El hablador ejercita la capacidad que lo entitula aplicándola a la realidad que le rodea, asalta, sueña o, hasta, celebra. Se cree "donado" para ello, aunque no asumiría la responsabilidad de la huella indeleble, sí el burbujeo virtual y pasajero de las palabras. Y lo hace desde una perspectiva picaresca, sin esperanza ni ambición: pero es que hay que vivir...
domingo, 30 de enero de 2011
La muerte os sienta tan bien....
No parece que, esta de rockero, sea una profesión de alto riesgo. Son muchos los que se arrastran por escenarios de todo el mundo, con mejor o peor fortuna, cuando ya podrían estar jubilados hasta con el sistema Zapatero. Desde luego, más de los que ardieron con su creación, necesariamente urgente.
Las dos portadas que acompañan son del mismo mes, del actual. Una conmemora una aniversario que sigue levantando pasiones, la otra es más difícil saber qué, pero algo celebra también.
La mágica foto de Rolling Stone, con Yoko en su cumbre creativa, inspiradora y dinamitera a un tiempo, capaz de asumir la maternidad intemporal del genio, al que no necesita parir pero no deja de alentar. La verdad es que el tiempo demostraría que, de forma bastante predecible, ella quedó más muerta que el nunca suficientemente añorado Jhon Lennon.
La maravillosa foto de Leibovitz es otro ejemplo de la libre circulación de significados que por unos años recorrió el arte y la cultura, más populares de lo que nunca lo serán en el momento de sobreexposición mediática que padecemos. Es una foto que refleja la violencia del acto creativo que unió a esa pareja eterna. Gran parte de la música que hicieron juntos sigue siendo un enigma tan abierto como la profundidad del mensaje de otro cadáver jóven y del momento, Jimmy Hendrix. Entrar en la elementariedad del grito, como hacen en algunas de sus creaciones, colocaba al pop en la senda de Jhon Cage, en el misterio de Pollock, junto con los jóvenes airados de todo el mundo. Esa es una foto que explica un tiempo.
Si Lennon volviera con nosotros y encontrara la portada con Elton Jhon en los quioscos de Brasil, donde se publica una lustrosa edición de la entrañable ¡Hola!; pensaría, quizá, que los ingleses, en otra de sus imprevisibles piruetas históricas, lo habían elegido reina de Inglaterra. Y como tal se muestra Elton ante la aldea global, presentando al heredero ante los medios del mundo.
Asumiendo que tanto derecho tiene Elton a hacer lo que le venga en gana, como cualquiera a comentarlo, puesto que lo hace en público, dejenme decirles que yo no me esperaba esta asunción tan desinhibida del eterno maternal, que, por otra parte, quizá todos llevamos dentro y estamos demasiado acostumbrados a reprimir. Y por el eterno maternal aún pasaría, ¡pero esa abuela con gafas! Tras el papel principal en la imposible comedia musical "Lady Di goes to any haven available" (consiguiendo ser nada menos que la muerta en elentierro), ¿qué otra noticia sobre creaciones de Elton hemos tenido? Digo de las concebidas de cintura para arriba.
Porque es muy posible que David Bowie haya sido también abuela, pero ha tenido la caridad con nosotros, y la piedad consigo mismo, de ocultarlo. Actitud que nos permite seguir escuchando su música, la del increíble Station to Station, por ejemplo, con el mismo impulso vital con que fue creada, y sin temer que la abuela entre en la habitación justo cuando nos estamos masturbando, que es la sensación que me asalta a mi si escucho un disco de Elton Jhon y aparece, de repente, la portada del ¡Hola!
Y es que no, todo no vale. Aplaudimos sin descanso el avance social que va equiparando (no tan de prisa como parece) los derechos, y deberes, de gays y lesbianas con los de cualquier hijo de vecino. Pero no llevamos bien la estrategia de relaciones públicas y márketing de quienes ya en el declive de su carrera, tratan de relanzarla con una intoxicante ética/estética de género, aprovechando que hay un público nuevo, el gay; tan nuevo como la sociedad líquida, pero si lo dice El Mundo...
Porque, si alguien no coloca a tiempo un bozal a Ricky Martin, ¿cuantas veces más nos va a contar las delicias tántricas de su identidad sexual encontrada?: ¡pero si a nadie le cupo nunca la más mínima duda sobre la misma, ¿cómo pudo caberle a él?! Y es que esa ecuación gay/consumista/idiota es la que yo no acabo de entender de dónde sale, sólo que se encuentra, preferentemente, en páginas tan avisadas y comprometidas con la realidad como las de El Mundo... admitámoslo: y similares.
Al menos los Rolling Stones se suben a un escenario - bueno, ya no sé si pueden: desde que se caen de los árboles...- sin estrategia ninguna y se ponen a hacer lo de siempre, solo que ahora mal. Porque si hay un arte inevitablemente urgente, ese es el rock and roll. Ninguno de los grandes hizo nada a partir de cierta edad, y ninguna estela como la de Jim Morrison o Jeff Buckley, por actualizar el mito; ninguna creación comparable a la de Jhon Lennon, ningún desgarro como el de Janis Joplin. No dejemos que el mercado, o los mercados esos que van a acabar con Zapatero, terminen con nuestra percepción y disfrute de lo que solo puede ser jóven, o no será. Y que no nos vengan con que Supertramp existe, solo por esas fiestas de centro de día que organizan los veranos. Menos aún después de haber aceptado que Elvis no murió sino que se retiró, quien sabe si en la luna misma a la que nunca llegaron los americanos...!
sábado, 29 de enero de 2011
Taxi Driver
Ni siquiera los lectores que nos negamos a caer en la trampa de la novela negra, hemos podido sustraernos a la evidencia de su moda. Ya eso sería suficiente motivo para salir huyendo de las sobrediseñadas y archipromovidas portadas que nos acechan desde todos los rincones de las librerías y hasta de los supermercados. Pero hay otros.
Y veo uno de los principales en la insensatez que recorre el mundo. Tanto ese ejército de investigadores más o menos privados, como las falanges de lo que se ha dado en llamar telerealidad, se nos están convirtiendo en una segunda piel cultural. A veces inconfesable, a veces lucida con orgullo de bronceado marbellí, es evidente que va camino de naturalizarse en adn.
