No hay que engañarse, los valores casi siempre andan metidos en una bolsa de,  y  lo que nos jugamos es  la bolsa de valores. Y esa  bolsa no  está nunca lejos de las manos del poder, que la maneja con  actitud generosa o amenazante, a veces estimulante y otras sancionadora, según... Los  valores son eternos, y si no, no valen para nada. Como el ADN, SON la  humanidad.  Nada tan humano, pues, como los  valores.

Amparados en esa eternidad de su vigencia, los valores lo que de verdad son es  el  pasado que invade nuestro presente, ocasionando no  pocos trastornos, muchos sobresaltos  y un sinfin de quebrantos a la integridad del individuo. Esos valores que, por cierto, pocos se molestan en especificar, inventariar y divulgar (solo sabemos que están en una bolsa y son múltiples y variados) se supone que tienen un alto contenido ético,  humanista, convivencial. Pero no  son más que los valores  históricamente promovidos desde el poder a través de la religión.

¿Cuáles son esos valores? Por intentar aproximarnos a ellos y sin  intención de agotarlos. El  respeto, que no  falte; ese es el  que  comienza en la escuela, se consolida en la familia, pasa a la empresa, al sindicato, al municipio... el  respeto. O sea, la aceptación de lo que venga, sea lo que sea. ¿Y la  integridad?: parecido, aguantar marea sin descomponerse. El ahorro, eso siempre,  salvo  cuando nos lanzan a la calle a gastar todo lo que habíamos acumulado  con dificultad, porque hay que ser patriotas. La unidad, el nacionalismo, la patria... ese me lo salto. Hay algunos más.

En fin, eternos retornos de una moral que  consagra el esfuerzo, el sacrificio y la ascesis como formas de llegar al éxito, la moderación como forma de conservarlo, la sumisión como estrategia de  integración y el aburrimiento como el destino natural del ser humano. Porque la cosa es esa: que la gente se aburre. Indaguen, profundicen, pregunten a sus amigos...

O vayan al cine español, y encuéntrense con esos "primos" tan divertidos que acaban  de estrenarse, pero seguirán contigo  aunque te deje tu novia y además, perpetuamente vestidos de imbéciles, como en el  cartel que anuncia la película del mismo nombre. En él, tres jóvenes de espaldas a la cámara se dirigen a lo que parece una playa, en calzoncillos, pero con los restos del chaqué que les sirvió para asistir a una boda. El melocotón se lo empezaron a agarrar, parece, en las escaleras del mismísimo altar de la iglesia. Vamos, el colmo de lo cool; oigan, ¿se puede ser más enrrollado? Desde luego más idiota, no. Esos son los eternos  retornos: que las clases superiores propongan a las inferiores formas de comportamiento inclusivas, ritos de iniciación que, a cambio de la efectiva igualdad de oportunidades que no llega, ofrezca la ilusión de pertenecer al grupo de los elegidos, solo con vestirte como un memo. Y además hasta te dejan hacer guiños así, medio atrevidos, tardoprogres, neoamericanos, ¡viva la identidad cultural!

Y si no, ¿qué me dicen del  riesgo que corremos, si  nos aplicamos en el trabajo, de que nos hagan marqueses, como le  ha pasado al pobre del Bosque? Cabal como es, sus últimas fotos registran la sorpresa por una prebenda que ni esperaba, ni buscaba ni, probablemente, entienda. Pero todos somos Inglaterra y si Ferguson es lord,  pues Del Bosque marqués, para eso tenemos un rey tan cool  y molón, tan sencillo, que no  es casi ni rey de lo sencillo que es. Pero hace marqueses. ¿Y qué le añade a un entrenador de futbol ser marqués? Lo mismo que a un memo de treinta años vestirse de lo que no es para hacer lo que no quiere: valores...

Yo, por no sustraerme a lo que critico ni  hacer traición al siglo (XXI),  también quiero proponer una vuelta de los  valores. De los del Caballero del Verde Gabán, aquel erasmista disfrazado con esa alegre prenda, entre los personajes que salen al paso de Don Quijote: el individualismo por encima del grupo, la conciencia de sí, la bondad entendida como la  actitud de no entorpecer ni cohartar el desarrollo de quiénes nos redean, el amor  como sentimiento de solidadridad y compasión con esas mismas personas, el conocimiento como forma de ascensión en la consideración de los demás y en la propia, el desdén por los logros inmediatos que ocultan la trayectoria... Propongo volver a su personaje, como a Cervantes, con el mejor sentido del humor, sabiendo que la vida, en realidad, tampoco es para tanto afán y desvelo.