El que se ha armado Obama, don Barack, en su visita a la capital carioca. Y es que Brasil no es para principiantes...
Vino don Barack convencido, como siempre, de que también entre los impresionantes morros de Río de Janeiro, acechaba la historia; esta vez, para establecer una nueva americanidad que, basada en la igualdad entre países, la proximidad y la buena voluntad, proporcione algún descanso a los planificadores económmicos USA, frente a los resolutivos chinos que, sin molestarse en aprender samba, ni en hablar tontamente de fútbol, ni en traerse a sus mujeres y niños de paseo, acaban con el zurrón lleno.
Brasil puede con todo y cuando uno se rinde a esa evidencia y se deja llevar, comienza a disfrutar. Por ejemplo, del susto que se han llevado los americanos, con este viaje de su presidente. Para empezar, eran los presidentes brasileños los que, conseguidas las credenciales, corrían a hacer cola en la Casa Blanca para pedir audiencia. No así Dilma, que desde el principio y sin los mohines seudoizquierdosos de su antecesor, ni complejo de ninguna clase, incluyó a Obama en su plan de márketing, y ¡vaya si le ha sacado partido a la visita! Obama venía como Shakira: a llenar estadios, hacer caridad y repartir sonrisas. Pero Dilma le tenía preparada una agenda de trabajo sin concesiones, falsas complacencias, ni gestos inútiles.
Para empezar, la almendra del viaje ha sido el paso por Brasilia, como no podía ser de otra manera, pero los americanos intentaban evitar. Y ahí Niemeyer, y la configuración que dio al palacio de Planalto, impide cualquier frivolidad. Por la rampa de acceso hasta la presidenta, solo circulan los que vienen a trabajar, así que Michele y las niñas, tan monas, se tuvieron que esperar a que la señora Dilma se dignara dirigirles un par de sonrisas, bien gauchas (Dilma Roussef es de Puerto Alegre), como diciendo: y a estas ¿a qué las traes? No se ha vuelto a saber de doña Michelle que, desilusionada, prácticamente ni se ha cambiado de vestido en todo el viaje.
Don Barack venía a hacer una oferta de cazabombarderos que Dilma no podría rechazar, pero la ha rechazado. No afloja, tampoco, el americano: Dan Restrepo (su asesor de cintura americana para abajo, o sea, del Canal de Panamá a la Tierra del Fuego) todavía anda retorciendo la sintaxis para explicar que, en ese caso, no hay apoyo a Brasil en su ambición de formar parte del Consejo de Seguridad de la ONU, aunque resulte obvio que de todo se pueda hablar, y también que lo que hoy no es, mañana puede ser.
La señora Roussef ha sido aceptada por los brasileños con cotas de popularidad iguales s las de Lula en sus primeros tres meses. Y lo consigue sin dar tres cuartos al pregonero: no sube los intereses para luchar contra la inflación, pero reduce la inversión pública para desesperación de su partido, y aunque aumenta el salario mínimo, no la hace en la cantidad que pedían los sindicatos. Así que a Lula solo le queda el recurso al pataleo: no ha querido ir a comer con este señór tan simpático, a pesar de que Dilma invitó a todos los expresidentes. En esa línea, también ha prohibido al Secretario de Movimientos Sociales de su partido, Wanderley Silva, que montara ninguna manifa a Obama con estridencias maoistas y sandeces nacionalistas varias. Todos quietos, que ella controla y en ella confían ya los brasileños. Así que sus actuaciones resultan contundentes y convincentes.
Y si los americanos quieren parte del iguazú petrolífero descubierto frente a Río, precisamente, pues ya pueden ir olvidándose de su subvencionado athanol de maiz y comprando el brasileño de caña. Con la misma firmeza ha respondido Obama, desde luego, pero eso ya se esperaba. Agenda de trabajo, además, con final anticlimático, porque no se ha querido dar rueda de prensa conjunta; que a doña Dilma, en el fondo, lo de Libia tampoco le gusta, aunque se haya abstenido en la votación del Consejo de Seguridad. Y Lula comiéndose las uñas en su pueblo.
La sombra de Dilma no será alargada, pero como ensanchada sí que lo es , desde luego, llega a Río. Donde manda Sergio Cabral, gran amigo y colaborador de Lula y que, como buen lehendakari, se había montado una orgía de representatividad internacional... que la sombra de Dilma no ha dejado brillar. Obama quería anunciar una nueva era para las américas en la plaza de Río, nada menos, ante tropecientos mil brasileños enfervorizados, que el gobernador Cabral parecía dispuesto a agenciar. Pues de eso nada: al teatro, en una recepción bastante cursi, llena de actrices y actores (aunque no he visto a Willy Toledo reivindicando nada: ¿cuestión de seguridad, de agenda?) Antes de eso, la visita a la favela Ciudad de Dios también ha sido bastante sosa y, sobre todo, breve. Así que el encuentro de Obama con el pueblo brasileño tendrá que esperar, sin que el pueblo brasileño haya dado muestra alguna de impaciencia. La agenda cultural que proponían los americanos ha quuedado oscurecida por la mucho más económica de Dilma.
Y no sé si con tanto cambio e imprevisto, Obama habrá tenido que rehacer su dicurso en el famoso Air Force One, de camino a Río, pero le ha salido bien flaco, como dicen los brasileños. Dedicar tanto espacio a la manida canción de Jorge Bem, con sus bendiciones divinas y bellezas naturales, ya huele. Y muy forzado el paralelismo entre los estados unidos de América y de Brasil. Hasta Colón, sin nombrarlo, se ha remontado el prócer y, desde entonces, todo no ha sido otra cosa sino un asombroso y sostenido esfuerzo hacia la libertad de los pueblos americanos. Con ligeros contratiempos dictatoriales, pero aquí está Brasil para dar ejemplo a los árabes sobre cómo se libra uno de sátrapas indeseables, sin morir en el intento. Y ¡cómo ha celebrado don Barack la concesión a Río de las olimpiadas! Sobre todo, no ha ocultado, porque aspira a que sean los americanos los que organicenn el tinglado. Pero ahí sí le aseguro yo, señor Obama, que ha metido su bien torneada pierna: no es Brasil un país al que se pueda venir a enseñar nada.
Mientras, Dilma pasaba el domingo en Brasilia, con su madre, la tía y la hija, con las que vive, haciéndose todas las uñas para no tener que pensar en esas futesas durante la semana, y de paso, comentando la poca gracia de esa Michelle , que a qué habrá venido.
el donado hablador
El hablador ejercita la capacidad que lo entitula aplicándola a la realidad que le rodea, asalta, sueña o, hasta, celebra. Se cree "donado" para ello, aunque no asumiría la responsabilidad de la huella indeleble, sí el burbujeo virtual y pasajero de las palabras. Y lo hace desde una perspectiva picaresca, sin esperanza ni ambición: pero es que hay que vivir...
domingo, 20 de marzo de 2011
Patatas a la importancia.
El diario El País, en cumplimiento de su ya irrenunciable e histórica misión, ha ofrecido estos días, con su proverbial imparcialidad, otra equilibrada visión de las dos Españas. Es verdad que en este envite le va mucho a su empresa editora, además. Así que, quizá a falta de material noticiable y opinable de entidad en la parca realidad mundial de estas dos semanas últimas, ha abierto sus páginas a una de esas cuestiones que, de verdad, vertebran la cultura de la aldea global y absorben el interés de los líderes mundiales: el Instituto Cervantes, ¿defiende la lengua española mejor ahora que antes o antes que ahora?
Rompen el fuego quienes denuncian "la debilidad actual del español" ( http://www.elpais.com/articulo/opinion/debilidad/actual/espanol/elpepiopi/20110303elpepiopi_5/Tes) y lo hacen con timbales y trompetas históricos, alistando entre sus huestes, nada menos que a Felipe Gonnzález, quien, según estos señores, habría creado el Instituto Cervantes, "para defender la lengua española en el mundo". Estos, que cuando dejan de estar integrados se vuelven apocalípticos, ¿quién, o qué, creerán que ataca a la lengua española? Porque no lo aclaran, aunque insisten mucho en eso, en que "hay que defenderla".