Y tan alienante es lo uno como lo otro, aunque vaya por clases. Porque quienes se estremecen y excitan con las variadas sagas larsson, miran con desdén a los seguidores de todas esas norias, veranos y qué sé yo qué más atracciones de la variada feria cañí que vuelve a definirnos, como en aquellos tiempos de los que creíamos haber salido. Pero por ahí andan...
Ya es evidente que esa segunda piel nos inmuniza por completo y nos permite aventurarnos por entre los mensajes de los medios de comunicación, cada vez más volcados en el relato de la violencia. Las guerras, los desastres naturales, la de género, la juvenil o el terrorismo. Encajamos todas las violencias que nos asaltan desde la hora del desayuno, y que van alimentando nuestra sensación de saber marear todas las tormentas, sortear todos los peligros, y llegar al final del día celebrando que seguimos enteros.
Esa violencia que ya ni identificamos porque es nuestra vida, es la violencia que emana de nuestro sistema económico, social y cultural, la violencia del hombre que come hombre, y perro si hace falta, y todo por un puñado de euros. Pero a eso hemos llegado. Así que cuando nos asalta el relato de alguna tragedia acaecida a nuestros semejantes, lo aislamos, lo condenamos como una aberración, y seguimos viendo la televisión tan ricamente. No forma parte de nuestro mundo, la violencia es siempre cosa de otros, de esos a los que les pasan esas cosas, ellos sabrán por qué.
A mí, uno de esos hechos se me está enquistando en el corazón (social, que también tenemos). La secuencia demencial de actuaciones públicas y privadas que siguen sucediendo a la desaparición de Marta del Castillo en Sevilla, colma la capacidad de espanto del más avezado lector de novela negra, como del más salvaje espectador de telebasura. Ni necesitamos a Nieves Herrero para irnos marcando las pautas del horror ni los plazos del estremecimiento.
Un desaforado grupo de adolescentes, secundados por algunos adultos, han secuestrado lo que se creían derechos inalienables de la persona: el derecho al dolor por los muertos más cercanos, el derecho al cuerpo de los desaparecidos, el de la sociedad a consolar y acompañar a quienes sufren la pérdida de alguien tan próximo como pueda serlo un hijo. Y eso después de haber confesado que sí, que mataron brutalmente a la joven que se cruzó en su camino. Pero ni años de investigación, millones invertidos en búsquedas infructuosas, ni el Cuerpo de Policía, ni la Justicia, han sido capaces de romper la omertá de quiénes encontraron esa rara solidaridad en el desafío a la sociedad. Cuyas consecuencias quieren eludir a toda costa. Y sus padres, hermanos, vecinos y novias participan del mismo pacto en una ceremonia de ignorancia y crueldad solo comparable al desprecio por el dolor ajeno que muestran las acciones terroristas. La apertura de fosas comunes habilitadas durante la Guerra Civil o en los terribles momentos que la sucedieron. cuentan con la aprobación general de una sociedad que comienza a atreverse con su pasado. Pero no puede lidiar con el presente.
La violencia no está solo en los actos violentos, también en su contexto. Aterra ver a los padres del menor, juzgado esta semana, acudir al juicio: compuestos, conscientes de las cámaras que esperan al entrar y al salir y mostrando el apoyo incondicional al presunto (allá cada uno...), y el desafío constante a la contraparte. No es fácil pensar en estas circunstancias, pero de alguna manera tendremos que conseguir explicar que esto ocurre en la puerta de al lado.
Está la educcación. Cierto. Pero no solo, porque la misma, deplorable si se quiere, la están recibiendo todos los jóvenes que acuden al sistema de enseñanza pública en nuestro país, y no todos derivan en semejantes comportamientos. Y, cómo no, está el asunto de la sociedad líquida, en la que afectos y compromisos se diluyen en ese mar sin ética que baña nuestras playas personales y sociales. Pero, vamos a ver, aparte de la genialidad del señor Baumann para sistematizar una teoría brillante, la sociedad ¿no ha sido siempre líquida? Naturalmente. ¿Qué generación no ha vivido una "crisis de valores"?, ¿cual de ellas no tuvo que lidiar con la desintegración familiar?, ¿quién se libró de la crisis de las religiones, con sus idas y venidas? Vamos, que ¿quién escapó al pecado original?, en una palabra.
Y con todo y con eso, no nos echamos al monte así como así. Porque es muy difícil ser realmente violento. A mi no me sale. Alterar, subvertir y trastornar elementos tan esenciales al funcionamiento de una sociedad, como lo están hacciendo estas personas, es muy difícil. Recordemos al Robert de Nito de Taxi driver. Sus desasosegantes escenas ante el espejo, anticipando actitudes que le facilitarán más tarde la descarga violenta, los monólogos en presencia de la chica que persigue... la soledad irredenta de su apartamento: el deseo de acabar con todo eso agrediéndose a sí mismo en sus víctimas. A quien ataca es a sí mismo, cierto que como integrante de esa tribu que juzga inviable y por formar parte del horror, pero a sí mismo.
Se pasa a la violencia por autodesprecio y se pasa a la violencia por temor al otro. Marta del Castillo era una mujer y desapareció por eso, lo que no sé si se ha acentuado suficientementte. El temor que la mujer está infundiendo en determinados varones, de adscripción social y nivel educativo bastante homologables en todo el mundo, es uno de los misterios de nuestro tiempo que, desde luego, las novelas suecas no van a desvelar.
Así que la sociedad, nosotros, en lugar de estremecernos (de gusto) ante el horror que aflige siempre a los otros, debería aplicarse en la utilización de su variada panoplia de instrumentos, hasta conseguir identificar y aislar los comportamientos tóxicos que comprometen su funcionamiento.
Porque sería tremendo llegar a la conclución de que la democracia no sabe lidiar con la violencia o, peor, que la genera, en su incapacidad para alcanzar una verdadera distribución igualitaria de valores como la educación o la justicia. Quizá el ruido con que ruge la sorda tempestad de los medios nos impida escuchar el lamento de los individuos. Vergüenza para quiénes así se lucran de las lacras de los demás.
