domingo, 30 de enero de 2011

La muerte os sienta tan bien....


No parece que, esta de rockero, sea una profesión de alto riesgo. Son muchos los  que se arrastran por escenarios de todo el  mundo, con mejor o  peor  fortuna,  cuando ya podrían estar jubilados hasta con el sistema Zapatero.  Desde luego, más de los que ardieron con su creación, necesariamente urgente.

Las dos portadas que acompañan son del mismo mes, del actual. Una conmemora una aniversario que sigue levantando  pasiones, la  otra es más difícil saber qué, pero algo celebra también.

La mágica foto de  Rolling Stone,  con Yoko en su cumbre creativa, inspiradora y dinamitera a un tiempo, capaz de asumir la maternidad intemporal del genio, al que no necesita parir pero no deja de alentar.  La  verdad es que el  tiempo demostraría que, de forma bastante predecible, ella quedó más muerta que el nunca suficientemente añorado Jhon Lennon.

La maravillosa foto de Leibovitz es otro ejemplo de la libre circulación de significados que por unos años recorrió el arte y la  cultura, más populares de lo que  nunca lo serán en el momento  de sobreexposición mediática que padecemos.  Es una foto  que refleja la  violencia del  acto  creativo  que unió a esa pareja eterna. Gran parte de la música que hicieron juntos sigue siendo un enigma tan abierto como la profundidad  del mensaje de otro cadáver jóven y del momento, Jimmy Hendrix. Entrar en la  elementariedad del  grito, como hacen en algunas de sus creaciones, colocaba al  pop  en la  senda de Jhon Cage, en el  misterio de Pollock, junto con los jóvenes airados de todo el  mundo. Esa es una foto que explica un tiempo.

Si Lennon volviera con nosotros  y encontrara la portada con Elton Jhon en  los quioscos de Brasil, donde se publica una lustrosa edición de la entrañable ¡Hola!; pensaría, quizá, que los ingleses, en otra de sus imprevisibles piruetas históricas, lo habían elegido reina de Inglaterra. Y como tal se muestra Elton ante la aldea global, presentando al  heredero ante los medios del mundo.

Asumiendo que tanto derecho  tiene Elton a hacer lo que le  venga en gana, como cualquiera a comentarlo, puesto  que lo  hace en público,  dejenme decirles que yo no me esperaba esta asunción tan desinhibida del  eterno maternal,  que, por otra parte,  quizá todos llevamos dentro  y estamos  demasiado acostumbrados a reprimir. Y por el  eterno  maternal aún pasaría, ¡pero esa abuela con gafas! Tras el  papel principal en la imposible comedia musical "Lady Di goes to any haven available" (consiguiendo ser  nada menos que la muerta en elentierro),  ¿qué otra noticia sobre creaciones de Elton hemos  tenido? Digo de las concebidas de cintura para arriba.

Porque es muy posible que David Bowie haya sido también abuela, pero  ha tenido la caridad con nosotros, y la piedad consigo mismo, de ocultarlo. Actitud que nos permite seguir escuchando su música,  la del  increíble Station to Station, por ejemplo, con el mismo impulso vital  con  que fue creada,  y sin temer que la  abuela entre en la habitación justo cuando nos estamos masturbando, que es la sensación que me asalta a mi si escucho un disco de Elton Jhon y aparece, de repente, la portada del ¡Hola!

Y es que no, todo no  vale. Aplaudimos sin descanso el  avance social  que va equiparando (no tan de prisa como parece) los derechos,  y deberes, de gays y lesbianas con los de cualquier hijo de vecino. Pero no llevamos bien la estrategia de relaciones públicas y márketing de quienes ya en el  declive de su carrera, tratan de relanzarla con una intoxicante ética/estética de género, aprovechando que hay un público nuevo, el gay; tan nuevo como la sociedad líquida, pero  si lo dice El Mundo...

Porque, si alguien no  coloca a tiempo un bozal a Ricky Martin, ¿cuantas veces más nos  va a contar las delicias tántricas de su identidad sexual encontrada?: ¡pero si a nadie le cupo nunca la más mínima duda sobre la misma, ¿cómo pudo  caberle a él?! Y es que esa ecuación gay/consumista/idiota es la que yo no  acabo de entender de dónde sale, sólo  que se encuentra, preferentemente, en páginas tan avisadas y comprometidas con la realidad como las de El Mundo... admitámoslo: y similares.


 Al menos los Rolling Stones se suben a un escenario - bueno, ya no sé  si pueden: desde que se caen de los árboles...- sin estrategia ninguna y se ponen a hacer lo de siempre, solo que ahora mal. Porque si hay un arte inevitablemente urgente, ese es el rock and roll. Ninguno  de los  grandes hizo  nada a partir de cierta edad, y ninguna estela como la de Jim Morrison o Jeff Buckley, por actualizar el mito; ninguna creación comparable a la de Jhon Lennon, ningún desgarro como el de Janis Joplin. No dejemos que el  mercado,  o los mercados  esos que  van a acabar con Zapatero, terminen con nuestra percepción y disfrute de lo que solo puede ser jóven, o  no será. Y que no   nos  vengan con que Supertramp existe, solo por esas fiestas de centro de día que organizan los veranos. Menos aún después de haber aceptado que Elvis no murió sino que se retiró, quien sabe si en la luna misma a la que nunca llegaron los americanos...!

sábado, 29 de enero de 2011

Taxi Driver


Ni siquiera los lectores que nos negamos a caer en la  trampa de la novela negra, hemos podido sustraernos a la evidencia de su moda. Ya eso sería suficiente motivo para salir huyendo de las sobrediseñadas y archipromovidas portadas que nos acechan desde todos los rincones de las librerías y hasta de los supermercados. Pero  hay otros.