Las patatas a la importancia, sabio plato con el que que las madres de la posguerra española trascendían la humildad del tubérculo, convirtiéndolo en plato principal, mediante la mágica trasmutación operada por la salsa verde, reflejan mejor que nada, los delirios de grandeza de quienes, cuando las tenían , no supieron mostrar tanto respeto, menos aun eficacia, en el desempeño de sus responsabilidades. Lamentan la deriva de la lengua española en la Unión Europea, su falta de peso en la oficina de patentes, la muerte de Manolete y el 5-0 del Barcelona al Madrid: "es el resultado de una política preocupada solo por la aritmética de Parlamentos..."
Lo chusco es que los movimientos que de forma difusa, parcial y bastante desinformada, denuncian en la Unión Europea, se produjeron, en sus fases decisivas, con el primer Zapatero que colocó a todos ellos en diferentes niveles del Cervantes, todos ellos bajo, y les puedo asegurar que estaban muy "bajo", la simpar égida del poeta que se laureaba a sí mismo. No se oyó ninguna voz con estos ecos en aquellos tiempos. Claro, entonces estaban plugged, y ahora se han quedado unplugged, y ya sabemos cómo suena todo de diferente en una u otra condición.
Esa labor de defensa del idioma, sagrada misión a la que, aparentemente, ya no pueden renunciar, les lleva a ataques preventivos contra todo lo que se mueve en el exterior: el Ministerio de Asuntos Exteriores, la AECID (sobre la que tampoco parecen muy bien informados), los diplomáticos , cuya ausencia en actos culturales les produce "sonrojo" (a mi, personalmente, lo que me sonroja es su presencia, pero ya sabemos que hay gente pa tó). Vamos, que tras intentar el asalto al palacio de invierno de las competencias diplomáticas, y fracasar estrepitosamente en el intento, ahora "están verdes": unos clásicos, estos ex-.
A los fogones del Cervantes ya hay un nuevo equipo que se aplica a rebozar las nuevas patatas a la importancia. Y también tienen algo que decir, no faltaba más, mientras sigan plugged... :http://www.elpais.com/articulo/opinion/vitalidad/actual/espanol/elpepiopi/20110317elpepiopi_5/Tes. Estos, en cambio, piensan que "nuestra lengua vive su mejor momento histórico". Y yo me pierdo, porque no alcanzo a discernir los parámetros por los que se rige la bondad o carencias del momento histórico (otra bonita noción para destripar...) que viven las lenguas. Mucho menos cual sea la incidencia del Instituto Cervantes en esos vaivenes. Patatas a la importancia de que se alimentan quiénes siguen afirmando, sin sonrojarse, que el español avanza en USA gracias al impulso que recibe desde la calle Barquillo, de Madrid. Solo un punto de pausa y reflexión: ¿porqué, en el más evidente mercado potencial para el español, como son los Estados Unidos, solo hay dos Institutos Cervantes y medio? A partir de respuestas así se construirían estrategias más eficaces, francamente, que las surgidas de tanta palabrería.
A cualquier argentino, más aún a cualquiera de los "hijos de Sánchez" en los territorios del norte, las patatas a la importancia pueden resultarles esomagantes, si compartimos con ellos la razón, secreta hasta ahora (al menos yo no la conocía), de la existencia del Cervantes. Se dice desde la nueva ortodoxia de la casa que "el Instituto Cervantes existe para hacer frente a los retos que este gran patrimonio cultural y político que es el español tiene por delante". Este donado hablador, tras diez años de trabajo en la trinchera, seguía ateniéndose a sus Estatutos Fundacionales para entender que "El Instituto Cervantes es la institución pública creada por España en 1991 para la promoción y la enseñanza de la lengua española y para la difusión de la cultura española e hispanoamericana", y asumiendo con denuedo el imponente reto de mejorar cada día en el cumplimiento de esos objetivos. Pero ya se ve lo lejos que anda el donado hablador de las cocinas.
Oigan, el Instituto Cervantes es una benemérita institución que, si la sagacidad de Felipe González no hubiese creado, tendríamos que estar dando vueltas a cómo la poníamos en marcha. En ella trabajan cientos de personas que encienden las luces de sus instalaciones todas las mañanas, en los cinco continentes, para poner en marcha una excelente maquinaria de enseñanza de la lengua y difusión de la cultura en español, lengua bastante universal, sí.
Los trabajadores: profesores, administradores, gestores culturales, auxiliares, bibliotecarios..., españoles y de otros 56 países más (por lo menos), garantizan la continuidad de los objetivos y tareas asignadas, procurando hacerlos compatibles con las ilusiones y obsesiones de los "paracaidistas" que las elecciones al Parlamento de la nación española, les deparan cada cuatro añós, más o menos, en los puestos de designación directa. Por cierto, rutina jamás discutida por aquel adalid de "las buenas prácticas", que la poesía recuperó, con consecuencias imprevisibles para su futuro, -el de ambos...-.
Su labor es técnica,de resultados quizá irregulares, puntualmente discutibles, de enorme calidad en algunos desempeños, con logros demostrables en campos de su competencia, como la enseñanza de segundas lenguas, y éxitos en la divulgación cultural que desafían la lógica de los presupuestos con que se consiguen. Los trabajadores de la casa, en los cinco continentes, no van con yelmo, escudo ni adarga a sus despachos y aulas; solo con la vocación de ocuparse en lo que, a muchos de ellos, les gusta: la preparaciónn de las clases, la elaboración de planes que ayuden a la venta de las mismas, que luego hay que impartir, también promocionar y administrar. Entre otros oficios y tareas que ayudan a crear contexto: las bibliotecas que prestan servicios a quienes los solicitan, la divulgación cultural que señala la presencia de cada Instituto en su ciudad. Todo eso hace del Instituto Cervantes algo más que una academia de lenguas. Entidad, en todo caso, de la que se hallaría mucho más próximo que de las labores impuestas por la espada y la cruz, que tantos parecen añorar.
Así que parafaseando a los clásicos y en particular al primero de todos en nuestra lengua, al Cid,( curioso mercenario aquel, por cierto), terminaré diciendo del Instituto Cervantes lo mismo que el juglar, de Don Rodrigo: ¡qué buen caballero cuando tiene buen señor!
Rompen el fuego quienes denuncian "la debilidad actual del español" ( http://www.elpais.com/articulo/opinion/debilidad/actual/espanol/elpepiopi/20110303elpepiopi_5/Tes) y lo hacen con timbales y trompetas históricos, alistando entre sus huestes, nada menos que a Felipe Gonnzález, quien, según estos señores, habría creado el Instituto Cervantes, "para defender la lengua española en el mundo". Estos, que cuando dejan de estar integrados se vuelven apocalípticos, ¿quién, o qué, creerán que ataca a la lengua española? Porque no lo aclaran, aunque insisten mucho en eso, en que "hay que defenderla".
Las patatas a la importancia, sabio plato con el que que las madres de la posguerra española trascendían la humildad del tubérculo, convirtiéndolo en plato principal, mediante la mágica trasmutación operada por la salsa verde, reflejan mejor que nada, los delirios de grandeza de quienes, cuando las tenían , no supieron mostrar tanto respeto, menos aun eficacia, en el desempeño de sus responsabilidades. Lamentan la deriva de la lengua española en la Unión Europea, su falta de peso en la oficina de patentes, la muerte de Manolete y el 5-0 del Barcelona al Madrid: "es el resultado de una política preocupada solo por la aritmética de Parlamentos..."
Lo chusco es que los movimientos que de forma difusa, parcial y bastante desinformada, denuncian en la Unión Europea, se produjeron, en sus fases decisivas, con el primer Zapatero que colocó a todos ellos en diferentes niveles del Cervantes, todos ellos bajo, y les puedo asegurar que estaban muy "bajo", la simpar égida del poeta que se laureaba a sí mismo. No se oyó ninguna voz con estos ecos en aquellos tiempos. Claro, entonces estaban plugged, y ahora se han quedado unplugged, y ya sabemos cómo suena todo de diferente en una u otra condición.