PD: la foto es otra increible imagen de Víctor Carrillo.
miércoles, 26 de enero de 2011
Estilismos
Ella. |
Él... |
El gran Gilberto Gil |
Carlos Calil, Secretario de Cultura de la Prefeitura de Sao Paulo |
Ovserven el largo de la chaquta (de él) |
Nada resulta tan físico como el ritmo, es la experiencia misma de la fisicidad, de la vida que corre por nuestras venas. Así que no es de extrañar que sea la música el arte que, con mayor probabilidad, puede hacernos pasar al otro lado del espejo. La experiencia musical convierte nuestro cuerpo en el instrumento imprescindible de la trasmutación artística, por eso somos oyente, músico e instrumento, cuando nos permitimos ese tipo de esperiencias, sí, más "orientales" que "occidentales", si hemos de atenernos al tópico.. Otras artes las proporcionan en diferente grado de intelectualización, por lo que no es de extrañar que, asumiendo un cierto idealismo, la vida misma podamos considerarla una obra de arte.
Entonces ¿para qué necesitamos un ministerio de cultura? Y no creo que la respuesta sea tan evidente, aunque la pregunta se pueda reformular hacia, ¿qué podemos, y debemos, esperar del ministerio de cultura? Pasemos sobre lo obvio, la conservación del patrimonio, que es lo que justifica su existencia. E igualmente justificaría la de un supuesto ministerio de obras públicas (Franco, ¡poeta!), puesto que públicas y obras son las que el ministerio de cultura tiene que conservar y, en su caso, gestionar.
Se ha puesto de moda tirar contra Malraux: un ministerio de cultura es, en nuestros días, un ente que NO hace lo que hizo el francés... pero bien que su nación lo aprovechó. Un ministerio de cultura es un promotor que nunca tiene que hacer un Beaubourg, porque ¡vaya un pretensión!, esa de competir con Nueva York y su expresionismo abstracto, ¡a quién se le ocurre!
Pero sigue habiendo una marca cultural francesa, reconocible en todo el mundo, extraordinario complemento de la diplomacia pública que ejercen las multinacionales galas en los cinco continentes. Ya..., tampoco ese tiene que ser el objetivo... y la discusión inunda volúmenes, completa anaqueles y anima masters de gestiónn cultural, ¡y mira que es difícil animar esos engendros!
Celebrábamos ayer el 457 aniversario de la ciudad de Sao Paulo aplaudiendo a un músico junto con los responsables de cultura, estatales o locales, pasados o presentes, que colaboran en la producción, difusión y goce de una cultura (muy discutible también, y ocasión habrá para ello) con un marchamo popular difícil de encontrar fuera de Brasil. Pero es que a los ministros les gusta su trabajo, y sentarse en el suelo desafiando a la deshidratación, con una botella de agua en la mano; y al spleen urbano, con Naná Vasconcelos, les parece el mejor plan posible para celebrar un cumpleaños. Por ejemplo el de su ciudad, y en compañía de sus ciudadanos, no de sus próceres, ni de sus paniaguados de cámara. Cuestión de estilo.
Siguiendo ese argumento que nos lleva del gusto al tacto, de este al estilo y desde él, a una buena gestión del capital simbólico de la comunidad, ¿qué es lo que gusta a los ministros de las españas? Al menos, para centrarnos, a esos que el incansable dedo de Zapatero señala y consagra como guardianes de nuestras esencias , con la misma veleidad y desinformación con las que el dedo de Florentino Pérez coloca entrenadores en su Real Madrid.
¿Se acuerdan de un tal Molina? Pues fue uno de ellos no hace mucho. Solo con facilitar la desaparición de los faldones de sus chaquetas por el centro de Madrid, se aliviaron los problemas de tráfico en la capital. Y la noble intención de escondernos sus enormes posaderas no justificaba las oleadas de tela que aparecían en los actos oficiales, siendo así que, además, no hay Instituto Torroja capaz de diseñar la prenda que disimule semejante anatomía. Eso se olvida con relativa facilidad, pero ¿y lo que hizo en el ejercicio propio de sus funciones? Sin noticias ya de quien, por otra parte, nunca las tuvo más que de sí mismo.
¿Y qué será de la ministra actual, a caballo entre la loba de Custo que le gustaría ser y la teresiana que no acaba de salir de ella? Porque con esas alternativas se presenta en sociedad, sin transición alguna. Eso sí, como su antecesor, rodeados de un ejército de fieles (y no tanto, que hay cada desagradecido, contando unas cosas...) que los aisle de la realidad, les oculte la respiración de la calle y les permita vivir ¡su imposible sueño Malraux! En el suelo se iban a sentar ellos..., ¡hasta ahí podíamos llegar! Estilismos. Pero el veleidoso dedo de Zapatero ya gira otra vez...
Para orientar su alegre vuelo, los internautas proponen la oronda figura del señor de la Iglesia (Alex, no Rouco..., que a lo mejor pronto tiene su oportunidad también). Y yo propongo ¡a Mouriño!: un poco de orden, sí señor. Total, nadie como él (ni siquiera Molina) para poner una institución a su servicio convirtiéndose en el patrón de su empleador. Y ya veríamos si se arbitraba a favor de los artistas españoles en las bienales immportantes o no. Y lo de las descargas, bueno, en media hora; por no hablar del cine; o del Reina Sofía, ¡patronatos a él!: a ganar en todos los frentes, que participar es de tontos. ¡Ah!, que no es español... en realidad, no hay nada más español que un portugués cabreado...
martes, 25 de enero de 2011
...el hombre acecha...
La tremenda discusión abierta en torno a la ley de la abuela de la ministra de la cultura, además de gruesos cadáveres en el camino, ha dejado un enorme interrogante abierto en el alma de los ciudadanos curiosos. ¿Esos creadores de cámara y corte, que se pronuncian sin tasa ni control sobre lo que conocen y lo que no, sirven de algo?, ¿la cultura española...?... , ¿la cultura española... por dónde anda?