Y veo uno de los principales en la  insensatez que recorre el mundo. Tanto  ese ejército de investigadores más o menos privados, como las falanges de lo  que se ha dado en llamar telerealidad, se nos están convirtiendo en una segunda piel cultural. A veces inconfesable, a veces lucida con orgullo de bronceado marbellí, es evidente que va camino de naturalizarse en adn.

Y tan alienante es lo  uno como lo otro, aunque vaya por clases. Porque quienes se estremecen y excitan con las variadas sagas larsson, miran con desdén a los seguidores de todas esas norias, veranos y qué sé yo qué más atracciones de la  variada feria cañí que vuelve a definirnos, como en aquellos tiempos de los que creíamos haber salido. Pero por ahí andan...

Ya es evidente que esa segunda piel nos inmuniza por completo y nos permite aventurarnos por entre los mensajes de los medios de comunicación, cada vez más volcados en el  relato de la violencia. Las guerras, los desastres naturales, la  de género, la juvenil o el  terrorismo. Encajamos todas las violencias que nos asaltan desde la hora del  desayuno, y que van alimentando nuestra sensación de saber marear todas las tormentas, sortear todos los peligros, y llegar al final del día celebrando que seguimos enteros.

Esa violencia que ya ni identificamos porque es nuestra vida, es la  violencia que emana de nuestro sistema económico, social y cultural, la violencia del hombre que come hombre, y perro si hace falta, y todo por un puñado de euros. Pero a eso hemos llegado. Así que cuando nos asalta el  relato de alguna tragedia acaecida a nuestros semejantes, lo aislamos, lo  condenamos como una aberración, y seguimos viendo la  televisión tan ricamente. No forma parte de nuestro mundo, la violencia es siempre cosa de otros, de esos a los que les pasan esas cosas, ellos sabrán  por qué.

A mí,  uno  de esos hechos  se me está  enquistando en el corazón (social, que también tenemos). La secuencia demencial  de actuaciones públicas y privadas que siguen sucediendo a la desaparición de Marta del  Castillo en Sevilla, colma la capacidad de espanto del más  avezado  lector de novela negra, como del más salvaje espectador de telebasura. Ni  necesitamos a Nieves Herrero para irnos marcando las pautas del horror ni los plazos del estremecimiento.

 Un desaforado grupo de adolescentes, secundados por algunos adultos, han secuestrado lo  que se creían derechos inalienables de la persona: el derecho al dolor por los muertos más  cercanos, el derecho al cuerpo  de los desaparecidos, el de la sociedad a consolar y acompañar a  quienes sufren la  pérdida de alguien tan próximo como pueda serlo un hijo. Y eso después de haber confesado que sí, que mataron brutalmente a la joven que se cruzó en su camino. Pero ni años de investigación, millones invertidos en búsquedas infructuosas, ni el Cuerpo de Policía,  ni la Justicia, han sido  capaces de romper la omertá de quiénes encontraron esa rara solidaridad  en el desafío a la  sociedad. Cuyas consecuencias quieren eludir a toda costa. Y sus padres, hermanos, vecinos y novias participan del mismo pacto en una ceremonia de ignorancia y crueldad solo  comparable al desprecio por el dolor ajeno que muestran las  acciones terroristas. La apertura de fosas comunes habilitadas durante la Guerra Civil o en los  terribles momentos que la sucedieron. cuentan con la aprobación general de una sociedad que comienza a atreverse con su pasado. Pero no  puede lidiar con el presente.

La violencia no  está solo en los  actos violentos, también en su contexto.  Aterra ver a los padres del menor, juzgado esta semana, acudir al  juicio: compuestos, conscientes de las cámaras que esperan al entrar y al salir y mostrando el apoyo  incondicional al presunto (allá cada uno...), y  el  desafío constante  a la contraparte. No es fácil pensar en estas circunstancias, pero de alguna manera tendremos que conseguir explicar que esto ocurre en la  puerta de al lado.

Está  la  educcación. Cierto. Pero no  solo, porque la misma, deplorable si se quiere, la están recibiendo todos los jóvenes que acuden al sistema de enseñanza pública en nuestro país, y no todos  derivan en semejantes comportamientos. Y, cómo no, está el  asunto de la sociedad líquida, en la que afectos y compromisos se diluyen en ese mar sin ética que baña nuestras playas personales y sociales. Pero,  vamos  a  ver, aparte de la genialidad del señor Baumann para sistematizar una teoría brillante,  la sociedad ¿no  ha sido siempre líquida? Naturalmente. ¿Qué generación no  ha vivido  una "crisis de  valores"?,  ¿cual de ellas no tuvo que lidiar con la desintegración familiar?, ¿quién se libró de la  crisis de las religiones, con sus idas y venidas? Vamos, que ¿quién escapó al pecado original?, en una palabra.

