sábado, 15 de enero de 2011

....llegaron las lluvias a Brasil, embarrando el legado de Lula.

Como todos los años, las llluvias de verano  sacudieron el paisaje de unas cuantas ciudades brasileñas.  A  las habituales inundaciones, derrumbamientos, desalojos, colapsos de tráfico,  asaltos, robos  y desquiciamiento de los ciudadanos, este año se añadió un número  de víctimas mortales muy difícil de asimilar. Sobre todo para una sociedad que comenzaba a percibirse invulnerable, al haber dejado de mirar para las zonas menos  fotogénicas de su realidad . Y en Brasil, más que en ningún otro sitio, la  imagen crea la  realidad.

El informalismo urbanístico brasileño, tan ponderado por algunosw arquitectos papanatas de Europa (solo a cambio de un pasaje aéreo para contarlo bien cerca de las favelas), con su corolario de falta de planificación y ordenación territorial,  corrupción de las autoridades municipales que permiten cualquier cosa en cualquier momento  de cualquier sitio; y,  sobre todo, el  abandono a su  suerte de la clase más baja por parte de las élites intelectuales y económicas del país:  esos son los  causantes de la tragedia... de todos los años, en mayor o menor magnitud.

Sobrecoge ver en televisión las connsecuencias de la  tardanza, incompetencia y esccasez de la  ayuda que se brinda a las víctimas. Los helicópteros bordonean por el cielo de Sao Paulo,  llevando de  acá para allá  a las  hacendosas abejas que liban sus fluidos  financieros y fecundan  las cajas fuertes de los rascacielos, perfectamente a salvo de las contingencias climáticas. Ninguno de esos helicópteros ha perdido media de sus lucrativas jornadas para reforzar el magro contingente de medios que la administración del país trata de armar contra la  calamidad. ¿Demagogia? No si se  aplica la crítica a momentos puntuales, en los que salvar o no salvar vidas es cuestión de minutos. Los que ha tardado el  barro en anegar el optimista legado del expresidente Lula.

El tránsito de 20 millones de personas de la más  absoluta miseria a la pobreza, ha ccreado  una fuerza de consumo que acciona los  resortes industriales y financieros del país.  Pero ese "consumo para el pueblo pero sin el pueblo" solo evidencia la sideral distancia a la que se encuentra ese pueblo de las clases mejor situadas del país; y, sobre todo, el abismo de ignorancia en el  que sigue sumido sin  que ninguan forma de activismo civil sea imaginable y menos aún ninguna acción educativa estatal eficaz, regeneradora y a  la altura de los tiempos que la propaganda oficial dice haber alcanzado ya.

Los brasileños, fue la aventura tardo-seudo-colonial de Lula, colaboraron muy activamentte en el remedio de la tragedia que supuso el terremoto  de Haití. Las imágenes de su aniversario se confunden en las televisiones locales con las de las ciudades anegadas. Que no es posible  confundir con las que llegan de Australia, por más similares que sean los fenómenos  atmosfériicos que las ocasionaron. La  secretaria del organismo  de Naciones Unidas para la prevención y seguimiento de catástrofes naturales, ha sido terminante al  descalificar la  prevención y el seguimiento de tales fennómenos en el gigante sudamericano.

¡Pobre Brasil, tan cerca de Haití y tan lejos de Australia!

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