martes, 25 de enero de 2011

...el hombre acecha...

La tremenda discusión abierta en torno a la ley de la abuela de la ministra de la  cultura, además  de gruesos cadáveres en el camino, ha dejado  un enorme interrogante abierto en el alma de los ciudadanos curiosos. ¿Esos  creadores de cámara y corte, que se pronuncian sin tasa ni control sobre lo que conocen y lo que no, sirven de algo?, ¿la cultura española...?... , ¿la cultura española... por dónde anda?

Quienes salieron en tromba a la  procura de sus derechos de reproducción, ¿sienten alguna obligación de producir? Vamos, que si  hay una continuidad creativa en nuestro panorama cultural más visible, en el oficial, en el del Ministerio y El País, y El Mundo y Tele 5, que para el caso.... Porque, adelantémoslo ya, en el  otro, en el  ejercicio diario de quiénes no pasan tanto tiempo en el  escaparate, es claro  que la hay.

El mismo Muñoz Molina se lo planteaba recientemente, aún sin poder dejar de celebrar la  cantidad de cosas que ha aprendido (creo  recordar que eran 10: ¡oye...!). Que si valora más la literatura de creación o la de divulgación y pensamiento, y ahora se inclina por esta última. No  deja de ser loable, como estrategia de supervivencia, que al comprobar que nadie aguanta tus ficciones les enjaretes sus realidades, de las que siempre permanecerán cautivos. A cambio del aura creativa del gran novelista -que es lo  que de verdad mola: ¡ahhh!, ¡Auster!- puedes exhibir, sin problemas, algún tipo de investidura como lider de opinión y pastor de hombres (las mujeres no siguen a cualquiera).  Hecha ya segunda piel,  trabajo bien remunerado en El País, vas a encontrar seguro. Claro que ¿quién se acordará de ellos cuando estén muertos... discreto Don Baltasar de Gracián?

Pero no  carguemos  toda la culpa sobre Antonio Muñoz Molina o Rosa Montero y afines, no  son sus frágiles hombros  para llevar una carga que abruma a Occidente todo. Disociar pensamiento y creación nos ha llevado a una distribución profesional  rentable  en términos laborales, con tanto  especialista en cualquier cosa, pero cada vez menos interesante. Occidente observa y Muñoz Molina lo cuenta, un puro  ejercicio periodístico, así no ponemos la pica en ningún lado.

La celebrada unión de lógica y poesía que vertebra los Díálogos de Platón no corre por las  venas de nuestros gerifaltes culturales de hogaño. Y es ahora cuando más necesitados estamos de referencias válidas, ahora que somos capaces de oir el silencio a nuestro alrededor, cuando los ruidos de la fiesta se pierden ya en la lejanía. Cuando  vemos que nuestros deseos no quedaron satisfechos y  nos sentimos frustrados por el tiempo perdido en la adoraciónn al becerro de oro y  en la  contemplación de la tasación que hicieron de nuestro piso. O,  peor, cuando vemos que los deseos cumplidos nos llevaron pronto al hastío, porque las plegarias que el becerro atiende no son las que más necesitamos concretar.

Prescindiendo del prurito nacionalistoide por  evaluar la proyección internacional  de nuestra cultura, que  tantas páginas de periódico llena, ¿de qué nos sirve nuestra cultura? Pues quizá por zonas poco transitadas, pero de ella siguen saliendo admoniciones iluminadoras, como las de Séneca, Quevedo, Gracian, Unamuno y tantos otros entre medio.  Vean esto, de  Chantall Maillard: "¡Muéstrame tu dios y te diré cual es el color de tu miedo!":  no  me digan que no da como para pasar la tarde. Creimos  tanto en el poder que ahora no sabemos recuperar la  senda del sentimiento. Hicimos del éxito nuestra razón de vivir, ¿y ahora?: el miedo a no saber vivir sin éxito.   Chantal Maillard nos ayuda a observar, a analizar... y a observarnos y analizarnos como objetos de ese mismo esfuerzo.  Quizá los  resultados no llenen páginas de periódicos,  pero  sí nuestras vidas de sabiduría y disfrute.

Entre los muros sin piedad que conforman la ciudad de Sao Paulo, de repente, la amnistía de una plaza, algún lugar lujurioso de verde, donde disfrutar de un poco de sombra. Hoy la ciudad cumple años y lo celebra de manera informal. En una de esas plazas,  con humildad y sosiego pernambucanos, aparece Naná Vasconcelos con sus músicos, para improvisar una sesión de su inigualable  percusión. Los paulistanos se van arremolinnando a su alrededor, sin que nadie pregunte aquello de "¿a qué hora empieza?". Empezará cuando empiece y  la  espera forma parte de la excitación del momento. El concejal de cultura local también toma su lugar en el suelo sin que a nadie se le ocurra comentar aquello otro de "pero ¡qué  sencillo es!". Porque, además de organizar los acontecimientos que celebran la efeméride, ¡al concejal de cultura "le gusta" Naná Vasconcelos! y se va a quedar todo el concierto;  junto  con otro colega, Gilberto Gil,  que también sabe disfrutar de la música,  y los que  andamos por allá. Naná  Vasconcelos sale, comienza a probar los distintos instrumentos de percusión que utilizará en el concierto y sin ningún alarde, comienza su labor. La concentración es máxima y a los pocos minutos, el ritmo entra en los cuerpos que  dejan de escuchar para hacerse música,  descansa el alma, queda el pensamiento en suspenso y el cuerpo es música.

Si bajamos el volumen de quienes nos admonizan,  aconsejan, prometen y amenazan, escucharemos a quienes solo quieren ser con nosotros:  tiempo y espacio. Nosotros, todos, porque la única verdad es que, en la  tormenta y en la calma, en la riqueza y en la adversidad, el hombre acecha (como la mujer, para el caso...).

PD: La foto de Sao Paulo es de Ricardo Alcaide, que prepara su próxima exposición en la ciudad.  Y Naná Vasconcelos acaba de sacar un disco: "Ideas".

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