Y con todo y con eso, no nos echamos al monte así como así. Porque es muy difícil ser realmente violento.  A mi no me sale. Alterar, subvertir y trastornar elementos tan esenciales al  funcionamiento de una sociedad, como lo están hacciendo estas personas, es muy difícil. Recordemos al  Robert de Nito de  Taxi driver. Sus desasosegantes escenas ante el  espejo, anticipando  actitudes que le  facilitarán más tarde la descarga violenta, los monólogos en presencia de la chica que persigue... la soledad irredenta de su apartamento: el deseo de acabar con todo  eso agrediéndose a sí mismo en sus víctimas. A quien ataca es a sí mismo, cierto que como integrante de esa tribu que juzga inviable y por formar parte del horror,  pero a sí mismo.

Se pasa a la  violencia  por autodesprecio y se  pasa  a la  violencia por temor al otro.  Marta del Castillo era una mujer y desapareció por eso, lo que no  sé  si se ha acentuado suficientementte. El temor que la mujer está infundiendo en determinados  varones, de adscripción social y nivel educativo bastante homologables en todo  el mundo, es uno de los misterios de nuestro tiempo que, desde luego, las novelas suecas no  van a desvelar.

Así que la sociedad, nosotros, en lugar de estremecernos (de gusto) ante el horror que aflige siempre a los otros, debería aplicarse en la utilización de su variada panoplia de instrumentos, hasta conseguir identificar y aislar los comportamientos tóxicos que comprometen su funcionamiento.

Porque sería tremendo llegar a la conclución de que la democracia no sabe lidiar con la violencia o, peor,  que la  genera, en su incapacidad para alcanzar una verdadera distribución igualitaria de valores como la educación o la justicia. Quizá el  ruido con que ruge la sorda tempestad de los medios nos impida escuchar el  lamento de los individuos. Vergüenza para quiénes así se lucran de las lacras de los demás.

PD: la foto es otra increible imagen de Víctor Carrillo.

miércoles, 26 de enero de 2011

Estilismos

Ella.

Él...












El gran Gilberto Gil
Carlos Calil, Secretario de Cultura de la Prefeitura de Sao Paulo

Ovserven el largo de la chaquta (de él)
Nada resulta tan físico como el  ritmo, es la experiencia misma de la  fisicidad, de la  vida que corre por nuestras venas. Así que no es de extrañar que sea la música el  arte que, con mayor probabilidad, puede hacernos pasar al otro lado del espejo. La experiencia musical  convierte nuestro cuerpo en el  instrumento  imprescindible de la trasmutación artística, por eso somos oyente, músico e instrumento, cuando nos permitimos ese tipo de esperiencias, sí, más "orientales" que "occidentales", si hemos de atenernos al tópico.. Otras artes las proporcionan en diferente grado de intelectualización,  por lo que no es de extrañar que, asumiendo un cierto idealismo, la  vida misma podamos considerarla una obra de arte. 

Entonces ¿para qué necesitamos  un ministerio  de cultura? Y no creo que la  respuesta sea tan evidente, aunque la pregunta se pueda reformular hacia, ¿qué podemos, y debemos, esperar del ministerio de cultura? Pasemos sobre lo obvio, la conservación del patrimonio, que es lo que  justifica su existencia. E igualmente justificaría la de un supuesto ministerio de obras públicas (Franco, ¡poeta!), puesto que públicas y obras son las que el ministerio de cultura tiene que conservar y, en su caso, gestionar.

Se ha puesto de moda tirar contra Malraux:  un ministerio de cultura es, en nuestros días, un ente que NO hace lo que hizo el francés... pero bien que su nación lo aprovechó. Un ministerio de cultura es un promotor que nunca tiene que hacer un Beaubourg, porque ¡vaya un pretensión!, esa de competir con Nueva York y su expresionismo abstracto, ¡a quién se le ocurre!

Pero sigue habiendo una marca cultural francesa,  reconocible en todo el mundo, extraordinario complemento de la diplomacia pública que ejercen las multinacionales galas en los cinco continentes. Ya..., tampoco ese tiene que ser el objetivo... y la discusión inunda volúmenes, completa anaqueles y anima masters de gestiónn cultural, ¡y mira que es difícil animar esos engendros!

Celebrábamos ayer el 457 aniversario de la ciudad de Sao Paulo aplaudiendo a un músico junto con los responsables de cultura, estatales o locales, pasados o presentes, que colaboran en la producción,  difusión y goce de una cultura (muy discutible también, y ocasión habrá  para ello) con un marchamo  popular difícil de encontrar fuera de Brasil. Pero es que a los ministros les gusta su trabajo, y sentarse en el  suelo  desafiando a la deshidratación, con una botella de agua en la mano;  y al spleen urbano, con  Naná Vasconcelos, les parece el  mejor  plan posible para celebrar un cumpleaños. Por ejemplo el  de su ciudad, y en compañía de sus ciudadanos, no de sus próceres, ni de sus paniaguados de  cámara. Cuestión de estilo.

Siguiendo ese argumento que nos lleva del  gusto al  tacto, de este al  estilo y desde él, a una buena gestión del  capital simbólico de la comunidad, ¿qué es lo que gusta a los ministros de las españas? Al menos, para centrarnos,  a esos que el  incansable dedo de Zapatero señala y consagra como guardianes de nuestras esencias , con la misma veleidad y desinformación con las que el dedo de Florentino Pérez coloca entrenadores en su Real Madrid.