Quienes salieron en tromba a la procura de sus derechos de reproducción, ¿sienten alguna obligación de producir? Vamos, que si hay una continuidad creativa en nuestro panorama cultural más visible, en el oficial, en el del Ministerio y El País, y El Mundo y Tele 5, que para el caso.... Porque, adelantémoslo ya, en el otro, en el ejercicio diario de quiénes no pasan tanto tiempo en el escaparate, es claro que la hay.
El mismo Muñoz Molina se lo planteaba recientemente, aún sin poder dejar de celebrar la cantidad de cosas que ha aprendido (creo recordar que eran 10: ¡oye...!). Que si valora más la literatura de creación o la de divulgación y pensamiento, y ahora se inclina por esta última. No deja de ser loable, como estrategia de supervivencia, que al comprobar que nadie aguanta tus ficciones les enjaretes sus realidades, de las que siempre permanecerán cautivos. A cambio del aura creativa del gran novelista -que es lo que de verdad mola: ¡ahhh!, ¡Auster!- puedes exhibir, sin problemas, algún tipo de investidura como lider de opinión y pastor de hombres (las mujeres no siguen a cualquiera). Hecha ya segunda piel, trabajo bien remunerado en El País, vas a encontrar seguro. Claro que ¿quién se acordará de ellos cuando estén muertos... discreto Don Baltasar de Gracián?
Pero no carguemos toda la culpa sobre Antonio Muñoz Molina o Rosa Montero y afines, no son sus frágiles hombros para llevar una carga que abruma a Occidente todo. Disociar pensamiento y creación nos ha llevado a una distribución profesional rentable en términos laborales, con tanto especialista en cualquier cosa, pero cada vez menos interesante. Occidente observa y Muñoz Molina lo cuenta, un puro ejercicio periodístico, así no ponemos la pica en ningún lado.
La celebrada unión de lógica y poesía que vertebra los Díálogos de Platón no corre por las venas de nuestros gerifaltes culturales de hogaño. Y es ahora cuando más necesitados estamos de referencias válidas, ahora que somos capaces de oir el silencio a nuestro alrededor, cuando los ruidos de la fiesta se pierden ya en la lejanía. Cuando vemos que nuestros deseos no quedaron satisfechos y nos sentimos frustrados por el tiempo perdido en la adoraciónn al becerro de oro y en la contemplación de la tasación que hicieron de nuestro piso. O, peor, cuando vemos que los deseos cumplidos nos llevaron pronto al hastío, porque las plegarias que el becerro atiende no son las que más necesitamos concretar.
Prescindiendo del prurito nacionalistoide por evaluar la proyección internacional de nuestra cultura, que tantas páginas de periódico llena, ¿de qué nos sirve nuestra cultura? Pues quizá por zonas poco transitadas, pero de ella siguen saliendo admoniciones iluminadoras, como las de Séneca, Quevedo, Gracian, Unamuno y tantos otros entre medio. Vean esto, de Chantall Maillard: "¡Muéstrame tu dios y te diré cual es el color de tu miedo!": no me digan que no da como para pasar la tarde. Creimos tanto en el poder que ahora no sabemos recuperar la senda del sentimiento. Hicimos del éxito nuestra razón de vivir, ¿y ahora?: el miedo a no saber vivir sin éxito. Chantal Maillard nos ayuda a observar, a analizar... y a observarnos y analizarnos como objetos de ese mismo esfuerzo. Quizá los resultados no llenen páginas de periódicos, pero sí nuestras vidas de sabiduría y disfrute.
Entre los muros sin piedad que conforman la ciudad de Sao Paulo, de repente, la amnistía de una plaza, algún lugar lujurioso de verde, donde disfrutar de un poco de sombra. Hoy la ciudad cumple años y lo celebra de manera informal. En una de esas plazas, con humildad y sosiego pernambucanos, aparece Naná Vasconcelos con sus músicos, para improvisar una sesión de su inigualable percusión. Los paulistanos se van arremolinnando a su alrededor, sin que nadie pregunte aquello de "¿a qué hora empieza?". Empezará cuando empiece y la espera forma parte de la excitación del momento. El concejal de cultura local también toma su lugar en el suelo sin que a nadie se le ocurra comentar aquello otro de "pero ¡qué sencillo es!". Porque, además de organizar los acontecimientos que celebran la efeméride, ¡al concejal de cultura "le gusta" Naná Vasconcelos! y se va a quedar todo el concierto; junto con otro colega, Gilberto Gil, que también sabe disfrutar de la música, y los que andamos por allá. Naná Vasconcelos sale, comienza a probar los distintos instrumentos de percusión que utilizará en el concierto y sin ningún alarde, comienza su labor. La concentración es máxima y a los pocos minutos, el ritmo entra en los cuerpos que dejan de escuchar para hacerse música, descansa el alma, queda el pensamiento en suspenso y el cuerpo es música.
Si bajamos el volumen de quienes nos admonizan, aconsejan, prometen y amenazan, escucharemos a quienes solo quieren ser con nosotros: tiempo y espacio. Nosotros, todos, porque la única verdad es que, en la tormenta y en la calma, en la riqueza y en la adversidad, el hombre acecha (como la mujer, para el caso...).
PD: La foto de Sao Paulo es de Ricardo Alcaide, que prepara su próxima exposición en la ciudad. Y Naná Vasconcelos acaba de sacar un disco: "Ideas".
Quienes salieron en tromba a la procura de sus derechos de reproducción, ¿sienten alguna obligación de producir? Vamos, que si hay una continuidad creativa en nuestro panorama cultural más visible, en el oficial, en el del Ministerio y El País, y El Mundo y Tele 5, que para el caso.... Porque, adelantémoslo ya, en el otro, en el ejercicio diario de quiénes no pasan tanto tiempo en el escaparate, es claro que la hay.