Esa labor de defensa del idioma, sagrada misión a la que, aparentemente, ya no pueden renunciar, les lleva a ataques preventivos contra todo lo que se mueve en el exterior: el Ministerio de Asuntos Exteriores, la AECID (sobre la que tampoco parecen muy bien informados), los diplomáticos , cuya ausencia en actos culturales les produce "sonrojo" (a mi, personalmente, lo que me sonroja es su presencia, pero ya sabemos que hay gente pa tó). Vamos, que tras intentar el asalto al palacio de invierno de las competencias diplomáticas, y fracasar estrepitosamente en el intento, ahora "están verdes": unos clásicos, estos ex-.
A los fogones del Cervantes ya hay un nuevo equipo que se aplica a rebozar las nuevas patatas a la importancia. Y también tienen algo que decir, no faltaba más, mientras sigan plugged... :http://www.elpais.com/articulo/opinion/vitalidad/actual/espanol/elpepiopi/20110317elpepiopi_5/Tes. Estos, en cambio, piensan que "nuestra lengua vive su mejor momento histórico". Y yo me pierdo, porque no alcanzo a discernir los parámetros por los que se rige la bondad o carencias del momento histórico (otra bonita noción para destripar...) que viven las lenguas. Mucho menos cual sea la incidencia del Instituto Cervantes en esos vaivenes. Patatas a la importancia de que se alimentan quiénes siguen afirmando, sin sonrojarse, que el español avanza en USA gracias al impulso que recibe desde la calle Barquillo, de Madrid. Solo un punto de pausa y reflexión: ¿porqué, en el más evidente mercado potencial para el español, como son los Estados Unidos, solo hay dos Institutos Cervantes y medio? A partir de respuestas así se construirían estrategias más eficaces, francamente, que las surgidas de tanta palabrería.
A cualquier argentino, más aún a cualquiera de los "hijos de Sánchez" en los territorios del norte, las patatas a la importancia pueden resultarles esomagantes, si compartimos con ellos la razón, secreta hasta ahora (al menos yo no la conocía), de la existencia del Cervantes. Se dice desde la nueva ortodoxia de la casa que "el Instituto Cervantes existe para hacer frente a los retos que este gran patrimonio cultural y político que es el español tiene por delante". Este donado hablador, tras diez años de trabajo en la trinchera, seguía ateniéndose a sus Estatutos Fundacionales para entender que "El Instituto Cervantes es la institución pública creada por España en 1991 para la promoción y la enseñanza de la lengua española y para la difusión de la cultura española e hispanoamericana", y asumiendo con denuedo el imponente reto de mejorar cada día en el cumplimiento de esos objetivos. Pero ya se ve lo lejos que anda el donado hablador de las cocinas.
Oigan, el Instituto Cervantes es una benemérita institución que, si la sagacidad de Felipe González no hubiese creado, tendríamos que estar dando vueltas a cómo la poníamos en marcha. En ella trabajan cientos de personas que encienden las luces de sus instalaciones todas las mañanas, en los cinco continentes, para poner en marcha una excelente maquinaria de enseñanza de la lengua y difusión de la cultura en español, lengua bastante universal, sí.
Los trabajadores: profesores, administradores, gestores culturales, auxiliares, bibliotecarios..., españoles y de otros 56 países más (por lo menos), garantizan la continuidad de los objetivos y tareas asignadas, procurando hacerlos compatibles con las ilusiones y obsesiones de los "paracaidistas" que las elecciones al Parlamento de la nación española, les deparan cada cuatro añós, más o menos, en los puestos de designación directa. Por cierto, rutina jamás discutida por aquel adalid de "las buenas prácticas", que la poesía recuperó, con consecuencias imprevisibles para su futuro, -el de ambos...-.
Su labor es técnica,de resultados quizá irregulares, puntualmente discutibles, de enorme calidad en algunos desempeños, con logros demostrables en campos de su competencia, como la enseñanza de segundas lenguas, y éxitos en la divulgación cultural que desafían la lógica de los presupuestos con que se consiguen. Los trabajadores de la casa, en los cinco continentes, no van con yelmo, escudo ni adarga a sus despachos y aulas; solo con la vocación de ocuparse en lo que, a muchos de ellos, les gusta: la preparaciónn de las clases, la elaboración de planes que ayuden a la venta de las mismas, que luego hay que impartir, también promocionar y administrar. Entre otros oficios y tareas que ayudan a crear contexto: las bibliotecas que prestan servicios a quienes los solicitan, la divulgación cultural que señala la presencia de cada Instituto en su ciudad. Todo eso hace del Instituto Cervantes algo más que una academia de lenguas. Entidad, en todo caso, de la que se hallaría mucho más próximo que de las labores impuestas por la espada y la cruz, que tantos parecen añorar.
Así que parafaseando a los clásicos y en particular al primero de todos en nuestra lengua, al Cid,( curioso mercenario aquel, por cierto), terminaré diciendo del Instituto Cervantes lo mismo que el juglar, de Don Rodrigo: ¡qué buen caballero cuando tiene buen señor!
sábado, 12 de marzo de 2011
Shikatu ga nai.
Con esta proclividad que mostramos los españoles a erigirnos en protagonistas de todo lo que ocurre (si son desgracias, casi mejor), pronto aparecerá en algún medio el previsible "todos somos japoneses". Yo no, vaya por delante. Ni aunque me empeñara alcanzaría diez minutos de japonesidad; ni estando dispuesto, que ya sería estar, a cambiarlos por una úlcera de estómago. Porque ver al Fujiyama arrancarse por bulerías y mantener impasible el ademán, no es cosa que esté a mi alcance. Y no deja de ser admirable el estoicismo con el que millones de japoneses son capaces de contemplar la tragedia de sus compatriotas; sobre todo porque, lejos de inhibir la acción, esa serenidad parece precipitarla, ordenarla y hacerla más eficaz.
Un terremoto de las proporciones del ocurrido estos días sobrepasa límites geográficos, fronteras políticas, cimientos culturales y hasta las convicciones personales, colocándonos, inexcusablemente, ante la fuerza de lo inevitable. Y, no está de más señalar, retransmitido en directpo por todas las televisiones del mundo. Así que terremoto a todas horas, si el anuncio de la dimisión de Zapatero no coge el relevo de la actualidad en las próximos días. Por cierto, igual no era mal momento, este en el que la luna se acerca más que nunca a la tierra... ¿no, Leyre: cómo van las conjunciones astrales?
Las imágenes que nos sirven todas las cadenas conectan de manera espectacular, tal vez obscena, desde luego dramática, con las que el cine nos provee continuamente. Yukio Mishima definía la belleza como "un caballo desbocado" y no es posible hurtarse a la sobrecogedora belleza de las olas de diez metros, lanzadas a 800 kilómetros por hora, ni a la de la ruina que deja su paso en las ciudades costeras. Hasta la negra columna de humo que surge de la central nuclear y las fieras torres de fuego, se yerguen ante nosotros con una siniestra y amenazadora belleza. Como los barcos por la calzada, en insólita conversación con los coches y hasta con los aviones, los montones de automóviles calcinados, que ni Demian Hisrst ordenaría tan artísticamente; las escenas que Ridley Scott ni soñó, las espirales land-art que Robert Smithson nunca logró hacer tan dinámicas, la tensión transmitida que James Cameron nunca fue capaz de originar...
Ya hubiese querido Mishima abrir en canal, con la espada que rasgó su vientre, las carreteras, puertos y ciudades del imperio . Como en sus delirios filosóficos, la acción pura, desencadenada por la naturaleza, ha logrado penetrar cuestiones eternas del Japón y de la humanidad toda. Él noveló, y hasta trató de vivir, la fatalidad de lo sublime; el terremoto sobrepasa ampliamente los planteamientos de aquel tardo-samurai poniendo de manifiesto lo sublime de la fatalidad.
Las próximas semanas, meses y, desgraciadamente, años, viviremos, otra vez, las lecciones que Japón impartirá al mundo. Algunas de las cuales no son nada desdeñables. Caerán en excesos regulatorios (tipo, no dejar entrar perros rastreadores de otros países, o impedir la distribución de agua o analgésicos no japoneses) pero el coraje, la unidad y la comunidad de destino que mostraron tras la Segunda Guerra Mundial, o en otras catástrofes naturales anteriores, y hasta en la caída de su economía en los años 90, volverán a brillar con el sol naciente.