¿Se acuerdan de un tal Molina? Pues fue uno de ellos no  hace mucho. Solo con facilitar la desaparición de los faldones de sus chaquetas por el  centro de Madrid, se aliviaron los problemas de tráfico en la capital. Y la noble intención de escondernos sus enormes posaderas no justificaba las oleadas de tela que aparecían en los actos oficiales, siendo así que, además, no hay Instituto Torroja capaz de diseñar la prenda que disimule semejante anatomía. Eso se olvida con relativa facilidad, pero ¿y  lo que hizo en el  ejercicio  propio de sus funciones? Sin noticias ya de quien, por otra parte, nunca las tuvo  más que de sí mismo.

¿Y  qué será de la ministra actual, a caballo entre la loba de Custo que le  gustaría ser y la  teresiana que no  acaba de salir de ella? Porque con esas  alternativas se presenta en sociedad, sin transición alguna. Eso sí, como su antecesor, rodeados de un ejército de fieles (y no  tanto, que hay cada desagradecido, contando  unas cosas...) que los aisle de la  realidad,  les oculte la  respiración de la calle  y les permita vivir ¡su imposible sueño Malraux! En el  suelo se iban a sentar ellos..., ¡hasta ahí podíamos llegar! Estilismos. Pero el veleidoso dedo de Zapatero ya gira otra vez...

Para orientar su alegre vuelo,  los internautas proponen la oronda figura del  señor de la Iglesia (Alex, no Rouco..., que a lo mejor pronto tiene su oportunidad también).  Y yo propongo ¡a Mouriño!:  un poco de orden, sí señor. Total,  nadie como él (ni siquiera Molina) para poner una institución a su servicio convirtiéndose en el patrón de su empleador. Y ya veríamos si se arbitraba a favor de los artistas españoles  en las bienales immportantes o no. Y lo de las descargas, bueno, en media hora; por no hablar del cine;  o  del Reina  Sofía, ¡patronatos a él!:  a ganar en todos los  frentes, que participar es de tontos. ¡Ah!, que no es español... en realidad, no hay nada más español que un portugués cabreado...

martes, 25 de enero de 2011

...el hombre acecha...

La tremenda discusión abierta en torno a la ley de la abuela de la ministra de la  cultura, además  de gruesos cadáveres en el camino, ha dejado  un enorme interrogante abierto en el alma de los ciudadanos curiosos. ¿Esos  creadores de cámara y corte, que se pronuncian sin tasa ni control sobre lo que conocen y lo que no, sirven de algo?, ¿la cultura española...?... , ¿la cultura española... por dónde anda?

Quienes salieron en tromba a la  procura de sus derechos de reproducción, ¿sienten alguna obligación de producir? Vamos, que si  hay una continuidad creativa en nuestro panorama cultural más visible, en el oficial, en el del Ministerio y El País, y El Mundo y Tele 5, que para el caso.... Porque, adelantémoslo ya, en el  otro, en el  ejercicio diario de quiénes no pasan tanto tiempo en el  escaparate, es claro  que la hay.

El mismo Muñoz Molina se lo planteaba recientemente, aún sin poder dejar de celebrar la  cantidad de cosas que ha aprendido (creo  recordar que eran 10: ¡oye...!). Que si valora más la literatura de creación o la de divulgación y pensamiento, y ahora se inclina por esta última. No  deja de ser loable, como estrategia de supervivencia, que al comprobar que nadie aguanta tus ficciones les enjaretes sus realidades, de las que siempre permanecerán cautivos. A cambio del aura creativa del gran novelista -que es lo  que de verdad mola: ¡ahhh!, ¡Auster!- puedes exhibir, sin problemas, algún tipo de investidura como lider de opinión y pastor de hombres (las mujeres no siguen a cualquiera).  Hecha ya segunda piel,  trabajo bien remunerado en El País, vas a encontrar seguro. Claro que ¿quién se acordará de ellos cuando estén muertos... discreto Don Baltasar de Gracián?

Pero no  carguemos  toda la culpa sobre Antonio Muñoz Molina o Rosa Montero y afines, no  son sus frágiles hombros  para llevar una carga que abruma a Occidente todo. Disociar pensamiento y creación nos ha llevado a una distribución profesional  rentable  en términos laborales, con tanto  especialista en cualquier cosa, pero cada vez menos interesante. Occidente observa y Muñoz Molina lo cuenta, un puro  ejercicio periodístico, así no ponemos la pica en ningún lado.

La celebrada unión de lógica y poesía que vertebra los Díálogos de Platón no corre por las  venas de nuestros gerifaltes culturales de hogaño. Y es ahora cuando más necesitados estamos de referencias válidas, ahora que somos capaces de oir el silencio a nuestro alrededor, cuando los ruidos de la fiesta se pierden ya en la lejanía. Cuando  vemos que nuestros deseos no quedaron satisfechos y  nos sentimos frustrados por el tiempo perdido en la adoraciónn al becerro de oro y  en la  contemplación de la tasación que hicieron de nuestro piso. O,  peor, cuando vemos que los deseos cumplidos nos llevaron pronto al hastío, porque las plegarias que el becerro atiende no son las que más necesitamos concretar.