El mismo Muñoz Molina se lo planteaba recientemente, aún sin poder dejar de celebrar la cantidad de cosas que ha aprendido (creo recordar que eran 10: ¡oye...!). Que si valora más la literatura de creación o la de divulgación y pensamiento, y ahora se inclina por esta última. No deja de ser loable, como estrategia de supervivencia, que al comprobar que nadie aguanta tus ficciones les enjaretes sus realidades, de las que siempre permanecerán cautivos. A cambio del aura creativa del gran novelista -que es lo que de verdad mola: ¡ahhh!, ¡Auster!- puedes exhibir, sin problemas, algún tipo de investidura como lider de opinión y pastor de hombres (las mujeres no siguen a cualquiera). Hecha ya segunda piel, trabajo bien remunerado en El País, vas a encontrar seguro. Claro que ¿quién se acordará de ellos cuando estén muertos... discreto Don Baltasar de Gracián?
Pero no carguemos toda la culpa sobre Antonio Muñoz Molina o Rosa Montero y afines, no son sus frágiles hombros para llevar una carga que abruma a Occidente todo. Disociar pensamiento y creación nos ha llevado a una distribución profesional rentable en términos laborales, con tanto especialista en cualquier cosa, pero cada vez menos interesante. Occidente observa y Muñoz Molina lo cuenta, un puro ejercicio periodístico, así no ponemos la pica en ningún lado.
La celebrada unión de lógica y poesía que vertebra los Díálogos de Platón no corre por las venas de nuestros gerifaltes culturales de hogaño. Y es ahora cuando más necesitados estamos de referencias válidas, ahora que somos capaces de oir el silencio a nuestro alrededor, cuando los ruidos de la fiesta se pierden ya en la lejanía. Cuando vemos que nuestros deseos no quedaron satisfechos y nos sentimos frustrados por el tiempo perdido en la adoraciónn al becerro de oro y en la contemplación de la tasación que hicieron de nuestro piso. O, peor, cuando vemos que los deseos cumplidos nos llevaron pronto al hastío, porque las plegarias que el becerro atiende no son las que más necesitamos concretar.
Prescindiendo del prurito nacionalistoide por evaluar la proyección internacional de nuestra cultura, que tantas páginas de periódico llena, ¿de qué nos sirve nuestra cultura? Pues quizá por zonas poco transitadas, pero de ella siguen saliendo admoniciones iluminadoras, como las de Séneca, Quevedo, Gracian, Unamuno y tantos otros entre medio. Vean esto, de Chantall Maillard: "¡Muéstrame tu dios y te diré cual es el color de tu miedo!": no me digan que no da como para pasar la tarde. Creimos tanto en el poder que ahora no sabemos recuperar la senda del sentimiento. Hicimos del éxito nuestra razón de vivir, ¿y ahora?: el miedo a no saber vivir sin éxito. Chantal Maillard nos ayuda a observar, a analizar... y a observarnos y analizarnos como objetos de ese mismo esfuerzo. Quizá los resultados no llenen páginas de periódicos, pero sí nuestras vidas de sabiduría y disfrute.
Entre los muros sin piedad que conforman la ciudad de Sao Paulo, de repente, la amnistía de una plaza, algún lugar lujurioso de verde, donde disfrutar de un poco de sombra. Hoy la ciudad cumple años y lo celebra de manera informal. En una de esas plazas, con humildad y sosiego pernambucanos, aparece Naná Vasconcelos con sus músicos, para improvisar una sesión de su inigualable percusión. Los paulistanos se van arremolinnando a su alrededor, sin que nadie pregunte aquello de "¿a qué hora empieza?". Empezará cuando empiece y la espera forma parte de la excitación del momento. El concejal de cultura local también toma su lugar en el suelo sin que a nadie se le ocurra comentar aquello otro de "pero ¡qué sencillo es!". Porque, además de organizar los acontecimientos que celebran la efeméride, ¡al concejal de cultura "le gusta" Naná Vasconcelos! y se va a quedar todo el concierto; junto con otro colega, Gilberto Gil, que también sabe disfrutar de la música, y los que andamos por allá. Naná Vasconcelos sale, comienza a probar los distintos instrumentos de percusión que utilizará en el concierto y sin ningún alarde, comienza su labor. La concentración es máxima y a los pocos minutos, el ritmo entra en los cuerpos que dejan de escuchar para hacerse música, descansa el alma, queda el pensamiento en suspenso y el cuerpo es música.
Si bajamos el volumen de quienes nos admonizan, aconsejan, prometen y amenazan, escucharemos a quienes solo quieren ser con nosotros: tiempo y espacio. Nosotros, todos, porque la única verdad es que, en la tormenta y en la calma, en la riqueza y en la adversidad, el hombre acecha (como la mujer, para el caso...).
PD: La foto de Sao Paulo es de Ricardo Alcaide, que prepara su próxima exposición en la ciudad. Y Naná Vasconcelos acaba de sacar un disco: "Ideas".
sábado, 22 de enero de 2011
La felicidad era eso...
¿Qué es lo que era la felicidad?
Siguiendo a la fenomelogía, una buena versión actualizada sería la satisfacción del fumador que sale a la calle y resuelve su perentoria necesidad, huyendo de la represión interior. Algo así como quien saca un pie de la manta en estos días tremendos y lo vuelve a introducir en el confort de la cama: vuelve a ser feliz y por bien poco.
Pero como no solo somos así de inmanentes, como también buscamos más cosas, hemos perdido un poco el sentido. Porque ¿qué era la felicidad? Innmediatamente antes de la llegada de la crisis, ese fantasma que recorre España (y alrededores), la felicidad era comprar, presumir, cenar en sitios caros; así, alardear todo el día, de cualquier cosa; aprenderse marcas de vinos de memoria, hablar de añadas que nunca se disfrutaron, soltar nombres de personas y cosas que nunca se conocieron; lo que fuera que diera a nuestra vida un coturno suficiente para elevarla por encima de la de los demás.
Esta España que conmueve en la zozobra o se crece en la adversidad, hasta ganar un mundial si hace falta, ¿supo navegar en la abundancia? No. Frivolizando en los primeros tiempos de la ominosa (esperemos que no llegue a década, aunque por la incompetencia de nuestros políticos no quedará...), a mi me pareció que, concretamente a Madrid, hasta le sentó bien la colleja (de los primeros momentos, la gota malaya que nos machaca ya no sienta bien a nadie ni a nada).