A eso llaman, en inglés, resilience: la capacidad que tienen los materiales de recuperar su condición original tras el estrés inducido por algún agente externo. O sea, lo bien que recupera su forma original el sillón, después de nuestra siesta. Y eso no se lo niegan a Japón ni los chinos. Aunque para todo hay formas y, admirando la japonesa, no la comparto ni aspiro a ella. Podrían alcanzar la misma recuperación del estado original de forma más, me atrevería a decir, natural. No sé, quejándose alguna vez, que tiene que tener unas somatizaciones muy malas para la salud, esa cosa de no alterar el gesto aunque ¡te esté cayendo un edificio encima!, o un jefe, o la ruina, o la bolsa de Tokio, o, como ahora, todo ello al mismo tiempo.
Aunque tampoco hemos de olvidar la diferente frecuencia de onda entre ser humano y naturaleza, según la cultura en que sintonicen. Oriente y Occidente otra vez, que mira que somos raros todos. Aunque distintamente equipados para afrontarlo, ninguno de nosotros, de las antípodas a Ponferrada, se sustrae a la experiencia del sufrimiento. Y eso nos conmueve, aunque ocurra en Japón. La pregunta no creo que sea ociosa: siendo el terremoto, como la muerte, inevitable ¿cómo es que no estamos mejor preparados para hacer frente al dolor que causa?
Hay conferencias internacionales e investigaciones sobre todas las calamidades posibles: sobre el hambre, la proliferación nuclear, la devastación de la capa de ozono... Pero no hay ninguna conferencia internacional sobre el sufrimiento, que procure avances en el control de la desazón que causa a la humanidad su relación con la naturaleza, porque no es otra la fuente de nuestros sinsabores. Toda nuestra construcción cultural, con sus fundamentos en la antigua Grecia y sus últimos florecimientos en la moderna, no es capaz de mitigar el dolor y, menos aun, dar sentido a esa relación. Pero todo va por barrios.
San Agustín consideró a la naturaleza fuera de la Redención, por tanto dentro del pecado, lugar del mal. Desafiar la ortodoxia establecida por los Santos Padres en este punto esencial de la concepción del mundo, era panteismo, una cosa muy fea. Así que, en el ámbito occidental, ampliamente dominado por el cristianismo, la alienación del hombre respecto a la naturaleza se fue completando inexorablemente. La naturaleza, en su ferocidad incontrolada es lo opuesto a la razón. La misisón del buen cristiano es dominarla, sujetarla a razón y explotarla en consecuencia. No formamos parte de la naturaleza: lo humano es la razón.
No es la misma concepción del universo la que anima a los japoneses evidentemente y, quizá, alguna ventaja nos llevan en ese terreno, si ventaja es fundirse con el entorno y sentirse parte de un proceso irreversible que lleva a todo ser vivo a salir del estado de crisis que supone la vida y completarse en la perfección de la muerte. Sorprende en este contexto, la poca capacidad dela ciencia para explicar nada que sea importante. Lo que no quita para que lo que explica sea imprescindible.
Pero no se trata de abundar en un ecologismo apocalíptico, en realidad, al servicio de lo que parece combatir. Se trata de alcanzar una cosmologia abarcadora, capaz de expllicar nuestros avances y el miedo insuperable a su consecuencias, la mejora en las condciones de vida sobre el planeta y la amenaza constante de su fragilidad, la imposibilidad de excluír el azar y la casualidad de las previsiones más fiables, al menos hoy por hoy. Entender que la mudanza es la única condición estable de nuestro entorno y el azar tan activo como la causalidad.
martes, 8 de marzo de 2011
Estrellas y estrellados.
Es sabido que los tiempos de crisis generan liderazgos dudosos, estrellatos tóxicos y doctrinas para echarse a temblar. Pero aunque esté en la teoría, no veo la razón de aceptar esa situción, asumiendo al enemigo en casa, como si no se pudiera apagar la (mala) televisión y retomar la vida (propia) de cada uno. La de cada uno, vértigo que, hoy, ya empieza a parecer insuperable en amplios sectores de población y, muy principalmente, en las clases medias.
Tiempo tendrán los que no la vivieron, de analizar nuestra crisis. Como no estaré para discutirlo en el momento, adelanto ya algunas tesis que iluminen a las generaciones futuras (quién sabe si, quizá, también a las presentes) y anime a sus líderes a un ejercicio más responsable de la autoridad. Porque ¿qué fue antes?, ¿la crisis económica o la otra, la de valores? Quizá la vanidad del esfuerzo por llegar adónde no teníamos ninguna necesidad de ir, nos dejó tan atontados que la crisis económica se nos coló por causa de la otra, por no saber qué hacer con nuestras vidas, con nuestro tiempo libre, nuestros afectos, amores y horrores.
Algo de lo que nos pasa nos mereceremos, después de haber encumbrado a Mario Conde, a Torrente, a Raúl, Belén Esteban, el Dioni, a Jiménez Losantos, a Umbral, a Pérez Reverte, a Paquirrín, al novio de su madre, a la ex de su padre, a los giles y ruizmateos, a Carmen Machi y sus abominables creaciones, a Esperanza Aguirre y a Mouriño, cuyos destinos la presidenta ha unido hasta la muerte (¿con el consentimiento del portugués?)... En fin, tantos líderes de opinión que nos fueron imponiendo, unos, soltar los botones de la manga de las chaquetas (a los que utilizan chaquetas con esa particularidad); otros, la necesidad de enriquecerse aunque sea sin escrúpulos; quiénes, la procacidad en el lenguaje como marca de caráccter; o las camisas inexplicables, las barrigas indecentes, el tartufismo santurrón y delincuente. En general, si nos fijamos, una insoportable tendencia al cabreo, el exabrupto y la ordinariez de esta España nuestra, a la que solo le hacía falta la llegada del padre Maciel, para acabar de confundir a las gentes de bien, que, justo es decirlo, mostraron un arrojo en la confusión más propio de otras causas, ¿verdad, señora Botella?.
Parece como si el arte de vivir, eso que El País ya denomina, sin pudor, "estilos de vida" y hasta de vez en cuando se atreve a llamar life style, se hubiera reducido a convertirnos en la imagen de alguna de las estrellas del momento. La que sintamos más próxima. Pero de soñar esa imagen también pueden resultar pesadillas: compárese, si no, a Sergio Ramos con Beckam. O a Ophrah con María Teresa Campos... Podríamos seguir.
Si alguien piensa que Carmen Lomana tiene algo que ver con la elegancia, quizá se haya sentido estremecido por los deslices de Galliano. ¿Y éste, quién es? Ahora todo el mundo se preocupa por sus opiniones, como si sus creaciones llevaran años ocupando nuestros armarios, pero Dior bien a gusto se lo ha quitado de encima.
Esto de la moda, por ejemplo, ¿importa a alguien más que a las periodistas que se dedican a ella? Sin Meryl Streep, Anna Wintour nunca hubiera sido nada, y a su anonimato ha vuelto. Si somos serios, ¿McQueen marcó una época? Puedo entender que Jhon Lennon se sintiera más importante, o igual, que Jesucristo, pero nunca creeré que Mel Gibson sea su representante en la tierra.
La televisión se ha convertido en una especie de elcorteinglés proveedor, y sustentador, del individualismo democrático que nos aconseja hacer, sin tregua posible, lo que nos venga en gana. Baja uno al metro y le asaltan simulacros de todas las comedias televisivas que aparecen en la parrilla. El mariquita que empìeza se colocó un flequillo Glee, la devoradora de hombres hace lo que puede imitando a Eva Longoria, lo de las chicas aquellas de New York parece que ya va en declive, pero no los pavos que se disfrazan de mad man. El gesto seudohosco del doctor House se nos hace hasta más fácil de imitar. Hay un ejército de adolescentes dispuestas a comenzar cualquier duelo de baile, solas o con sus amigas más íntimas, contra cualquiera que se haya interpuesto en el camino de cualquier chico que les de igual, eso sí, con el gesto fiero aprendido en los high schools americanos.