Prescindiendo del prurito nacionalistoide por  evaluar la proyección internacional  de nuestra cultura, que  tantas páginas de periódico llena, ¿de qué nos sirve nuestra cultura? Pues quizá por zonas poco transitadas, pero de ella siguen saliendo admoniciones iluminadoras, como las de Séneca, Quevedo, Gracian, Unamuno y tantos otros entre medio.  Vean esto, de  Chantall Maillard: "¡Muéstrame tu dios y te diré cual es el color de tu miedo!":  no  me digan que no da como para pasar la tarde. Creimos  tanto en el poder que ahora no sabemos recuperar la  senda del sentimiento. Hicimos del éxito nuestra razón de vivir, ¿y ahora?: el miedo a no saber vivir sin éxito.   Chantal Maillard nos ayuda a observar, a analizar... y a observarnos y analizarnos como objetos de ese mismo esfuerzo.  Quizá los  resultados no llenen páginas de periódicos,  pero  sí nuestras vidas de sabiduría y disfrute.

Entre los muros sin piedad que conforman la ciudad de Sao Paulo, de repente, la amnistía de una plaza, algún lugar lujurioso de verde, donde disfrutar de un poco de sombra. Hoy la ciudad cumple años y lo celebra de manera informal. En una de esas plazas,  con humildad y sosiego pernambucanos, aparece Naná Vasconcelos con sus músicos, para improvisar una sesión de su inigualable  percusión. Los paulistanos se van arremolinnando a su alrededor, sin que nadie pregunte aquello de "¿a qué hora empieza?". Empezará cuando empiece y  la  espera forma parte de la excitación del momento. El concejal de cultura local también toma su lugar en el suelo sin que a nadie se le ocurra comentar aquello otro de "pero ¡qué  sencillo es!". Porque, además de organizar los acontecimientos que celebran la efeméride, ¡al concejal de cultura "le gusta" Naná Vasconcelos! y se va a quedar todo el concierto;  junto  con otro colega, Gilberto Gil,  que también sabe disfrutar de la música,  y los que  andamos por allá. Naná  Vasconcelos sale, comienza a probar los distintos instrumentos de percusión que utilizará en el concierto y sin ningún alarde, comienza su labor. La concentración es máxima y a los pocos minutos, el ritmo entra en los cuerpos que  dejan de escuchar para hacerse música,  descansa el alma, queda el pensamiento en suspenso y el cuerpo es música.

Si bajamos el volumen de quienes nos admonizan,  aconsejan, prometen y amenazan, escucharemos a quienes solo quieren ser con nosotros:  tiempo y espacio. Nosotros, todos, porque la única verdad es que, en la  tormenta y en la calma, en la riqueza y en la adversidad, el hombre acecha (como la mujer, para el caso...).

PD: La foto de Sao Paulo es de Ricardo Alcaide, que prepara su próxima exposición en la ciudad.  Y Naná Vasconcelos acaba de sacar un disco: "Ideas".

sábado, 22 de enero de 2011

La felicidad era eso...



¿Qué es lo que era la  felicidad?

Siguiendo  a la  fenomelogía, una buena versión actualizada sería la satisfacción del fumador que sale a la calle  y resuelve su perentoria necesidad, huyendo  de la  represión interior. Algo así como quien saca un pie de la manta en estos días tremendos y lo vuelve a introducir en el confort de la  cama: vuelve a ser feliz y por bien poco.

Pero como no  solo  somos así de inmanentes, como también buscamos más cosas, hemos perdido un poco el sentido. Porque ¿qué era la felicidad? Innmediatamente antes de la llegada de la crisis, ese fantasma que recorre España (y alrededores), la felicidad  era comprar, presumir, cenar en sitios caros; así,  alardear todo el día, de cualquier cosa; aprenderse marcas de vinos de memoria, hablar de añadas que nunca se disfrutaron, soltar nombres de personas y cosas que nunca se conocieron; lo que fuera que diera a nuestra vida un coturno suficiente para elevarla por encima de la de los demás.

Esta España que conmueve en la zozobra o se crece en la adversidad, hasta ganar un mundial si hace falta, ¿supo navegar en la  abundancia? No. Frivolizando en los primeros tiempos de la ominosa (esperemos que no llegue a década, aunque por la incompetencia de nuestros políticos no quedará...), a mi me pareció  que,  concretamente  a Madrid, hasta le  sentó  bien la colleja (de los  primeros momentos, la gota malaya que nos machaca ya no sienta bien a nadie ni a nada).

Aquel Madrid triunfante, en perpetuo ejercicio especular con Nueva York, era un coñazo. Además, la  referencia no era  la capital del estado americano del mismo nombre, sino el  "Nueva York" que ocupa el imaginario universal tanto del moderno como del hortera (que coinciden más de lo que se piensa). La suma y cifra del chic, la moda (por lo menos las compras)  y hasta la  cultura o la arquitectura, o cualquier otra cosa. Porque , no nos engañemos, el lujo de verdad, el lujo, tampoco es que a los españoles que inundaban las orillas del  Hudson, les ocupara demasiado espacio en la cartera ni, menos aún, en la  cabeza. Era más lo del turco, el chino y el japonés... y a buscar un bocata chorizo. Pero así nos apropiamos de la Gran Manzana y aver quién nos discutía la conquista.