Aquel Madrid triunfante, en perpetuo ejercicio especular con Nueva York, era un coñazo. Además, la referencia no era la capital del estado americano del mismo nombre, sino el "Nueva York" que ocupa el imaginario universal tanto del moderno como del hortera (que coinciden más de lo que se piensa). La suma y cifra del chic, la moda (por lo menos las compras) y hasta la cultura o la arquitectura, o cualquier otra cosa. Porque , no nos engañemos, el lujo de verdad, el lujo, tampoco es que a los españoles que inundaban las orillas del Hudson, les ocupara demasiado espacio en la cartera ni, menos aún, en la cabeza. Era más lo del turco, el chino y el japonés... y a buscar un bocata chorizo. Pero así nos apropiamos de la Gran Manzana y aver quién nos discutía la conquista.
Pues se acabó. Entonces, ¿qué era la felicidad? Este no parece mal momento para volver a indagar en los pliegues del alma, qué es lo que queremos, y de eso que anhelamos, qué es lo esencial, lo que de verdad nos acerca a... ¡la felicidad! Porque la ministra de cultura se empeñará en lo contrario, pero ni yo, ni muchos otros millones de españoles, estamos dispuestos a renunciar a ella (a la felicidad, a la ministra sí podemos renunciar) y a disfrutarla a este lado de la pantalla.
Vinculemos por un momento crisis y ley antitabaco (aunque solo sea por la desazón que entre ambas están generando en amplios sectores de población). La vida en Madrid está cambiando. Y lo que la prosperidad no logró con sus interminables horas de trabajo, lo está logrando la crisis: meternos en casa. Y claro, si tampoco podemos fumar, pues ya está, a casa, a degustar unos ricos polos de tomate que habrá preparado alguien; así, como recuerdo de lo que pudo haber sido y no fue, de cuando todos éramos Adriá. Quizá no lo estamos valorando (... y disfrutando) en toda su intensidad, pero vivimos un extraordinario momento de libertad antes de la nueva norma que llega implacable. Estamos como en el Berlín de ese otro imaginario, del golfo e internacional: ¡a vivir que se acaba el mundo!. Porque el que conocemos se acaba, podemos estar seguros.
Y es que, cuando menos lo esperábamos, porque ya habíamos superado todos los complejos europeizantes de los 80 y los 90, cuando empezábamos a entender que lo de Europa tampoco era para tanto, ¡zas!, nos hacemos europeos, y empezamos a aburrirnos como ostras, a salir solo a cenar, porque las copas son un desénfreno impropio de personas responsables. A follar por follar, sin amor ni nada, solo porque sienta bien y sale barato. Y a rodearnos de artilugios electrónicos en casa para defendernos del exterior.
¿Y un buen libro? De verdad, es lo mejor. No dejemos pasar la crisis, demorémosla si es preciso, sin hacernos las grandes preguntas, las de antes: ¿quién soy?, ¿qué quiero?, ¿qué es lo que no quiero?, y sí: ¿qué es la felicidad? Esas y otras respuestas solo las encontraremos en los libros.
El fálico y dominador Occidente, al que ya le están dejando sus instrumentos de penetración hechos unos zorros en todas partes, haría bien en replegarse, volver a ser clásico y pensar. Y no digamos España, donde parece que el único que piensa es Guardiola. Quizá no andaba tan equivocado el trío Los Panchos cuando aseguraba que "bastaría con abrazarse y conversar". Claro, si la infame turba de tertulianos nos deja entendernos. Yo propondría el día sin radio: un día en el que ningún español escucha a ningún tertuliano y descubre en su señora, en el novio, el lechero, el panadero... una sabia manera de compartir el tiempo y enriquecer su experiencia. Porque lo que no encontramos en los libros ya solo está en la gente.
Sosiego, reflexión, conversación y calma nos traerán el saber, la estrategia y el placer que la Cope, o El Mundo, u otros similares vociferios, se empeñan en ocultarnos.
PD: La imagen que acompaña es de mi amigo Alexander Apostol, de su extraordinaria serie "Ensayando la postura nacional".
miércoles, 19 de enero de 2011
La hora de todos y la ministra en su laberinto.
Algún fontanero de Moncloa, de esos a los que no hay residente en la corte que no se precie de conocer y hasta tratar, debió detectar una fuga en los sistemas de comuunicación con el pueblo y decidió dar la tocata a la ministra de cultura. "Que se te tiene que oir, que la gente tiene que saber qué hacemos y porqué lo hacemos". Eso es interesante: en Moncloa siguen pensando que no sabemos qué hacen, que ese es el problema. ¿Y porqué creerán, entonces, que sus expectativas de voto se funden entre la ira y el desdén? Pues porque inasequibles al análisis ni, menos aún, a la crítica, siguen pensando que el mal está en los otros. O sea, en nosotros, en los que no acabamos de entender los renglones torcidos con que a veces, y solo para combatir el liberalismo globalizante que nos inunda, el poder tiene que escribir nuestros destinos.
Porque sí, llegó la hora de todos. O eso nos creemos porque tenemos Internet: que nos vamos a realizar a golpe de bit y byte. Pero somos unos frustrados, eso es lo que somos. La ministra ya sabe que lo único que pretendemos es huir del espacio físico "donde desarrollamos nuestras insatisfechas vidas" (http://www.elpais.com/articulo/cultura/adversario/elpepicul/20110118elpepicul_2/Tes) . A ella, desde luego, yo siempre le vi un no sé qué gástrico en la cara, que estaba seguro de que le impedía ser feliz.
Cuando una ministra de cultura nos advierte de los peligros de "creer barato", el "perder un poco de intimidad a cambio de una vida (...) sin patronal", ¿sabe alguien a qué se refiereexactamente? Y, lo que me parece más turbador, si cabe: "esas alternativas a la realidad que podemos construir con nuestras manos" cuando nos conectamos a Internet, ¿cómo se hacen?. A mi me suena todo como a cuando no tienes pareja. Esos vacíos, ansias, frustraciones, sofocos y ansiedades que la ministra adjudica al común de los españoles... porque no será de los mortales: ¡los americanos ya tienen leyes antidescargas que dan miedo! ¿Se equivoca Zygmunt Bauman con ellos?