A esto llegó y no sabemos cómo pararlo. Pero, felizmente, también veo extenderse una cierta nostalgia de nuestro yo, ese interior, inalienable, independiente, que muchos padres no encuentran en sus hijos y que a muchos hijos les reconfortaría descubrir en sus padres. Porque en esta materia, la transmisiónn es fundamental. Y no miremos siempre a la escuela. ¿Se imaginan a cualquier profesor compitiendo con el life style de Sheen en su famosa serie?, ¿qué puede hacer una profesora frente a la gracia infinita de Carmen Machi?, ¿debe el jefe de estudios, adoptar el role model de Risto Meijide para ejercer alguna forma de autoridad?
(Dejo para otro día las series de vampiros y su recomposición de la moral sexual de nuestros jóvenes. Es algo terrible).
Tiempo tendrán los que no la vivieron, de analizar nuestra crisis. Como no estaré para discutirlo en el momento, adelanto ya algunas tesis que iluminen a las generaciones futuras (quién sabe si, quizá, también a las presentes) y anime a sus líderes a un ejercicio más responsable de la autoridad. Porque ¿qué fue antes?, ¿la crisis económica o la otra, la de valores? Quizá la vanidad del esfuerzo por llegar adónde no teníamos ninguna necesidad de ir, nos dejó tan atontados que la crisis económica se nos coló por causa de la otra, por no saber qué hacer con nuestras vidas, con nuestro tiempo libre, nuestros afectos, amores y horrores.
Algo de lo que nos pasa nos mereceremos, después de haber encumbrado a Mario Conde, a Torrente, a Raúl, Belén Esteban, el Dioni, a Jiménez Losantos, a Umbral, a Pérez Reverte, a Paquirrín, al novio de su madre, a la ex de su padre, a los giles y ruizmateos, a Carmen Machi y sus abominables creaciones, a Esperanza Aguirre y a Mouriño, cuyos destinos la presidenta ha unido hasta la muerte (¿con el consentimiento del portugués?)... En fin, tantos líderes de opinión que nos fueron imponiendo, unos, soltar los botones de la manga de las chaquetas (a los que utilizan chaquetas con esa particularidad); otros, la necesidad de enriquecerse aunque sea sin escrúpulos; quiénes, la procacidad en el lenguaje como marca de caráccter; o las camisas inexplicables, las barrigas indecentes, el tartufismo santurrón y delincuente. En general, si nos fijamos, una insoportable tendencia al cabreo, el exabrupto y la ordinariez de esta España nuestra, a la que solo le hacía falta la llegada del padre Maciel, para acabar de confundir a las gentes de bien, que, justo es decirlo, mostraron un arrojo en la confusión más propio de otras causas, ¿verdad, señora Botella?.
Parece como si el arte de vivir, eso que El País ya denomina, sin pudor, "estilos de vida" y hasta de vez en cuando se atreve a llamar life style, se hubiera reducido a convertirnos en la imagen de alguna de las estrellas del momento. La que sintamos más próxima. Pero de soñar esa imagen también pueden resultar pesadillas: compárese, si no, a Sergio Ramos con Beckam. O a Ophrah con María Teresa Campos... Podríamos seguir.
Si alguien piensa que Carmen Lomana tiene algo que ver con la elegancia, quizá se haya sentido estremecido por los deslices de Galliano. ¿Y éste, quién es? Ahora todo el mundo se preocupa por sus opiniones, como si sus creaciones llevaran años ocupando nuestros armarios, pero Dior bien a gusto se lo ha quitado de encima.
Esto de la moda, por ejemplo, ¿importa a alguien más que a las periodistas que se dedican a ella? Sin Meryl Streep, Anna Wintour nunca hubiera sido nada, y a su anonimato ha vuelto. Si somos serios, ¿McQueen marcó una época? Puedo entender que Jhon Lennon se sintiera más importante, o igual, que Jesucristo, pero nunca creeré que Mel Gibson sea su representante en la tierra.
La televisión se ha convertido en una especie de elcorteinglés proveedor, y sustentador, del individualismo democrático que nos aconseja hacer, sin tregua posible, lo que nos venga en gana. Baja uno al metro y le asaltan simulacros de todas las comedias televisivas que aparecen en la parrilla. El mariquita que empìeza se colocó un flequillo Glee, la devoradora de hombres hace lo que puede imitando a Eva Longoria, lo de las chicas aquellas de New York parece que ya va en declive, pero no los pavos que se disfrazan de mad man. El gesto seudohosco del doctor House se nos hace hasta más fácil de imitar. Hay un ejército de adolescentes dispuestas a comenzar cualquier duelo de baile, solas o con sus amigas más íntimas, contra cualquiera que se haya interpuesto en el camino de cualquier chico que les de igual, eso sí, con el gesto fiero aprendido en los high schools americanos.
A esto llegó y no sabemos cómo pararlo. Pero, felizmente, también veo extenderse una cierta nostalgia de nuestro yo, ese interior, inalienable, independiente, que muchos padres no encuentran en sus hijos y que a muchos hijos les reconfortaría descubrir en sus padres. Porque en esta materia, la transmisiónn es fundamental. Y no miremos siempre a la escuela. ¿Se imaginan a cualquier profesor compitiendo con el life style de Sheen en su famosa serie?, ¿qué puede hacer una profesora frente a la gracia infinita de Carmen Machi?, ¿debe el jefe de estudios, adoptar el role model de Risto Meijide para ejercer alguna forma de autoridad?
Yo no pienso "divertirme hasta morir", porque ya fui avisado por Neil Postman, y hasta creo necesario redoblar la vigilancia ante esa función reguladora de la moral, y de todos los valores sociales pasados y presentes (no se pierdan las trampas de series como "Cuéntame" ) que ejercen los medios de masas y, con ellos, la caterva de modelos, más o menos disparatados, que propone esta modernidad nuestra. Modelar una generación es hoy más fácil que nunca: la indumentaria, y otros imprescindibles de nuestro consumo diario, la regulan las series de televisión, lo mismo que el comportamiento y hasta el lenguaje. Esto último es lo más desazonante porque, a veces, se traducen los diálogos tan mal, que se unen a las aberraciones lingüísticas que cometen, sin motivo aparente, las series nacionales. El resultado de todo esto es que nunca fue tan difícil como ahora ser rebeldes: ¡ayudémosles!
(Dejo para otro día las series de vampiros y su recomposición de la moral sexual de nuestros jóvenes. Es algo terrible).
domingo, 6 de marzo de 2011
...é carnaval!
En lugares muy diversos del mundo es carnaval, en Brasil es otra cosa. Bueno, la misma, pero sin perder el tiempo, que a lo que vengo, vengo.
No hay una ciudad más hermosa en la tierra que Río de Janeiro, ni más sudamericana. Verdaderamente, Río concentra las esencias del imaginario atribuido a Sudamérica. Sus playas, los morros desafiantes, la vegetación excesiva surgiendo entre casas y coches, un cementerio aparece de repente, bellísimo, el centro torrencial y desordenado, las cuestas sin piedad de Santa Teresa, palmeras y coqueros frente al mar, buganvillas desatadas, y esa dudosa simpatía de sus habitantes.
Encuentras uno de los blocos en que se organizan los desfiles de carnaval, y el mundo se para. A cualquier hora del día o de la noche. No hay un plan de tráfico previo. Al menos el Ayuntamiento no lo hace público. Así que lo mismo puedes disfrutar de la música desenfrenada en un mar de caipiriña, que observar la alegria de los otros desde un taxi, jurando en arameo mientras el taxímetro avanza implacable, también a ritmo de samba. Pero ¿qué necesidad hay de trasladarse a otro lugar cuando la música y el baile inundan nuestro entorno? Así que a disfrutar. ¡Es carnaval!
Tengo al turismo por una de las más terribles plagas que acosan a la humanidad, desde hace unos veinte años, aunque nadie quiera darse cuenta de ello. También la crisis nos empeñábamos en ignorarla, así que preparémonos. Y el turismo en carnaval es voyeur o, peor, exhibicionista, caro y, además, frustrante.