Pues se acabó. Entonces, ¿qué era la felicidad? Este no parece mal momento para volver a indagar en los pliegues del alma,  qué es lo que queremos, y de eso que anhelamos, qué es lo esencial, lo  que de verdad nos acerca a... ¡la felicidad! Porque la ministra de cultura se empeñará en lo contrario, pero ni yo, ni muchos otros millones de españoles, estamos dispuestos a renunciar a ella (a la felicidad, a la ministra sí podemos renunciar) y a disfrutarla a este lado de la pantalla.

Vinculemos por un momento crisis y ley antitabaco (aunque solo sea por la desazón que entre ambas están generando en  amplios sectores de población). La vida en Madrid está cambiando. Y lo que la prosperidad no  logró con sus interminables horas de trabajo, lo está  logrando la  crisis: meternos en casa. Y  claro, si tampoco podemos fumar, pues ya está, a casa, a degustar unos ricos polos de tomate que habrá preparado alguien; así, como recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue,  de cuando todos éramos Adriá. Quizá no lo estamos  valorando (... y disfrutando) en toda su intensidad, pero  vivimos un extraordinario momento de libertad antes de la  nueva norma que llega implacable. Estamos como en el Berlín de ese otro imaginario, del golfo e internacional:  ¡a vivir que se acaba el mundo!. Porque el  que conocemos se acaba, podemos estar seguros.

Y es que, cuando menos lo esperábamos, porque ya habíamos superado todos los complejos europeizantes de los 80 y los 90, cuando empezábamos a entender que lo de Europa tampoco era para tanto, ¡zas!, nos  hacemos europeos, y empezamos a aburrirnos como ostras, a salir solo a cenar, porque las copas son un desénfreno impropio de personas responsables. A follar por follar, sin amor ni nada, solo porque sienta bien y sale barato. Y a rodearnos de artilugios electrónicos en casa para defendernos del exterior.

¿Y un buen libro? De verdad,  es lo mejor. No  dejemos pasar la crisis, demorémosla si es preciso, sin hacernos las grandes preguntas, las de antes: ¿quién soy?, ¿qué quiero?, ¿qué es lo que no quiero?, y sí: ¿qué es la felicidad? Esas y otras respuestas solo las encontraremos en los libros.

El fálico y dominador Occidente, al que ya le están dejando sus instrumentos de penetración hechos unos zorros en todas partes, haría bien en replegarse, volver a ser clásico y pensar.  Y no  digamos  España, donde parece que el único que piensa es Guardiola. Quizá no andaba tan equivocado el trío Los Panchos cuando aseguraba que "bastaría con abrazarse y conversar". Claro, si la infame turba de tertulianos nos deja entendernos. Yo propondría el día sin radio: un día en el que ningún español escucha a ningún tertuliano y descubre en su señora, en el novio, el  lechero, el panadero... una sabia manera de compartir el tiempo y enriquecer su experiencia. Porque lo que no encontramos en los libros ya solo está en la  gente.

Sosiego, reflexión, conversación y calma nos traerán el saber, la estrategia y el placer que la Cope, o El Mundo, u otros similares vociferios, se empeñan en ocultarnos.

PD: La imagen que acompaña es de mi amigo Alexander Apostol, de su extraordinaria serie "Ensayando la postura nacional".

miércoles, 19 de enero de 2011

La hora de todos y la ministra en su laberinto.




Algún fontanero de Moncloa, de esos a los que no hay residente en la  corte que no se precie de conocer y hasta tratar,  debió detectar una fuga en los sistemas de comuunicación con el pueblo y decidió  dar la tocata a la ministra de cultura. "Que se te tiene que oir,  que la gente tiene que saber qué  hacemos  y porqué lo hacemos". Eso es interesante:  en Moncloa siguen pensando que no sabemos qué hacen, que ese es el problema. ¿Y porqué creerán, entonces,  que sus expectativas de voto se funden entre la ira y el  desdén? Pues porque inasequibles al análisis ni, menos aún, a la  crítica, siguen pensando que el mal  está en los otros. O sea, en nosotros, en los que no acabamos de entender los  renglones torcidos con que a veces, y solo para combatir el liberalismo globalizante que nos inunda, el poder tiene que escribir nuestros destinos.

Porque sí, llegó la hora de todos. O eso nos creemos porque tenemos Internet: que nos vamos a realizar a golpe de bit y byte.  Pero somos unos frustrados, eso es lo que somos. La ministra ya sabe que lo único  que pretendemos es huir del  espacio físico "donde desarrollamos nuestras insatisfechas vidas" (http://www.elpais.com/articulo/cultura/adversario/elpepicul/20110118elpepicul_2/Tes) . A ella, desde luego, yo siempre le vi un no  sé qué gástrico en la cara, que estaba seguro  de que le impedía ser feliz.

