domingo, 16 de enero de 2011

La (última) cena de los pequeños burgueses.




 ¿Alguno de ustedes ha conseguido ignorar con quién se fue de cena el chico de Savater? (http://acuarelalibros.blogspot.com/2011/01/la-cena-del-miedo-mi-reunion-con-la.html)¿No?:  pues está usted metido hasta las cejas en la cosa de la  cultura. ¿Sí?:  ¡qué suerte!, también puede suspender aquí esta lectura. Semejante opinión no  pretende disminuir el valor  del impagable servicio  que Amador Fernández Savater ha rendido a su patria:  por si alguien albergaba dudas sobre la dimensión intelectual de la ministra o  sobre la densidad de las políticas culturales del  gobierno del que forma parte.

Sí difiero del cronista en un aspecto. Dice haber compartido un plato único compuesto, básicamente, de miedo. (Si uno sigue leyendo parece que también hubo atún rojo, pero a lo que vamos...). Conociendo a varios de los comensales,  no  me parece el miedo su condicionante principal. El miedo, como  factor  evolutivo, ayuda al  progreso  del  género humano, mantiene alerta, despierta, espabila y afina. Pero la cena de los devenidos perqueños burgueses (aunque se juren provenientes de muy distintos ámbitos, todos  han acabado en el pesebre) más bien  parece  celebrar el ego desmedido, la  prepotencia dirigista,  la presunción indiscutida de su excelencia. ¿Conocen a  alguien que haya logrado terminar de leer algún libro de Muñoz Molina, por mucho que le hayan gustado  sus peimeras páginas? Y así con los demás.

No abundaré sobre la almendra de la  discusión que se ha abierto en España con la ley Sinde. Ha traído beneficios indudables a nuestra cultura. Como la oportunidad de medir el coeficiente intelectual de la familia  Bardem, o la proximidad a los problemas para llenar la cesta de la compra de obreros tan escasos de remuneración y reconocimiento como Javier Marías... y otras intimidades más, siempre conmovedoras, de nuestro mesetario star-system. Dejemos eso a ellos, que saben; y sobre todo, a los que saben más.

El alma jóven de Amador se turba:  "Me preopcupa que quien tiene que legislar sobre la Red la conozca tan mal". Turbación que solo consigue, y como efecto indeseado, supongo, elevar la  tensión de su compañero de mesa (daría una mano por saber quién era el hipertenso, pero  tengo mis  candidatos...). Amador:  sentí exactamente lo mismo con motivo de la  2ª Conferencia de Cultura Iberoamericana,  en la que, corriendo España con el  gasto, se  asignaba a su ministra un relevante papel.  El asombro  que  causó su  desconocimiento del medio, su falta de sensibilidad ante cuestiones que son la base de nuestra enjundia histórica, solo fue comparable a su entusiasmo cantando ... ¡los avances de la  condiciónn femenina en los últimos tiempos! Ni  Zapatero  lo hubiera hecho mejor. Es verdad que el  tema de la conferencia era "Cultura y transformación social"... Y es verdad que solo son ejemplos, pero que se van acumulando como testimonios de un sistema cultural que sustituyó  hace tiempo la competencia por el poder.

Lo  que no  deja de asombrar es la torpeza de los procedimientos: hay que tratar de estrategias culturales en la  era de las comunicaciones, pues convoquemos a los  guardianes del parque jurásico que han conseguido, en los últimos años, monopolizar una escena cultural españoola al punto del estertor que sigue al  bostezo más prolongado, de la,  ya de por sí,  decaida fiesta europea. Y convoquémoslos a cenar, nada de trabajar, ni estudiar, ni investigar: ¡a cenar!

 Algunos de ellos tienen dificultades para frenar a la bestia en su propia casa ("mi hija se lo baja todo", confiesa un invitado: dios mío: ¿todo?).  Y a  otro le enfurece que usen sus fotos en los perfiles de facebook, ¡y qué quiere que hagan con ellas si ya no hay más velatorios de la movida. ¡ Ah!: comprarlas ... bueno,  quizá para decorar el plató del nuevo  "Cine de barrio". Perdió la oportunidad de fotografiar el "Decadencia Meseta Tour" de Miguel Ríos  (¡cómo hubiera quedado narrado por Elvira Lindo!) y hasta que no se lancen Víctor y Ana... que quizá prefieran a Ouka Lele...

Entre estos y los objetores a la lay del tabaco, uno  ya no sabe cual  de estas españas ha de helarle el corazón.

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