Invadir una ciudad en su fiesta mayor tiene algo de indecente. La colectividad se suelta el pelo y es posible que la abuela fume, la mamá se tome una copa de más, el niño haga streptease y el padre, el padre es capaz de vestirse de mujer. Y no tenemos porqué ver todo eso, los que no pertenecemos al lugar. Igual en Sanfermines, que en la Feria de Sevilla: quienes disfrutan son los lugareños, porque son los que saben qué es exactamente lo que están transgrediendo, y ese es el sentido último de la fiesta.
Objetivamente, Río en carnaval es difícilmente soportable, si no eres carioca de nacimiento y profesión. O de Hamburgo, por oposición y contraste, que como no se enteran de nada, pues están tan a gusto creyéndose la mar de integrados. Los momentos de concentración en torno a la música impiden el movimiento, seis horas puede ser la media de tiempo invertida para ver un momento de samba de unos 30 minutos. Pasa el camionazo atronando la calle y te deja los tímpanos rotos, los pies molidos a pisotones, el cuerpo cubierto de sudor y una cierta sensación de ligereza, porque, probablemente, te habrán vaciado los bolsillos. Y si entiendes las letras de los sambas tradicionales, te vuelves a casa inmediatamente.
Nada diré de las delicias y asombros del sambódromo, porque ahi no me meten ni en cuba de caipiriña. Si las fallas no llenaron tus sanjosés, ni Disneyworld significó nada en tu juventud, el sambódromo te lo puedes saltar. En tonces ¿qué?, ¿qué es eso del carnaval? Transgresión, lo es, sin duda. Pero, se plantea el europeo curioso, ¿qué es lo que queda por transgredir, en un Brasil, ya de por sí, predispuesto al exceso? Y ahí es donde hay que comenzar a desmontar prejuicios.
Los niveles de roce y comunión entre los cuerpos de Río, nunca se dieron en la calle La Estafeta, doy fe de ello. Los de Pamplona, cualquiera lo sabe, no somos así. Luego, hay un Brasil esencialmente conservador, ese que Europa desconoce, que se desmelena, sin medida ni remedio, en cuanto llega el carnaval. Y la fusión de razas, esa tan admirada, en realidad se da, no solo, pero ahora. Es en estos días cuando los negros pastorean la calle más que nunca, desbordan con sus caderas el control de los blancos y, como imaginan, los pocos ricos que han quedado en la ciudad se refugian en sus casas. Esto es de la clase C para abajo. Los únicos médicos o ingenieros que encuentra uno por la calle, saltando sin parar, eso sí, son los que vienen de Rotterdam.
Quizá la más exquisita celebración de la femineidad en su belleza, sensualidad, maternidad y demás facetas todas, ocurra en la Semana Santa sevillana. Lo digo para dar una idea, porque en Río es todo lo contrario. El carnaval celebra al hombre. Ninguna fiesta es más de hombres que el Carnaval brasileño, en el que hasta el estereotipo de belleza femenino propuesto, aparece condicionado por la ambigüedad que lo acerque al masculino. Es la S/Z de Roland Barthes, en un juego de papeles sexuales en el que el protagonista es siempre el hombre, transgrediendo los límites de la corrección social que le obliga a asumir una rigidez que el carnaval hace saltar en pedazos.
Sí, el carnaval es homo, pero no gay. Lo que requiere explicación. El gay que llega de Colonia dispuesto a vivir aventuras no acaba de encontrar lo que busca, que es, invariablemnente, lo que ya tiene en su fria tierra. Por lo que, en general, termina pagando lo que ni sabía que estaba comprando, a precios que nunca confesará de vuelta al trabajo. Y es que la transgresión ocurre cuando menos se espera, es sutil y desenfadada, anónima y sin compromisos, surge al compás de la música, se ampara en el disfraz, se atrinchera en el alcohol, no busca ni procura satisfacciónn sexual, sino liberación social.
Como sé que la tesis, sin ser revolucionaria, causará cierta sorpresa, invoco en mi apoyo el número último de la brasileña revista Epoca, que trata el tema extensamente, preguntándose porqué un carnaval tan así, da paso a un año de represión homosexual, que es el día a día brasileño.
En fin, podemos hablar de Darcy Ribeyro y sus investigaciones de antropología social, para encontrar, en muchas de las tribus indígenas que todavía pueblan Brasil, esa feliz fusión precivilizatoria, en la que cuerpos iguales se cruzan buscando, solo, placer.
Así que, irredentos seguidores y fans de Marisol, no pongais rumbo a Río, porque no vais a entender nada.
No hay una ciudad más hermosa en la tierra que Río de Janeiro, ni más sudamericana. Verdaderamente, Río concentra las esencias del imaginario atribuido a Sudamérica. Sus playas, los morros desafiantes, la vegetación excesiva surgiendo entre casas y coches, un cementerio aparece de repente, bellísimo, el centro torrencial y desordenado, las cuestas sin piedad de Santa Teresa, palmeras y coqueros frente al mar, buganvillas desatadas, y esa dudosa simpatía de sus habitantes.
Encuentras uno de los blocos en que se organizan los desfiles de carnaval, y el mundo se para. A cualquier hora del día o de la noche. No hay un plan de tráfico previo. Al menos el Ayuntamiento no lo hace público. Así que lo mismo puedes disfrutar de la música desenfrenada en un mar de caipiriña, que observar la alegria de los otros desde un taxi, jurando en arameo mientras el taxímetro avanza implacable, también a ritmo de samba. Pero ¿qué necesidad hay de trasladarse a otro lugar cuando la música y el baile inundan nuestro entorno? Así que a disfrutar. ¡Es carnaval!
Tengo al turismo por una de las más terribles plagas que acosan a la humanidad, desde hace unos veinte años, aunque nadie quiera darse cuenta de ello. También la crisis nos empeñábamos en ignorarla, así que preparémonos. Y el turismo en carnaval es voyeur o, peor, exhibicionista, caro y, además, frustrante.
Invadir una ciudad en su fiesta mayor tiene algo de indecente. La colectividad se suelta el pelo y es posible que la abuela fume, la mamá se tome una copa de más, el niño haga streptease y el padre, el padre es capaz de vestirse de mujer. Y no tenemos porqué ver todo eso, los que no pertenecemos al lugar. Igual en Sanfermines, que en la Feria de Sevilla: quienes disfrutan son los lugareños, porque son los que saben qué es exactamente lo que están transgrediendo, y ese es el sentido último de la fiesta.
Objetivamente, Río en carnaval es difícilmente soportable, si no eres carioca de nacimiento y profesión. O de Hamburgo, por oposición y contraste, que como no se enteran de nada, pues están tan a gusto creyéndose la mar de integrados. Los momentos de concentración en torno a la música impiden el movimiento, seis horas puede ser la media de tiempo invertida para ver un momento de samba de unos 30 minutos. Pasa el camionazo atronando la calle y te deja los tímpanos rotos, los pies molidos a pisotones, el cuerpo cubierto de sudor y una cierta sensación de ligereza, porque, probablemente, te habrán vaciado los bolsillos. Y si entiendes las letras de los sambas tradicionales, te vuelves a casa inmediatamente.
Nada diré de las delicias y asombros del sambódromo, porque ahi no me meten ni en cuba de caipiriña. Si las fallas no llenaron tus sanjosés, ni Disneyworld significó nada en tu juventud, el sambódromo te lo puedes saltar. En tonces ¿qué?, ¿qué es eso del carnaval? Transgresión, lo es, sin duda. Pero, se plantea el europeo curioso, ¿qué es lo que queda por transgredir, en un Brasil, ya de por sí, predispuesto al exceso? Y ahí es donde hay que comenzar a desmontar prejuicios.
Los niveles de roce y comunión entre los cuerpos de Río, nunca se dieron en la calle La Estafeta, doy fe de ello. Los de Pamplona, cualquiera lo sabe, no somos así. Luego, hay un Brasil esencialmente conservador, ese que Europa desconoce, que se desmelena, sin medida ni remedio, en cuanto llega el carnaval. Y la fusión de razas, esa tan admirada, en realidad se da, no solo, pero ahora. Es en estos días cuando los negros pastorean la calle más que nunca, desbordan con sus caderas el control de los blancos y, como imaginan, los pocos ricos que han quedado en la ciudad se refugian en sus casas. Esto es de la clase C para abajo. Los únicos médicos o ingenieros que encuentra uno por la calle, saltando sin parar, eso sí, son los que vienen de Rotterdam.