Pero cuando uno agradece de verdad el celo con que la ministra vela (por) su cultura, es cuando descubre, así, una mañana cualquiera, en el diario El País, el secreto mejor guardado de la Historia de la Literatura Española. Cervantes escribió la segunda parte de su simpar historia... ¡empujado por la pirateria! Lo que ningún ministerio de cultura ha sido capaz de hacer, impulsar la creación de una extraordinaria crónica de nosostros mismos, resulta que lo consiguió la piratería. Razón más que suficiente para desalojar al equipo actual del ministerio y sustituirlos por una buena bandera de piratas sin escrúpulos... ¡y otra vez a la cima de la creación mundial!
Sandia sandez es ya ocuparse tanto de la Sinde, pero ¿cómo obviar que, además de en su abuela, todo esto tiene su origen en la disposición final de la Ley de Economía Sostenible, que "favorecerá la recuperaciónn económica y nuestra competitividad internacional"? Porque el problema de fondo estriba en la endeblez de la argumentación, en la tergiversación de las posturas, y hasta en las salidas de pata de banco, que encubren intereses corporativos, mediocridades ocupacionistas y fidelidades que se teme ofender. Vean sino cómo la perspicacia de la ministra se adentra en la ignorancia popular y, tras dejar atrás al pobre Cervantes, sin saber porqué ni aclarar para qué lo había traído a colación, nos deslumbra con la traca final: el debate es "gente de la cultura versus gente de la tecnología". ¿Qué tal? Pero ¿quién destila en la mente de esta infeliz criatura (confesión propia, yo no juzgo...) semejantes ideas?
Ahí quería yo llegar: a la necesidad de que la política vuelva a ser la actividad de personas con un acreditado compromiso con la "cosa pública", que conozcan el medio en el que desempeñan el mandato de los ciudadanos. Que la competencia vuelva a sustitruir al poder. Porque, al final, resulta que estamos en manos de esos oscuros (y son bien oscuros) fontaneros de Moncloa que detectan ruidos, escapes y olores y se aplican al saneamiento con la impunidad que otorga el no ser nunca votados, solo nombrados. Así queda esta mujer frente a los electores, como el busto parlante que transmite las consignas del poder sin quitar ni poner nada y, dada la melancolía que el ejercicio parece ocasionarle, como la locutora con quien gustaría de informarse la familia Adams.
domingo, 16 de enero de 2011
La (última) cena de los pequeños burgueses.
¿Alguno de ustedes ha conseguido ignorar con quién se fue de cena el chico de Savater? (http://acuarelalibros.blogspot.com/2011/01/la-cena-del-miedo-mi-reunion-con-la.html)¿No?: pues está usted metido hasta las cejas en la cosa de la cultura. ¿Sí?: ¡qué suerte!, también puede suspender aquí esta lectura. Semejante opinión no pretende disminuir el valor del impagable servicio que Amador Fernández Savater ha rendido a su patria: por si alguien albergaba dudas sobre la dimensión intelectual de la ministra o sobre la densidad de las políticas culturales del gobierno del que forma parte.
Sí difiero del cronista en un aspecto. Dice haber compartido un plato único compuesto, básicamente, de miedo. (Si uno sigue leyendo parece que también hubo atún rojo, pero a lo que vamos...). Conociendo a varios de los comensales, no me parece el miedo su condicionante principal. El miedo, como factor evolutivo, ayuda al progreso del género humano, mantiene alerta, despierta, espabila y afina. Pero la cena de los devenidos perqueños burgueses (aunque se juren provenientes de muy distintos ámbitos, todos han acabado en el pesebre) más bien parece celebrar el ego desmedido, la prepotencia dirigista, la presunción indiscutida de su excelencia. ¿Conocen a alguien que haya logrado terminar de leer algún libro de Muñoz Molina, por mucho que le hayan gustado sus peimeras páginas? Y así con los demás.
No abundaré sobre la almendra de la discusión que se ha abierto en España con la ley Sinde. Ha traído beneficios indudables a nuestra cultura. Como la oportunidad de medir el coeficiente intelectual de la familia Bardem, o la proximidad a los problemas para llenar la cesta de la compra de obreros tan escasos de remuneración y reconocimiento como Javier Marías... y otras intimidades más, siempre conmovedoras, de nuestro mesetario star-system. Dejemos eso a ellos, que saben; y sobre todo, a los que saben más.
El alma jóven de Amador se turba: "Me preopcupa que quien tiene que legislar sobre la Red la conozca tan mal". Turbación que solo consigue, y como efecto indeseado, supongo, elevar la tensión de su compañero de mesa (daría una mano por saber quién era el hipertenso, pero tengo mis candidatos...). Amador: sentí exactamente lo mismo con motivo de la 2ª Conferencia de Cultura Iberoamericana, en la que, corriendo España con el gasto, se asignaba a su ministra un relevante papel. El asombro que causó su desconocimiento del medio, su falta de sensibilidad ante cuestiones que son la base de nuestra enjundia histórica, solo fue comparable a su entusiasmo cantando ... ¡los avances de la condiciónn femenina en los últimos tiempos! Ni Zapatero lo hubiera hecho mejor. Es verdad que el tema de la conferencia era "Cultura y transformación social"... Y es verdad que solo son ejemplos, pero que se van acumulando como testimonios de un sistema cultural que sustituyó hace tiempo la competencia por el poder.
Lo que no deja de asombrar es la torpeza de los procedimientos: hay que tratar de estrategias culturales en la era de las comunicaciones, pues convoquemos a los guardianes del parque jurásico que han conseguido, en los últimos años, monopolizar una escena cultural españoola al punto del estertor que sigue al bostezo más prolongado, de la, ya de por sí, decaida fiesta europea. Y convoquémoslos a cenar, nada de trabajar, ni estudiar, ni investigar: ¡a cenar!
Algunos de ellos tienen dificultades para frenar a la bestia en su propia casa ("mi hija se lo baja todo", confiesa un invitado: dios mío: ¿todo?). Y a otro le enfurece que usen sus fotos en los perfiles de facebook, ¡y qué quiere que hagan con ellas si ya no hay más velatorios de la movida. ¡ Ah!: comprarlas ... bueno, quizá para decorar el plató del nuevo "Cine de barrio". Perdió la oportunidad de fotografiar el "Decadencia Meseta Tour" de Miguel Ríos (¡cómo hubiera quedado narrado por Elvira Lindo!) y hasta que no se lancen Víctor y Ana... que quizá prefieran a Ouka Lele...
