El hablador ejercita la capacidad que lo entitula aplicándola a la realidad que le rodea, asalta, sueña o, hasta, celebra. Se cree "donado" para ello, aunque no asumiría la responsabilidad de la huella indeleble, sí el burbujeo virtual y pasajero de las palabras. Y lo hace desde una perspectiva picaresca, sin esperanza ni ambición: pero es que hay que vivir...
miércoles, 19 de enero de 2011
La hora de todos y la ministra en su laberinto.
Algún fontanero de Moncloa, de esos a los que no hay residente en la corte que no se precie de conocer y hasta tratar, debió detectar una fuga en los sistemas de comuunicación con el pueblo y decidió dar la tocata a la ministra de cultura. "Que se te tiene que oir, que la gente tiene que saber qué hacemos y porqué lo hacemos". Eso es interesante: en Moncloa siguen pensando que no sabemos qué hacen, que ese es el problema. ¿Y porqué creerán, entonces, que sus expectativas de voto se funden entre la ira y el desdén? Pues porque inasequibles al análisis ni, menos aún, a la crítica, siguen pensando que el mal está en los otros. O sea, en nosotros, en los que no acabamos de entender los renglones torcidos con que a veces, y solo para combatir el liberalismo globalizante que nos inunda, el poder tiene que escribir nuestros destinos.
Porque sí, llegó la hora de todos. O eso nos creemos porque tenemos Internet: que nos vamos a realizar a golpe de bit y byte. Pero somos unos frustrados, eso es lo que somos. La ministra ya sabe que lo único que pretendemos es huir del espacio físico "donde desarrollamos nuestras insatisfechas vidas" (http://www.elpais.com/articulo/cultura/adversario/elpepicul/20110118elpepicul_2/Tes) . A ella, desde luego, yo siempre le vi un no sé qué gástrico en la cara, que estaba seguro de que le impedía ser feliz.
Cuando una ministra de cultura nos advierte de los peligros de "creer barato", el "perder un poco de intimidad a cambio de una vida (...) sin patronal", ¿sabe alguien a qué se refiereexactamente? Y, lo que me parece más turbador, si cabe: "esas alternativas a la realidad que podemos construir con nuestras manos" cuando nos conectamos a Internet, ¿cómo se hacen?. A mi me suena todo como a cuando no tienes pareja. Esos vacíos, ansias, frustraciones, sofocos y ansiedades que la ministra adjudica al común de los españoles... porque no será de los mortales: ¡los americanos ya tienen leyes antidescargas que dan miedo! ¿Se equivoca Zygmunt Bauman con ellos?
Pero cuando uno agradece de verdad el celo con que la ministra vela (por) su cultura, es cuando descubre, así, una mañana cualquiera, en el diario El País, el secreto mejor guardado de la Historia de la Literatura Española. Cervantes escribió la segunda parte de su simpar historia... ¡empujado por la pirateria! Lo que ningún ministerio de cultura ha sido capaz de hacer, impulsar la creación de una extraordinaria crónica de nosostros mismos, resulta que lo consiguió la piratería. Razón más que suficiente para desalojar al equipo actual del ministerio y sustituirlos por una buena bandera de piratas sin escrúpulos... ¡y otra vez a la cima de la creación mundial!
Sandia sandez es ya ocuparse tanto de la Sinde, pero ¿cómo obviar que, además de en su abuela, todo esto tiene su origen en la disposición final de la Ley de Economía Sostenible, que "favorecerá la recuperaciónn económica y nuestra competitividad internacional"? Porque el problema de fondo estriba en la endeblez de la argumentación, en la tergiversación de las posturas, y hasta en las salidas de pata de banco, que encubren intereses corporativos, mediocridades ocupacionistas y fidelidades que se teme ofender. Vean sino cómo la perspicacia de la ministra se adentra en la ignorancia popular y, tras dejar atrás al pobre Cervantes, sin saber porqué ni aclarar para qué lo había traído a colación, nos deslumbra con la traca final: el debate es "gente de la cultura versus gente de la tecnología". ¿Qué tal? Pero ¿quién destila en la mente de esta infeliz criatura (confesión propia, yo no juzgo...) semejantes ideas?
Ahí quería yo llegar: a la necesidad de que la política vuelva a ser la actividad de personas con un acreditado compromiso con la "cosa pública", que conozcan el medio en el que desempeñan el mandato de los ciudadanos. Que la competencia vuelva a sustitruir al poder. Porque, al final, resulta que estamos en manos de esos oscuros (y son bien oscuros) fontaneros de Moncloa que detectan ruidos, escapes y olores y se aplican al saneamiento con la impunidad que otorga el no ser nunca votados, solo nombrados. Así queda esta mujer frente a los electores, como el busto parlante que transmite las consignas del poder sin quitar ni poner nada y, dada la melancolía que el ejercicio parece ocasionarle, como la locutora con quien gustaría de informarse la familia Adams.
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