Quizá la más exquisita celebración de la femineidad en su belleza, sensualidad, maternidad y demás facetas todas, ocurra en la Semana Santa sevillana. Lo digo para dar una idea, porque en Río es todo lo contrario. El carnaval celebra al hombre. Ninguna fiesta es más de hombres que el Carnaval brasileño, en el que hasta el estereotipo de belleza femenino propuesto, aparece condicionado por la ambigüedad que lo acerque al masculino. Es la S/Z de Roland Barthes, en un juego de papeles sexuales en el que el protagonista es siempre el hombre, transgrediendo los límites de la corrección social que le obliga a asumir una rigidez que el carnaval hace saltar en pedazos.
Sí, el carnaval es homo, pero no gay. Lo que requiere explicación. El gay que llega de Colonia dispuesto a vivir aventuras no acaba de encontrar lo que busca, que es, invariablemnente, lo que ya tiene en su fria tierra. Por lo que, en general, termina pagando lo que ni sabía que estaba comprando, a precios que nunca confesará de vuelta al trabajo. Y es que la transgresión ocurre cuando menos se espera, es sutil y desenfadada, anónima y sin compromisos, surge al compás de la música, se ampara en el disfraz, se atrinchera en el alcohol, no busca ni procura satisfacciónn sexual, sino liberación social.
Como sé que la tesis, sin ser revolucionaria, causará cierta sorpresa, invoco en mi apoyo el número último de la brasileña revista Epoca, que trata el tema extensamente, preguntándose porqué un carnaval tan así, da paso a un año de represión homosexual, que es el día a día brasileño.
En fin, podemos hablar de Darcy Ribeyro y sus investigaciones de antropología social, para encontrar, en muchas de las tribus indígenas que todavía pueblan Brasil, esa feliz fusión precivilizatoria, en la que cuerpos iguales se cruzan buscando, solo, placer.
Así que, irredentos seguidores y fans de Marisol, no pongais rumbo a Río, porque no vais a entender nada.
domingo, 27 de febrero de 2011
¡DESFILEN YA, COÑO!
El inefable. |
Pero, dejando a la historia cuidar de su atormentada y evasiva memoria, me atrevo a pedir una conmemoración de la efeméride con un Día Nacional del Cabreo, un día en el que cada español se pueda dirigir a los medios de comunicación, o al mismísimo Congreso, expresando su cabreo, la urgencia que le provoca alguna situación pública, política, que no acaba de digerir. Dejemos por un día aflorar ese guardia civil que, dicen, todos los españoles llevamos dentro. Unos mandarán sentarse a unos, otros dejar de hacer el chorizo a otros... y yo : que desfilen unos cuantos hacia la puerta de salida, por entender que ya pasó su oportunidad.
Empezando por el Señor Zapatero. Sí, váyase, devuelva a Sonsoles a las tierras altas leonesas y haga feliz, al menos, a una española, ya que poco pudo con los otros cuarenta y tantos millones (por no hacer sangre ahora con su promesa de aliar a todas las civilizaciones del planeta, en astral conjunción que vocearon sus vestales). Su proyecto de refundación lingüística de la realidad ha fracasado. No bastaba con afirmarlo para que se articulara España, anunciar los brotes verdes no revitalizó el estragado arbusto de la economía patria, las palabras altisonantes no fueron escuchadas ni en Europa, Moratinos no pasó de Ceuta en su panarabismo, las señoras no se pusieron a parir por los incentivos fiscales, ni llegó la reclamada laicidad de la educación, la violencia contra las mujeres aumenta con ministerio y sin él... Y los demás avances sociales de los que blasona, se extendieron a la vez por todo occidente, los abandera la izquierda y los implanta la derecha, sin mayor problema, del Guadalquivir al Elba.
Zapatero solo tiene un plan: aguantar y trasladar a los españoles, en primera persona, los datos que, con mayor o menor fiablilidad, le adelanta el FMI: que para el 2013 España estará creciendo otra vez por encima de la media europea. Si quiere le doy otro dato, igualmente decisivo en la determinación del voto para las próximas elecciones: en 2111, todos calvos... o no, visto que hoy las ciencias adelantan que es una barbaridad.
Vestida por su enemigo. |
Todos estábamos dispuestos a creer en ella. Hasta que, ya casada, empezó a escuchar los cantos de sirena que sonaban, quizá en el propio lecho nupcial... Y salió corriendo a la peluquería en una búsqueda de imagen sin fin, que la tiene de tienda en tienda, buscando nuevas maneras de romper cualquier protocolo. Porque España está preparada para eso. Y para más, pero no conviene confundir lo posible y lo conveniente.
Dicho sea de paso, todas estas señoras de la política en España. podrían estudiar un poco a Dilma Roussef, en lugar de hacerse tanto la mascarilla. Vestida por su sastra de siempre en Porto Alegre (igual pudiera haber sido de Lagartera) y con una solución capilar que no requiere más mantenimiento que la ducha diaria, Dilma impacta por lo que es: una extraordinaria trabajadora, dedicada a la alta misión que le encomedaron las urnas. Porque ¿de dónde sacan tiempo nuestras políticas para tanto cambiar de trapo? No, no era la imagen, era el contenido, por mucho que Pepe Blanco siga empeñado en convertirse en el anuncio correcto del político que soñó el filósofo Inerarity, solo pasándose por la esteticién cada dos por tres.
Formales... |
Y no confundir el diagnóstico con el aplicable al joven de los Costa, por muy valencianos que sean ambos: lo de éste es un problema de identidades cruzadas, que su hermano mayor podría arreglar con un simple par de tortas. Si hubo o no delito corresponde a la Justicia determinar, pero, más que por los trajes, yo buscaría por las fajas: ¿quién les proveía, y en qué cantidades, esas prendas semiíntimas que les permiten aparecer en el Congreso Valenciano como tubos de uralita?
...y de sport |
Y por terminar ese día de cabreo circunscrito al ámbito de la política, añado solo dos peticiones más, invocando la misma razón para aconsejar su marcha, la estética: Rajoy y Rouco, basta, por favor.
sábado, 26 de febrero de 2011
"Información, espacio, control"
Tomo el título prestado de la brillante exposición que Muntadas ha presentado hoy en Sao Paulo. Es una exposición bien grande, con cinco trabajos del artista, que abarcan un arco vital tan significativo en su obra como el que va de 1989 a la actualidad. On subjectivity y On Translation ya los conocía, de Estadios había oído hablar y me ha asombrado Alphaville , un trabajo tan sutil como torrencial sobre ese barrio de Sao Paulo, que agrupa un sinfin de promociones inmobiliarias bajo el signo y fórmula del condominio. Lo que da lugar a la extraordinaria reflexión del autor sobre la seguridad, el orden y el poder.
La exposición se muestra en las salas de la Estación Pinacoteca, bellísima extensión de la Pinacoteca del Estado de Sao Paulo, una institución bastante ejemplar, para donde está (www.pinacoteca.org.br). Que, a su vez, presenta en estos mismos momentos Teoria, bella reflexión formal de Ignasio Aballi. Son dos proyectos muy diferentes: el de Aballi creado especialmente para el espacio que lo alberga; el de Muntadas, la justa culminación de una trayectoria de más de quince años en los que ha trabajado por aquí, mezclando, con saber y arte, su cuestionamiento de los medios de comunicación con las claves de una sociedad compleja como la brasileña. Los dos, eso sí, los financia nuestra Sociedad Estatal de Accíón Cultural. No es barato lo de Aballi, pero lo de Muntadas deja a cualquier calculadora echando humo.
Y el próximo jueves, el Instituto Cervantes de la ciudad abre su exposición, Colección Fundación Coca-cola: 10 años de fotografía española , aunque también incluye vídeo. Santiago Sierra, Lara Almárcegui, Chema Alvargonzález... muy bonita exposición. Aquí es una colecciónn privada la que se exhibe en un espacio público y no se puede disimular la generosiddad con que la Fundación Coca-Cola ha afrontado el proyecto. Es bueno confesar que yo mismo lo he estado desarrollando, por lo que pueda venir a partir de ahora.