Cuando  una ministra de cultura  nos advierte de los peligros de "creer barato",  el "perder un poco de intimidad a cambio de una vida (...) sin patronal", ¿sabe alguien a qué se refiereexactamente? Y,  lo que me parece más turbador, si cabe: "esas alternativas a la realidad que podemos construir con nuestras manos" cuando nos conectamos a Internet, ¿cómo se hacen?. A mi me suena todo como a cuando no  tienes pareja. Esos vacíos, ansias, frustraciones, sofocos y ansiedades que la ministra adjudica al común de los españoles... porque no será de los mortales: ¡los americanos ya tienen leyes antidescargas que dan miedo! ¿Se equivoca Zygmunt Bauman con ellos?

Pero cuando uno agradece de verdad el  celo con que la ministra vela (por) su cultura, es cuando descubre, así, una mañana cualquiera, en el diario El País, el secreto mejor guardado de la Historia de la Literatura Española. Cervantes escribió la segunda parte de su simpar historia... ¡empujado  por la  pirateria! Lo que ningún ministerio de cultura ha sido capaz de hacer, impulsar la  creación de una extraordinaria crónica de nosostros mismos, resulta que lo consiguió la piratería. Razón más que suficiente para desalojar al equipo actual del ministerio y sustituirlos por una buena bandera de piratas sin escrúpulos... ¡y otra vez a la  cima de la  creación mundial!

Sandia sandez es ya ocuparse tanto de la Sinde,  pero ¿cómo  obviar que, además de en su abuela, todo esto tiene su origen en la disposición final de la Ley de Economía Sostenible,  que "favorecerá la recuperaciónn económica y nuestra competitividad internacional"? Porque el  problema de fondo  estriba en la endeblez de la argumentación, en la  tergiversación de las posturas,  y hasta en las salidas de pata de banco, que encubren intereses corporativos, mediocridades ocupacionistas y fidelidades que se teme ofender. Vean sino cómo la perspicacia de la ministra se adentra en la ignorancia popular y, tras dejar atrás al pobre Cervantes, sin saber porqué ni aclarar para qué lo había  traído a colación, nos deslumbra con la  traca final: el  debate es "gente de la cultura versus gente de la tecnología". ¿Qué tal? Pero ¿quién destila en la mente de esta infeliz criatura (confesión propia, yo no juzgo...) semejantes ideas?

Ahí quería  yo llegar: a la necesidad de que la política vuelva a ser la actividad de  personas con un acreditado compromiso con la "cosa pública", que conozcan el medio en el que desempeñan el mandato de los ciudadanos.   Que  la competencia vuelva a sustitruir al poder. Porque, al final, resulta que estamos en manos de esos oscuros (y son bien oscuros) fontaneros de Moncloa que detectan ruidos, escapes y olores y se aplican al saneamiento con la impunidad que otorga el no ser nunca votados, solo nombrados. Así queda esta mujer frente a los electores, como el busto parlante que transmite las consignas del poder sin quitar ni poner nada y,  dada la melancolía que el  ejercicio parece ocasionarle, como la locutora con quien gustaría  de informarse  la  familia Adams.

domingo, 16 de enero de 2011

La (última) cena de los pequeños burgueses.




 ¿Alguno de ustedes ha conseguido ignorar con quién se fue de cena el chico de Savater? (http://acuarelalibros.blogspot.com/2011/01/la-cena-del-miedo-mi-reunion-con-la.html)¿No?:  pues está usted metido hasta las cejas en la cosa de la  cultura. ¿Sí?:  ¡qué suerte!, también puede suspender aquí esta lectura. Semejante opinión no  pretende disminuir el valor  del impagable servicio  que Amador Fernández Savater ha rendido a su patria:  por si alguien albergaba dudas sobre la dimensión intelectual de la ministra o  sobre la densidad de las políticas culturales del  gobierno del que forma parte.

Sí difiero del cronista en un aspecto. Dice haber compartido un plato único compuesto, básicamente, de miedo. (Si uno sigue leyendo parece que también hubo atún rojo, pero a lo que vamos...). Conociendo a varios de los comensales,  no  me parece el miedo su condicionante principal. El miedo, como  factor  evolutivo, ayuda al  progreso  del  género humano, mantiene alerta, despierta, espabila y afina. Pero la cena de los devenidos perqueños burgueses (aunque se juren provenientes de muy distintos ámbitos, todos  han acabado en el pesebre) más bien  parece  celebrar el ego desmedido, la  prepotencia dirigista,  la presunción indiscutida de su excelencia. ¿Conocen a  alguien que haya logrado terminar de leer algún libro de Muñoz Molina, por mucho que le hayan gustado  sus peimeras páginas? Y así con los demás.

No abundaré sobre la almendra de la  discusión que se ha abierto en España con la ley Sinde. Ha traído beneficios indudables a nuestra cultura. Como la oportunidad de medir el coeficiente intelectual de la familia  Bardem, o la proximidad a los problemas para llenar la cesta de la compra de obreros tan escasos de remuneración y reconocimiento como Javier Marías... y otras intimidades más, siempre conmovedoras, de nuestro mesetario star-system. Dejemos eso a ellos, que saben; y sobre todo, a los que saben más.