Entre estos y los objetores a la lay del tabaco, uno ya no sabe cual de estas españas ha de helarle el corazón.
sábado, 15 de enero de 2011
....llegaron las lluvias a Brasil, embarrando el legado de Lula.
Como todos los años, las llluvias de verano sacudieron el paisaje de unas cuantas ciudades brasileñas. A las habituales inundaciones, derrumbamientos, desalojos, colapsos de tráfico, asaltos, robos y desquiciamiento de los ciudadanos, este año se añadió un número de víctimas mortales muy difícil de asimilar. Sobre todo para una sociedad que comenzaba a percibirse invulnerable, al haber dejado de mirar para las zonas menos fotogénicas de su realidad . Y en Brasil, más que en ningún otro sitio, la imagen crea la realidad.
El informalismo urbanístico brasileño, tan ponderado por algunosw arquitectos papanatas de Europa (solo a cambio de un pasaje aéreo para contarlo bien cerca de las favelas), con su corolario de falta de planificación y ordenación territorial, corrupción de las autoridades municipales que permiten cualquier cosa en cualquier momento de cualquier sitio; y, sobre todo, el abandono a su suerte de la clase más baja por parte de las élites intelectuales y económicas del país: esos son los causantes de la tragedia... de todos los años, en mayor o menor magnitud.
Sobrecoge ver en televisión las connsecuencias de la tardanza, incompetencia y esccasez de la ayuda que se brinda a las víctimas. Los helicópteros bordonean por el cielo de Sao Paulo, llevando de acá para allá a las hacendosas abejas que liban sus fluidos financieros y fecundan las cajas fuertes de los rascacielos, perfectamente a salvo de las contingencias climáticas. Ninguno de esos helicópteros ha perdido media de sus lucrativas jornadas para reforzar el magro contingente de medios que la administración del país trata de armar contra la calamidad. ¿Demagogia? No si se aplica la crítica a momentos puntuales, en los que salvar o no salvar vidas es cuestión de minutos. Los que ha tardado el barro en anegar el optimista legado del expresidente Lula.
El tránsito de 20 millones de personas de la más absoluta miseria a la pobreza, ha ccreado una fuerza de consumo que acciona los resortes industriales y financieros del país. Pero ese "consumo para el pueblo pero sin el pueblo" solo evidencia la sideral distancia a la que se encuentra ese pueblo de las clases mejor situadas del país; y, sobre todo, el abismo de ignorancia en el que sigue sumido sin que ninguan forma de activismo civil sea imaginable y menos aún ninguna acción educativa estatal eficaz, regeneradora y a la altura de los tiempos que la propaganda oficial dice haber alcanzado ya.
Los brasileños, fue la aventura tardo-seudo-colonial de Lula, colaboraron muy activamentte en el remedio de la tragedia que supuso el terremoto de Haití. Las imágenes de su aniversario se confunden en las televisiones locales con las de las ciudades anegadas. Que no es posible confundir con las que llegan de Australia, por más similares que sean los fenómenos atmosfériicos que las ocasionaron. La secretaria del organismo de Naciones Unidas para la prevención y seguimiento de catástrofes naturales, ha sido terminante al descalificar la prevención y el seguimiento de tales fennómenos en el gigante sudamericano.
¡Pobre Brasil, tan cerca de Haití y tan lejos de Australia!
El informalismo urbanístico brasileño, tan ponderado por algunosw arquitectos papanatas de Europa (solo a cambio de un pasaje aéreo para contarlo bien cerca de las favelas), con su corolario de falta de planificación y ordenación territorial, corrupción de las autoridades municipales que permiten cualquier cosa en cualquier momento de cualquier sitio; y, sobre todo, el abandono a su suerte de la clase más baja por parte de las élites intelectuales y económicas del país: esos son los causantes de la tragedia... de todos los años, en mayor o menor magnitud.
Sobrecoge ver en televisión las connsecuencias de la tardanza, incompetencia y esccasez de la ayuda que se brinda a las víctimas. Los helicópteros bordonean por el cielo de Sao Paulo, llevando de acá para allá a las hacendosas abejas que liban sus fluidos financieros y fecundan las cajas fuertes de los rascacielos, perfectamente a salvo de las contingencias climáticas. Ninguno de esos helicópteros ha perdido media de sus lucrativas jornadas para reforzar el magro contingente de medios que la administración del país trata de armar contra la calamidad. ¿Demagogia? No si se aplica la crítica a momentos puntuales, en los que salvar o no salvar vidas es cuestión de minutos. Los que ha tardado el barro en anegar el optimista legado del expresidente Lula.
El tránsito de 20 millones de personas de la más absoluta miseria a la pobreza, ha ccreado una fuerza de consumo que acciona los resortes industriales y financieros del país. Pero ese "consumo para el pueblo pero sin el pueblo" solo evidencia la sideral distancia a la que se encuentra ese pueblo de las clases mejor situadas del país; y, sobre todo, el abismo de ignorancia en el que sigue sumido sin que ninguan forma de activismo civil sea imaginable y menos aún ninguna acción educativa estatal eficaz, regeneradora y a la altura de los tiempos que la propaganda oficial dice haber alcanzado ya.
Los brasileños, fue la aventura tardo-seudo-colonial de Lula, colaboraron muy activamentte en el remedio de la tragedia que supuso el terremoto de Haití. Las imágenes de su aniversario se confunden en las televisiones locales con las de las ciudades anegadas. Que no es posible confundir con las que llegan de Australia, por más similares que sean los fenómenos atmosfériicos que las ocasionaron. La secretaria del organismo de Naciones Unidas para la prevención y seguimiento de catástrofes naturales, ha sido terminante al descalificar la prevención y el seguimiento de tales fennómenos en el gigante sudamericano.
¡Pobre Brasil, tan cerca de Haití y tan lejos de Australia!
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