Pues no acaba ahí la cosa. Porque ese mismo Instituto Cervantes (www.spcervantes2011.info ) presenta, junto con la Fundación Arquitectura Viva, de Córdoba, a Antonio Cruz y a Paulo Mendes da Rocha, en un diálogo cruzado entre la Universidad de Sao Paulo y el propio Instituto Cervantes. Y para que nada quede sin reseñar, también se presenta en la siempre chocante capital brasileña, Millessimes , una muestra gastronómica con los primeros cucharas de nuestro panorama gastronómico.
Si el diario El País se hubiera enterado de todo esto, pueden imaginar los titulares. "Sao Paulo, abierta de piernas a la penetraciónn del arte español" (EP3); "Sao Paulo se rinde al arte español" (en el diario); y "El esplendor y hondura del conceptualismo español se exhiben en Sao Paulo" (Babelia). Felizmente, su último becario salió de Brasil sin caer a la cuenta de ello. Y es que, para detectar "El (lento) avance del español en Brasil", le bastó dar una vuelta por un par de ciudades del litoral, sin considerar que la grande Sao Paulo, con sus 30 millones de habitantes y centro económico y financiero de Latinoamérica, signifique gran cosa en el contexto brasileño. Así le quedó la pieza, publicada hace un par de días...
A lo que voy, que a ver si aflojamos con ese nacionalismo tontorrón que convierte cualquier acción de empresarios, futbolistas, artistas o cocineros, en heroicas conquistas e inigualables hazañas, siempre en la porfía de rendiciones incondicionales y éxitos sin precedentes. Que Muntadas, Aballi y todos los demás, no llegaron a dominar espacios expositivos tan importantes tras la prueba de ADN que los revelara como legítimos descendientes del imperio. La universalidad del lenguaje que logran nuestros artistas (los que la logran), se forja en la tradición y, también, en el cosmopolitismo de su visión, en la ambición de sus preocupaciones y en su conexión con la inquietud que recorre el planeta. La universalidad del idioma que nos une, también se alcanza por la misma vía: la conexión de tantos millones de hispanohablantes en una variedad de intereses que va de los económicos a los culturales, políticos y sociales.
Reclamar el cese de un nacionalismo de suplemento dominical, no es incompatible con una llamada de atención sobre la importancia del control de la información, en el espacio de referencia, que hay que ejercer para alcanzar una mejor difusión de nuestras acciones y de las manifestaciones de nuestros artistas. Porque si los empleados de una institución española de cualquier ciudad del mundo, se enteran de lo que hace otra institución española en la misma ciudad, por la invitación de la instancia que acoge a ambas, pues no alcanzaremos nunca la optimización de la inversión que estamos obligados a ofrecer al contribuyente, ni la promoción que debemos a nuestros creadores.
La confluencia de acciones y acontecimientos descrita en Sao Paulo, para esta semana, no obedece a ningún plan predeterminado por todas esas instituciones que se dedican a la promoción de la cultura española: ha ocurrido. Las posibilidades de rentabilizar la riqueza de imagen desalojada por acciones tan brillantes, no se le ocultarían a un francés, pero nosotros, mejor cada uno a lo suyo, y si a alguien se le ocurre plantear una coordinación que atraiga hacia los proyectos públicos la financiaciónn privada, pues a por él: ¿qué se habrá creído?, ¿qué pretenderá con eso?.
La exposición se muestra en las salas de la Estación Pinacoteca, bellísima extensión de la Pinacoteca del Estado de Sao Paulo, una institución bastante ejemplar, para donde está (www.pinacoteca.org.br). Que, a su vez, presenta en estos mismos momentos Teoria, bella reflexión formal de Ignasio Aballi. Son dos proyectos muy diferentes: el de Aballi creado especialmente para el espacio que lo alberga; el de Muntadas, la justa culminación de una trayectoria de más de quince años en los que ha trabajado por aquí, mezclando, con saber y arte, su cuestionamiento de los medios de comunicación con las claves de una sociedad compleja como la brasileña. Los dos, eso sí, los financia nuestra Sociedad Estatal de Accíón Cultural. No es barato lo de Aballi, pero lo de Muntadas deja a cualquier calculadora echando humo.
Y el próximo jueves, el Instituto Cervantes de la ciudad abre su exposición, Colección Fundación Coca-cola: 10 años de fotografía española , aunque también incluye vídeo. Santiago Sierra, Lara Almárcegui, Chema Alvargonzález... muy bonita exposición. Aquí es una colecciónn privada la que se exhibe en un espacio público y no se puede disimular la generosiddad con que la Fundación Coca-Cola ha afrontado el proyecto. Es bueno confesar que yo mismo lo he estado desarrollando, por lo que pueda venir a partir de ahora.
Pues no acaba ahí la cosa. Porque ese mismo Instituto Cervantes (www.spcervantes2011.info ) presenta, junto con la Fundación Arquitectura Viva, de Córdoba, a Antonio Cruz y a Paulo Mendes da Rocha, en un diálogo cruzado entre la Universidad de Sao Paulo y el propio Instituto Cervantes. Y para que nada quede sin reseñar, también se presenta en la siempre chocante capital brasileña, Millessimes , una muestra gastronómica con los primeros cucharas de nuestro panorama gastronómico.
Si el diario El País se hubiera enterado de todo esto, pueden imaginar los titulares. "Sao Paulo, abierta de piernas a la penetraciónn del arte español" (EP3); "Sao Paulo se rinde al arte español" (en el diario); y "El esplendor y hondura del conceptualismo español se exhiben en Sao Paulo" (Babelia). Felizmente, su último becario salió de Brasil sin caer a la cuenta de ello. Y es que, para detectar "El (lento) avance del español en Brasil", le bastó dar una vuelta por un par de ciudades del litoral, sin considerar que la grande Sao Paulo, con sus 30 millones de habitantes y centro económico y financiero de Latinoamérica, signifique gran cosa en el contexto brasileño. Así le quedó la pieza, publicada hace un par de días...
A lo que voy, que a ver si aflojamos con ese nacionalismo tontorrón que convierte cualquier acción de empresarios, futbolistas, artistas o cocineros, en heroicas conquistas e inigualables hazañas, siempre en la porfía de rendiciones incondicionales y éxitos sin precedentes. Que Muntadas, Aballi y todos los demás, no llegaron a dominar espacios expositivos tan importantes tras la prueba de ADN que los revelara como legítimos descendientes del imperio. La universalidad del lenguaje que logran nuestros artistas (los que la logran), se forja en la tradición y, también, en el cosmopolitismo de su visión, en la ambición de sus preocupaciones y en su conexión con la inquietud que recorre el planeta. La universalidad del idioma que nos une, también se alcanza por la misma vía: la conexión de tantos millones de hispanohablantes en una variedad de intereses que va de los económicos a los culturales, políticos y sociales.
Reclamar el cese de un nacionalismo de suplemento dominical, no es incompatible con una llamada de atención sobre la importancia del control de la información, en el espacio de referencia, que hay que ejercer para alcanzar una mejor difusión de nuestras acciones y de las manifestaciones de nuestros artistas. Porque si los empleados de una institución española de cualquier ciudad del mundo, se enteran de lo que hace otra institución española en la misma ciudad, por la invitación de la instancia que acoge a ambas, pues no alcanzaremos nunca la optimización de la inversión que estamos obligados a ofrecer al contribuyente, ni la promoción que debemos a nuestros creadores.
La confluencia de acciones y acontecimientos descrita en Sao Paulo, para esta semana, no obedece a ningún plan predeterminado por todas esas instituciones que se dedican a la promoción de la cultura española: ha ocurrido. Las posibilidades de rentabilizar la riqueza de imagen desalojada por acciones tan brillantes, no se le ocultarían a un francés, pero nosotros, mejor cada uno a lo suyo, y si a alguien se le ocurre plantear una coordinación que atraiga hacia los proyectos públicos la financiaciónn privada, pues a por él: ¿qué se habrá creído?, ¿qué pretenderá con eso?.
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