El alma jóven de Amador se turba:  "Me preopcupa que quien tiene que legislar sobre la Red la conozca tan mal". Turbación que solo consigue, y como efecto indeseado, supongo, elevar la  tensión de su compañero de mesa (daría una mano por saber quién era el hipertenso, pero  tengo mis  candidatos...). Amador:  sentí exactamente lo mismo con motivo de la  2ª Conferencia de Cultura Iberoamericana,  en la que, corriendo España con el  gasto, se  asignaba a su ministra un relevante papel.  El asombro  que  causó su  desconocimiento del medio, su falta de sensibilidad ante cuestiones que son la base de nuestra enjundia histórica, solo fue comparable a su entusiasmo cantando ... ¡los avances de la  condiciónn femenina en los últimos tiempos! Ni  Zapatero  lo hubiera hecho mejor. Es verdad que el  tema de la conferencia era "Cultura y transformación social"... Y es verdad que solo son ejemplos, pero que se van acumulando como testimonios de un sistema cultural que sustituyó  hace tiempo la competencia por el poder.

Lo  que no  deja de asombrar es la torpeza de los procedimientos: hay que tratar de estrategias culturales en la  era de las comunicaciones, pues convoquemos a los  guardianes del parque jurásico que han conseguido, en los últimos años, monopolizar una escena cultural españoola al punto del estertor que sigue al  bostezo más prolongado, de la,  ya de por sí,  decaida fiesta europea. Y convoquémoslos a cenar, nada de trabajar, ni estudiar, ni investigar: ¡a cenar!

 Algunos de ellos tienen dificultades para frenar a la bestia en su propia casa ("mi hija se lo baja todo", confiesa un invitado: dios mío: ¿todo?).  Y a  otro le enfurece que usen sus fotos en los perfiles de facebook, ¡y qué quiere que hagan con ellas si ya no hay más velatorios de la movida. ¡ Ah!: comprarlas ... bueno,  quizá para decorar el plató del nuevo  "Cine de barrio". Perdió la oportunidad de fotografiar el "Decadencia Meseta Tour" de Miguel Ríos  (¡cómo hubiera quedado narrado por Elvira Lindo!) y hasta que no se lancen Víctor y Ana... que quizá prefieran a Ouka Lele...

Entre estos y los objetores a la lay del tabaco, uno  ya no sabe cual  de estas españas ha de helarle el corazón.

sábado, 15 de enero de 2011

....llegaron las lluvias a Brasil, embarrando el legado de Lula.

Como todos los años, las llluvias de verano  sacudieron el paisaje de unas cuantas ciudades brasileñas.  A  las habituales inundaciones, derrumbamientos, desalojos, colapsos de tráfico,  asaltos, robos  y desquiciamiento de los ciudadanos, este año se añadió un número  de víctimas mortales muy difícil de asimilar. Sobre todo para una sociedad que comenzaba a percibirse invulnerable, al haber dejado de mirar para las zonas menos  fotogénicas de su realidad . Y en Brasil, más que en ningún otro sitio, la  imagen crea la  realidad.

El informalismo urbanístico brasileño, tan ponderado por algunosw arquitectos papanatas de Europa (solo a cambio de un pasaje aéreo para contarlo bien cerca de las favelas), con su corolario de falta de planificación y ordenación territorial,  corrupción de las autoridades municipales que permiten cualquier cosa en cualquier momento  de cualquier sitio; y,  sobre todo, el  abandono a su  suerte de la clase más baja por parte de las élites intelectuales y económicas del país:  esos son los  causantes de la tragedia... de todos los años, en mayor o menor magnitud.

Sobrecoge ver en televisión las connsecuencias de la  tardanza, incompetencia y esccasez de la  ayuda que se brinda a las víctimas. Los helicópteros bordonean por el cielo de Sao Paulo,  llevando de  acá para allá  a las  hacendosas abejas que liban sus fluidos  financieros y fecundan  las cajas fuertes de los rascacielos, perfectamente a salvo de las contingencias climáticas. Ninguno de esos helicópteros ha perdido media de sus lucrativas jornadas para reforzar el magro contingente de medios que la administración del país trata de armar contra la  calamidad. ¿Demagogia? No si se  aplica la crítica a momentos puntuales, en los que salvar o no salvar vidas es cuestión de minutos. Los que ha tardado el  barro en anegar el optimista legado del expresidente Lula.

El tránsito de 20 millones de personas de la más  absoluta miseria a la pobreza, ha ccreado  una fuerza de consumo que acciona los  resortes industriales y financieros del país.  Pero ese "consumo para el pueblo pero sin el pueblo" solo evidencia la sideral distancia a la que se encuentra ese pueblo de las clases mejor situadas del país; y, sobre todo, el abismo de ignorancia en el  que sigue sumido sin  que ninguan forma de activismo civil sea imaginable y menos aún ninguna acción educativa estatal eficaz, regeneradora y a  la altura de los tiempos que la propaganda oficial dice haber alcanzado ya.

Los brasileños, fue la aventura tardo-seudo-colonial de Lula, colaboraron muy activamentte en el remedio de la tragedia que supuso el terremoto  de Haití. Las imágenes de su aniversario se confunden en las televisiones locales con las de las ciudades anegadas. Que no es posible  confundir con las que llegan de Australia, por más similares que sean los fenómenos  atmosfériicos que las ocasionaron. La  secretaria del organismo  de Naciones Unidas para la prevención y seguimiento de catástrofes naturales, ha sido terminante al  descalificar la  prevención y el seguimiento de tales fennómenos en el gigante sudamericano.

¡Pobre Brasil, tan cerca de Haití y tan lejos de Australia!